—¡Cepíllate el cabello, Janina! —gritaba Emma mientras le buscaba unos jeans en su armario.
—¡Me estoy cepillando los dientes! —dijo Janina aún con pasta dental en la boca—. ¡Maldita sea, Emma! ¡Hiciste que ensuciara mi blusa!
—¡Ya te escogí una mejor! —respondió con el mismo tono de voz.
Las dos se encontraban alarmadas, apuradas y desesperadas. Luego de que Berit, la empleada de los Kiefer, les avisó que Leon se encontraba en el portón, Emma se encargó de buscarle algo de ropa a Janina ya que aún se encontraba en pijama, mientras que ella se lavaba la cara, cepillaba sus dientes y ahora su cabello.
—¡Apúrate antes de que se vaya, Janina! —Emma le entregó las prendas.
—Berit le dijo que esperara un poco —tomó la ropa entre sus manos.
—Yo no haría esperar a un futbolista —dijo asomándose por la ventana del cuarto.
—¿Sigue ahí? —preguntó Janina quitándose la blusa manchada, reemplazándola por la limpia.
—Berit la dijo que esperara un poco —Emma imitó graciosamente la voz de Janina.
—En verdad, te odio, Emma —rio ligeramente—. Ya estoy lista, por favor, espérame aquí —le indicó—, si alguien llegase a entrar al cuarto y preguntan por mí, distráelos.
Emma frunció el entrecejo.
—¿Qué hay de malo en que ese chico te venga a buscar?
—Sólo te conté la versión corta de la historia, aún no termino de hacerlo y te involucré en ella —sonrió antes de cerrar la puerta de su habitación.
—Estás loca —pronunció Emma una vez que la dejó sola en la habitación.
Janina se aseguró de que las puertas de las habitaciones de sus padres y Valeska estuviesen cerradas, antes de bajar, se asomó por el barandal de las escaleras y sólo encontró a algunas personas del servicio aseando la casa; les pidió que si preguntasen por ella sólo dijeran que no la habían visto.
La casa de los Kiefer era enorme y contaba con una gran extensión de jardín adornado con una gran fuente y arbustos perfectamente podados, y no era para más si Robert ganaba dinero a manos llenas en la empresa de telecomunicaciones mientras que Hannah tenía la casa de modas en donde las prendas diseñadas poseían una etiqueta que indicaba su propia marca de ropa que, tal vez no era tan famosa, sin embargo le dejaba buenas ganancias.
A medida que se acercaba más al portón de entrada de su hogar, podía distinguir mejor la silueta de Leon. Él parecía estar viendo su teléfono mientras esperaba recargado en el cofre de su auto a que ella apareciera, pero entonces, escuchó unos pasos caminar en su dirección y levantó la vista, bloqueó su teléfono y lo guardó; sonrió en cuanto ella salió para estar al otro lado de la reja con él.
—Casi comienzo a pensar que me habían mentido cuando dijeron que no tardabas en venir —él rio.
Janina se unió a su risa.
—Lo siento, estaba en pijama y no quería aparecer así —se excusó.
—No te preocupes.
Leon se acercó a ella y la saludó con un simple roce de mejillas que le erizó la piel a Janina.
—Olvidé saludarte —mencionó apenada.
—En ocasiones, las formalidades no son del todo necesarias —dijo sin tomarle mucha importancia.
Janina asintió.
—¿Qué... se te ofrece? —preguntó nerviosa.
—Saber cómo estabas y si no te habían regañado anoche —metió sus manos a los bolsillos del pantalón.
—Estoy bien —sonrió—, y no, no me regañaron. Es solo que... a mis papás no les gusta que pase tanto tiempo sola.
—Menos mal —él alzó sus cejas—, me había preocupado.
—¿En serio? —cuestionó Janina sorprendida.
—Sí —admitió—, digo, no suelo encontrarme a una chica con tormentas en los ojos todos los días.
—¿Tormentas? —Janina alzó una ceja.
—Las mismas que puedo ver ahora —dijo mirándola fijamente.
—¿También eres poeta o algo así? —preguntó intrigada.
—No sé a qué te refieras con también pero sólo digo lo que veo, la verdad —afirmó.
Sin querer, la palabra también había salido de sus labios, y había agregado lo de poeta junto a su verdadera profesión.
—Uhm... bueno, te busqué en Facebook y... me di cuenta que... —hablaba despacio y con nerviosismo.
—Soy futbolista —completó su oración.
—Eso —rio suavemente.
—Ayer no tuve oportunidad de decirte nada sobre mí, y de hecho, ese es otro motivo por el cual vine hoy.
—¿A qué te refieres? —preguntó sin comprender.
—Quería preguntarte si te gustaría salir conmigo un día de estos —propuso.
Imaginariamente, la mandíbula de Janina fue a dar hasta el suelo. El chico del autódromo y de la cafetería había resultado ser un futbolista, mismo que se encontraba frente a ella en esos instantes y la estaba invitando a salir.
—Claro —respondió sin pensar en absolutamente nada.
Leon sonrió y asintió.
—Entonces, ¿podemos acordar una cita formal para este viernes? Claro, en el caso que no tengas algún otro compromiso.
Inexplicablemente, Janina sintió que requería ligeramente más esfuerzo para respirar por la nariz, pasó su saliva por la garganta y luego frunció el entrecejo.
—De acuerdo —aceptó algo desorientada.
—¿Pasa algo? —él se acercó a ella lentamente.
Janina no respondió, estaba concentrada en sentir los latidos de su corazón que no lograba percibir hasta que sintió la mano de Leon tomar la suya, fue cuando sus emociones se dispararon y sus palpitaciones comenzaron a ir en un ritmo más acelerado.
—Janina, ¿estás bien?
Ella dio un paso hacia atrás y recuperó los sentidos y la cordura.
—Lo siento, comencé a pensar en otra cosa. Acepto tu invitación para el viernes que viene —sonrió a medias.
—¿Segura que todo está bien? —soltó su mano y él también retrocedió un paso.
—Descuida, recuerda que soy distraída —se justificó con su broma y rio ligeramente.
—Voy a creerte —pronunció suavemente—, entonces, ¿el viernes?
—Sí —respondió convencida.
—Bien, entonces dame tu número —pidió Leon.
Ella dictó su número y él lo marcó para que también registrara el suyo, compartieron unos cuantos minutos más mientras él hacía un par de bromas y le sacaba una sonrisa a Janina. Luego, se despidieron sin tener ninguna clase de contacto físico y ella regresó a su habitación en donde Emma la estaba esperando más que ansiosa por escuchar qué es lo que había hablado con Leon.
—Dímelo todo —exigió Emma.
—¿Qué es todo? —rio Janina y se sentó a su lado.
—Lo que hablaron, tonta.
Janina le sonrió y sus ojos se iluminaron de un momento a otro.
—Me invitó a salir el próximo viernes —frunció sus labios tratando de suprimir su sonrisa de emoción.
—¡No es cierto! —Emma alzó la voz y comenzó a saltar encima de la cama.
—Baja la voz, Emma —Janina reía ante la exaltación de su amiga.
—¡Vamos, Nina! Esto no se lo puedes ocultar a tus papás —dijo Emma—, se trata de un futbolista famoso.
—¿Y tú cómo sabes que es famoso? —ella alzó una ceja.
—¿Para qué crees que sirve Google? —respondió con otra pregunta acompañada de una sonrisa.
—Cuando se te quitará lo curiosa, Emma.
—Cuando a ti se te quite lo antipática, Janina —le reprochó.
—Yo no soy antipática —dijo molesta.
—Cállate y escucha esto —ordenó Emma y Janina cruzó sus brazos—, De acuerdo con Wikipedia, Leon Goretzka es un futbolista alemán...
—No me digas —dijo Janina.
—Si no guardas silencio juro que te pondré cinta adhesiva en la boca —le reprendió Emma—. Actualmente juega para el FC Schalke 04, que pertenece a la primera división de Alemania. Es de Bochum y su fecha de nacimiento es el 06 de febrero de 1995, por lo tanto tiene 21 años; mide 1.89 m y pesa 76 kg.
—¿Qué más dice sobre él?
—Cosas de futbol que ni tú, ni yo comprendemos para nada, pero tú mides 1.71 m y acabas de cumplir 20, ya hay dos factores determinantes —sonrió Emma.
—¿De qué hablas? —Janina levantó una ceja.
Emma resopló pesadamente, parecía como si Janina nunca hubiese tenido un novio y no tomara en cuenta ciertas características de la otra persona.
—Por lo general, a los hombres les gusta una mujer más baja de estatura que ellos y a nosotras nos gusta que ellos sean más altos, y también pasa lo mismo con la edad. Si lo analizas, los dos cumplen con esos requisitos —aseguró.
—Estás hablando como si yo fuese a tener una relación con él.
—La vas a tener —afirmó.
—Estás loca —pronunció Janina con seriedad—, además tú sabes muy bien que tener un novio o algo así no es mi prioridad en estos momentos, Emma.
—Tú eres la que está loca, ¿qué acaso no te gustaría tener al tal Leon como novio? —alzó un poco la voz algo frustrada.
—A mí me gustaría no tener que preocuparme más por mi maldita salud, Emma —respondió en el mismo tono—. Hace rato, cuando hablaba con él, sentí que no podía respirar bien y mis latidos eran irregulares, ¿sabes lo qué es eso, Emma? ¿Acaso sabes lo que se siente que en el momento menos esperado pueda ocurrir algo? —argumentó entre dientes y unas cuántas lágrimas quisieron salir de sus ojos.
—Nina, lo siento, ya sabes como soy de brusca para hablar...
—Emma, tú mejor que nadie sabe por cuánto he pasado y que no hay otra cosa que desee tanto en este mundo como estar bien, los hombres buscan mujeres normales con las cuales compartir un buen rato, salir a divertirse o yo qué sé; ¿en verdad crees que un futbolista va quedarse al lado de una chica que acude a citas constantes con el doctor y que en cualquier momento puede terminar en una cama de hospital?
Janina no debía alterarse pero sus nervios habían tomado el control de su ser, de pronto, sintió que las cosas a su alrededor comenzaban a moverse en distintas direcciones, un dolor se estacionó en su pecho, el aire se cortó de sus fosas nasales y su boca no fue suficiente para inhalar lo necesario. Las imágenes que sus ojos captaban se fueron tornando cada vez más tenues y borrosas junto con las voces que aún alcanzaba a escuchar, hasta que todo pareció apagarse y la oscuridad se hizo presente.