¿Podía confiar en aquél chico?
—Tienes heridas en todo el cuerpo —Dijo Sin Nombre.
—No deberías tratarme así —Respondió Jéssica—, casi destruyo su casa.
El chico dio una suave carcajada mientras le frotaba un paño húmedo con alcohol en el hombro. Era comprensible la proveniencia del paño -La cocina-, pero... ¿Alcohol? Sin Nombre conseguía artículos muy eficaces desde su llegada, en la mente de los chicos corría exactamente la misma duda, era como si conociese El Lugar como la palma de su mano. Y... dadas esas razones... era obvio que ocultaba algo, además, era el único que no recordaba su nombre. ¿En verdad podía confiar? No era seguro... tenía que investigarlo. Tomó aire y salió de la habitación.
—Hey, Oliver —Lo detuvo Ariadna.
Éste se frenó en seco y dio media vuelta. Ariadna se acercó hasta él rápidamente con la blusa salpicada con sangre de Irene. Oliver estaba confundido, esa chica no le había hablado jamás. Frunció el ceño y la vio a los ojos.
—Este chico no me da buena espina —Susurró Ariadna—. ¿Me ayudarías a investigarlo?
Oliver quedó perplejo: era exactamente lo que estaba pensando. Después de desaparecer la idea de que Ariadna era una lectora de mentes asintió cuidadosamente.
—Pero... ¿Cómo haremos eso? —Preguntó lentamente sin despegar la mirada.
—¿A qué hora despertaste ayer? —Ariadna entrecerró los ojos.
—No lo sé... —Respondió Oliver— Pero puedo afirmar que fuiste la primera que vi.
—¿Qué? —Preguntó la chica— ¿A qué hora? ¿Nos estuviste observando?
—Mejor no respondo a eso —Dijo Oliver firmemente.
¿Cuál sería el plan de Ariadna? ¿Preguntarle directamente a Sin Nombre? ¿Verlo dormir? Todo era una estupidez. No llevaban ni dos días en aquél lugar y las alianzas comenzaban a formarse. Oliver se dio cuenta de que todos en la habitación habían guardado silencio, afortunadamente Irene y Jéssica gemían de dolor y las respiraciones no cesaban: su conversación estaba segura pero no quería correr el riesgo. Tomó el hombro de Ariadna y salieron cautelosamente del pasillo ante la mirada de Marco.
—¿Te consideras sigiloso? —Preguntó Ariadna.
—Si hay algo en lo que me considero un experto —Dijo Oliver—, es en ser sigiloso.
—Probemos —Dijo Ariadna con una sonrisa—. Rodea la sala y asusta a Marco.
—¿Qué culpa tiene el pequeño? —Preguntó devolviendo la sonrisa— Con mis habilidades le ocasionaré un infarto —Concluyó levantando las cejas con los ojos cerrados.
—Ya veremos... —Respondió Ariadna al tiempo que inhalaba aire— ¡Hey, Marco!
Desde la sala, Marco levantó la mirada atento y miró a su alrededor. Después, Sin Nombre -Que se había sentado a su lado- le golpeó amistosamente el hombro al tiempo que movía una de sus cejas una y otra vez.
—Ve por ella, tigre —Bromeó el chico.
Marco se ruborizó y avanzó por la sala hasta llegar al pasillo, donde se encontraban Ariadna y Oliver.
—¿Me ayudarías a encontrar mi habitación? —Preguntó Ariadna amistosamente.
—¿Claro...? —Respondió el chico confundido.
—Ve al piso de arriba y busca mi nombre, enseguida te alcanzo, amor —Dijo Ariadna.
Marco tragó saliva y pasó en medio de los dos, subió los escalones y desapareció en los pasillos de las chicas.
—Ya te las ingeniarás —Dijo la chica mirando a Oliver con una sonrisa burlona.
Dio media vuelta y alcanzó a Marco, dejando a Oliver inmóvil. Esta chica sí que va al grano, pensó.
***
—Debería estar por aquí... —Dijo Ariadna.
—Soy muy pequeño —Dijo Marco de golpe.
—¿Qué? —Preguntó la chica confundida— Bueno... sí. No lo sé ¿Por qué?
—Me di cuenta por la manera en que me tratan —Respondió Marco.
—Eres aún más joven que nosotros —Dijo Ariadna—. Es obvio que te trataremos distinto... de acuerdo a tu edad, es una... costumbre. No podemos hablarte de sexo porque ambos sabemos que no estás listo para ese tema.
—¡Sé más de sexo de lo que crees! —Dijo casi en un grito.
—No me interesa... —Murmuró Ariadna leyendo las tarjetas.
—Es cuando dos personas... —Comenzó.
—¡No me interesa! —Repitió Ariadna interrumpiéndolo— De verdad que no...
Y, como si sus pies se hubiesen pegado al suelo, Ariadna se frenó de golpe. Giró el cuello cuidadosamente y leyó el nombre.
ARIADNA SANDOVAL
Lo había reconocido por primera vez cuando Wendy lo mencionó... y aún no tenía idea del porqué. Dio un paso hacia delante y colocó la palma de su mano en la lisa puerta de madera. Tragó saliva y giró la perilla. Marco la siguió en todo momento.
Dentro se encontraba una habitación con paredes pintadas de un suave color lila, una cómoda, una cama con dos muebles de cada lado y un armario, todo de madera. Quedó boquiabierta, ¿Era su habitación? ¿La habían secuestrado? Si era así... lo había hecho un millonario con problemas mentales. Era un secuestro de cinco estrellas. Dio un paso sin decir palabra, permitiendo la entrada al pequeño Marco.
—Vaya... —Murmuró el niño— Es idéntica a la mía... sólo que las paredes son moradas y el armario está del lado derecho.
—¿De verdad? —Preguntó Ariadna interesada ante su pregunta.
—Sí... mira... —Dijo Marco al tiempo que se acercaba al armario.
Cuando lo abrió, atrajo hacia sí una mesa con un aparato rectangular encima: una laptop.
—Oh por dios... es una laptop —Dijo exaltada y corrió hacia ella—. Desde internet puedo hacer cualquier cosa... ¿Por qué no nos habías dicho?
—Porque... —Dijo Marco pero fue interrumpido por un golpe en la mesa, dio una carcajada— Reaccioné de la misma forma.
Después de que Ariadna creara su contraseña: "Down_120" apareció una pantalla en blanco con su nombre y edad.
ARIADNA SANDOVAL – 15 AÑOS
—¿Qué carajos es esto? —Preguntó irritada.
—No lo sé... —Respondió Marco
—¡Esto debe ser una broma! ¡No es divertido, hijos de puta! —Gritó observando el techo con una lámpara colgando de él.
Segundos después un golpe atravesó el pasillo.
Dieron un respingo regresando la mirada a sus espaldas y Marco se acercó muy cautelosamente. Colocó sus manos en los bordes de la puerta y asomó su cabeza.
—Oh... Oliver —Dijo relajado—, eres tú.
Ariadna frunció el ceño y salió de la habitación rápidamente sólo para toparse con Oliver tirado en el suelo intentando levantarse. Apenas lo vio hizo un sonido extraño desde su garganta y explotó en carcajadas.
—¿Estás bien? —Preguntó Marco sin acercarse.
—Sí... gracias, Marco —Respondió de rodillas.
Ariadna apenas podía respirar, moría de risa. Todo había sido un fracaso e incluso ella lo había olvidado.
—Creo que... —Comenzó pero la risa la interrumpió— No eres bueno.
—Cállate —Dijo Oliver.
—Gracias por la ayuda, pequeñín —Dijo Ariadna moviendo el cabello de Marco—. Ahora ve cómo se encuentra Jéssica y si no hubo otra pelea con Irene.
—Cuando gustes —Dijo amigablemente, dio media vuelta y desapareció en el pasillo.
—Al parecer lo haré yo —Anunció la chica.
—Pero... —Murmuró Oliver.
—Por la noche —Lo interrumpió—. Gracias por participar.
Dio media vuelta y avanzó detrás de Marco.
—¿No gustas una manzan...? —Comenzó pero fue interrumpida por un grito de Marco.
—¡Sí la hay! —Gritaba desesperado— ¡Sí la hay, sí la hay! ¡Se están peleando!
Miró a Oliver y juntos corrieron a través del pasillo.