No era fácil la vida... preferiría una y mil veces estar matando a alguien, robando, o secuestrando personas, que estar teniendo un trabajo normal y decente. Obedecer la ley ya no era parte suya, tantos años viviendo fuera de la misma, rompiéndola y haciendo cuanta cosa quisiera sin miedo, eran un hábito muy bien arraigado. Pero viendo el lado positivo, ahora sabía que ya no se retiraría de su trabajo... no hasta estar muerto.
Tras haber llegado hasta Kumogakuren , lugar donde vivía el buen amigo de Naruto. Llamado Killer Bee. Les dio alojo en su humilde mansión.
Bee al igual que Naruto también llego a pertenecer a ese pútrido mundo, pero a diferencia suya, Bee encontró a una mujer que fue capaz de sacarlo de ese mundo justo a tiempo. Mujer que ahora orgullosamente era su esposa.
No negaría que fue difícil alejarse de todo ese mundo, pero Bee no era dueño de una reputación como Kakashi, no al menos una tan peligrosa que iniciaba a cualquiera a matarte si se enteraban de que ya estabas jubilado. Pudo salir del abismo justo a tiempo. Y usando el dinero que le quedaba abrió su propio Gimnasio, y complació a su esposa con abrir justo al lado un centro de SPA. Todo unido a su humilde mansión por un pasillo que lo conectaba.
Eran inversionistas, y dueños, trabajando orgullosamente dentro de la ley, con un empleo honesto y digno. Y en caso de Bee, una forma de poder redimirse del daño que ocasiono en antaño.
Al haber llegado, Naruto explico que escapaban de Konoha, con la noble intención de retirarse y poder casarse con Naemi. La esposa de Bee, Samui, creyó firmemente en esa idea, ayudándolos. Ella sabía que no era fácil dejar esa vida, incluso ella y Bee huyeron un tiempo. Sabía lo difícil que debía ser, y sin duda alguna apoyaba incondicionalmente a Naemi.
Cuando Samui y Naemi se marcharon a darse un baño a las aguas termales de la amplia mansión, los dos hombres hablaron con la verdad. Naruto le confeso lo que ocurrió en Konoha, contando detalle tras detalle a su amigo.
El mayor no permitiría dejar a Naruto solo en esas condiciones y menos con su futura esposa... o eso creía hasta que el Uzumaki le conto lo ocurrido con ella.
Bee podría ser alguien cruel si así se lo proponía, pero jamás en su vida se atrevería a dañar a una mujer. Y eso era algo que odiaba de Naruto, ese rasgo suyo que fue implantado en él antes de conocerlo. Estaba decepcionado de su amigo, pero ya no había nada más que hacer.
Esa chica parecía quererlo aun a pesar de todo, llevándolo a una conclusión. O era muy estúpida o realmente sentía algo por el rubio de cabellos necios.
Sea cual sea... esperaba que esa chica no se arrepintiera de lo que hacía. Pero, para castigar al Uzumaki, le había prohibido dormir junto a Naemi un mes. Nada de sexo, nada de manita sudada, nada de nada que fuera solamente hablar. Ni besos, ni abrazos, ni caricias... ¡Nada! Y si le llegaba una necesidad, tenía dos manos útiles.
Claramente el rubio puso resistencia, pero Bee era la única persona que conocía y en quien confiaba, de que podría ayudarlo a protegerse a él y a Naemi, en caso de que Obito supiera donde estarían y tratara de ir por su hija.
Entre gritos y protestas, acepto de muy mala gana.
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A medida que el mes se hacía paso, Naemi notaba al rubio distante con ella. Llevándola a pensar que ya no la quería o que estaba muy enfadado con ella. Porque aunque doliera para ambos, Bee también ordeno al rubio que no debía decirle nada a Naemi.
No era por ser mala persona, ni mucho menos para lastimarlos, sino... que Bee quería comprobar una pequeña teoría. Esperado acertar y no lastimar gravemente a ninguno, emocionalmente claro.
Naruto era alguien a quien no le gustaba estarse quieto en casa sin hacer nada, así que su amigo le dio trabajo en el gimnasio. Siendo entrenador. Pero aquello solo ocasionaría más problemas. Y ese era las mujeres que ligaban a capa y espada al rubio.
El Uzumaki no era de mal ver, era el auténtico príncipe de cuento de hadas. Rubio, ojos azules, piel bronceada, y un cuerpo de Adonis.
Muchas de ellas coqueteaban descaradamente hacia él. Tanto que Bee temía que el rubio fuera infiel y terminara por revolcarse con alguna de ellas... pero, cuan equivocado estaba y cuánta razón tenía de su pequeña teoría.
Por primera vez en todos sus años, Naruto Uzumaki estaba incomodo con toda esa atención que recibía de las féminas del gimnasio. Por más que menearan sus culos hacia él, por más escotes que usaran o por más pasadas de mano a su cuerpo, no sentía nada. Era simplemente incomodo o no había respuesta en su piel como antes, que solo con una mirada bastaba para provocarlo.
Eran mujeres muy guapas, de buenos cuerpos, y de un muy buen ver. Pero él ya no sentía nada, por ninguna de ellas, y eso era algo que bien le podría alarmar, o era una señal para tener muy en cuenta.
Cada vez que lo pensaba concretamente, Naemi llegaba a sus pensamientos. La idea de verla más triste o dañarla de alguna manera revolcándose con alguna cualquiera, serle infiel... le revolvían el estómago. Pero... ¿Por qué? Esa chica era solamente su juguete... solo era y debía ser eso.
Pensar en ella, en la idea de besar sus labios otra vez, de tocar su suave y rosácea piel, sentirla sin restricciones llenaban su cuerpo con escalofríos agradables que no solamente le endurecían el cuerpo entero. Ya era especial para él, ya era importante para él. Ya le había enamorado. Pasar ese tiempo lejos, le hizo darse cuenta de cuanto le extrañaba, de cuanto le importaba, de cuanto la necesitaba.
Naemi por su parte, no evitada sentirse ahogada en celos por lo que veía cada que iba al gimnasio a entrenar o hacer algo de provecho. Se sentía mal al verlo, ver su distancia con ella, y añadiendo el hecho de ver como otras lo tocaban así, le revolvía el estómago al grado de hacerla salir corriendo buscando aire para evitar ahogarse consigo misma.
Habían pasado tanto juntos, que ahora se sentía con el privilegio de alejarla de su vida. En más de una ocasión quiso escapar... y alejarse de ese daño que él causaba, lloraba incluso. ¿Por qué sentirse así? ¿Por qué debía dolerle tanto? Él le había violado, y... ¿se sentía celosa de que ya no le hiciera caso? ¿Qué tan mal estaba ahora de la cabeza?
Extrañaba tenerlo cerca... ver su sonrisa, y escuchar comentarios que solo un asesino podría decirte salir de sus labios como lo más natural del mundo. Verlo dormir, jugar con su cabello cuando dormía, o dormir en sus brazos, sintiéndose segura de todo mal.
Samui noto su tristeza, y no evito querer ayudarle. Ella más de una vez tuvo que arrojar lejos a las zorras que se atrevían a tocar a su esposo, porque si, Bee en otros años, era un imán de mujeres. Y eso mismo le causo inseguridad, la desconfianza y el hecho de siempre pensar que le era infiel. Pero todo aquello, se quedaba en segundo plano, solo con recordar lo que él hizo por ella.
Con una idea, y una acción en pleno gimnasio, alejaría a esas zorras. Y haciendo uso de la misma idea, Samui y Naemi, se pusieron manos a la obra.
Solo un día más para que el mes terminara, y podría hacer suya a Naemi otra vez. Solo debía resistir.
Pero su resistencia estaba por ceder, al momento en que la vio llegar.
Como siempre, estaba siendo hostigado por las mujeres que le llegaron hasta con él. Trataba de apartarlas con suavidad, hasta que esa voz capto su atención. Naemi hacia su aparición hasta él, su cabello suelto como siempre, cayendo por sus hombros y espalda, un top deportivo de color negro y dos franjas naranjas a juego con un short que le quedaba a medio muslo de color naranja y dos franjas negras. Las curvas de su cuerpo expuestas de esa forma, su piel... estaba siendo el centro de atención no solo suyo, sino también de las mujeres que le rodeaban y otros mirones más.