Capítulo 30

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Se oían de nuevo a la gente impaciente por montar en su avión en llegar al destino señalado. Tantos viajes harían ellos en la vida que apenas tenían en cuenta la esencia que tenía cada uno de ellos; todo momento sería mágico y, sobre todo, único.

Y al llegar se dieron cuenta: Nueva York.

"Siempre era Nueva York."

Al llegar al hotel y dejar las maletas, Stana corrió hacia la terraza y visualizó las estrellas que reinaban en la triste noches que dejaba ver la luminosa ciudad.

-Aquí dejé mi plegaria...- susurró.

Tres veces y, por supuesto, todas con Nathan.

-¿Veremos Central Park?- gritó Stana.

-Está en la lista y, aunque no estuviera, estoy seguro de que me obligarías a ir- alzó la voz él desde otra sala.

Después de un rato, se puso a la misma altura que Stana y ambos volvieron a mirar al cielo.

-Gracias.

-¿Stana?

-No, en serio. Gracias por traerme. Es solo que...

Nathan se posicionó a sus espaldas y la abrazó.

-Haría cualquier cosa, te lo prometo.

Sostuvo sus manos y ella se dejó caer hacia atrás.

-Mira a los lejos. Allí está nuestra plegaria.

-No, chica. Nuestra plegaria está aquí- apretó sus manos-. Nunca se ha ido.

"Ni se irá."

Ya veremos.

Los objetivos de la lista se fueron cumpliendo poco a poco y decidieron dejar correr la fecha de vuelta para poder tachar otros pocos en esa misma ciudad.

Stana estaba contenta de volver a ver su sitio favorito y, después de dos días de amago, de la mano de Nathan. Si alguien los viera, jurarían que eran pareja. Quizá lo serían, pero ahora no. Detrás de ese apretón de manos había una brecha en el tiempo que aún no estaba escrita.

"¿Y lo estará algún día?"

No lo sé. Eso no es ficción.

La renovaciones llegaron a sus oídos y se alegraron aún más. Se abrazaron por poder permanecer unos años más juntos. Codo con codo y con sus personajes ficticios tirando de ellos hacia la realidad.

La última noche se había convertido en una más para Stana; lágrimas. Otra vez los viejos recuerdos. Tenía metida en la cabeza la imagen de esa chica ayudando a Nathan a traicionarla.

¿Nathan había cambiado realmente?

La oyó sollozar, pero no se atrevió a molestarla. Sabía el motivo de su llanto y no quería que Stana se viera débil ante él. Se maldijo como tantas otras veces y juró hacerla feliz por siempre.

Pero las promesas se rompen con el tiempo.

"Con el tiempo. Cuando este pase, veremos qué pasa."

-Te amo- susurró Nathan y volvió a su dormitorio para relevarle las lágrimas a Stana.

-Yo también te amo, Nathan.

Y todo se volvió a parar en seco.

"Nuestra plegaria a vuelto."

Aquí tenéis (por fin) el siguente capítulo de mi historia. Me muero por saber qué os parece este pedacito de ficción.

Instagram: srta_stanatic

Nos vemos. Buena suerte en todo.

Desde que te vi, nadie nos miraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora