Llevaba dos semanas encerrada en mi patética habitación sin comer por órdenes de Marcellus, nadie podía siquiera acercarse a ver si me encontraba sana y salva; realmente ese tío era un monstruo sin sentimientos, yo no hacía más que llorar y pensar en lo que sería de mi vida si yo fuese una chica normal, que pudiera ir a la universidad y estudiar una carrera decente que adoraría con el tiempo.
Pero no, mi vida era un jodido infierno del cual no saldría al menos de que me eliminaran como a millones de chicas en mi misma situación.
Pasos provenientes del pasillo se escucharon en el interior de mi habitación y me tense al instante al pensar en un Marcellus malhumorado con cara de desprecio y perversión, la puerta fue abierta con una fuerza exagerada, lo siguiente me puso en guarda de inmediato.
- Hola niñata, ¿Esperabas ver a alguien más? - Estaba shockeada, en mis ojos podía distinguir a el idiota de Sthephan, ¿Pero que demonios hace este aquí?, su mirada era pícara y podía ver en aquellos ojos claros la luz de la luna que entraba por mi ventana.
- ¿Qué hacés tu aquí gilipollas? - Su ceño fruncido lo hacía lucir aún más atractivo de lo que solía recordar, ¿Pero qué hago yo pensando en lo sexy que es este tío?, debo alejar estos pensamientos inexplicables hacia Sthephan.
- Si piensas que vine a tu rescatate querida doncella, te equivocas, no suelo fijarme en damas usadas; lo cierto es que el padre de tu querido Marcellus te mando a buscar y adivina, me mandó a mi, asi que mueve ese culote tuyo espectacular para que nos podamos ir y ver que sucede cara bonita. - Me dijo con voz sensual, era un idiota, pero un idiota muy atractivo.
La ira se me subió a la cabeza y por un momento quería partirle la cara con unos buenos guantazos, pero tenía razón yo era una dama usada.
- No te preocupes, puedo ir a donde el señor Lombardo yo sola, no necesitó de soplapollas como tu para ser escoltada cielo. - Su risa se agrandó y sólo lo escuché decir.
- Sólo apurate bonita, odio esperar. - Dicho esto, me dio la espalda para salir en dirección a el despacho del señor Lombardo.
Estaba aterrada, no sabía que querían decirme o hacerme, salí con mis piernas y mis manos temblorosas a ver que me deparaba el futuro, rogando al cielo que mi muerte fuese muy rápida y poco dolorosa.
Recorrí el amplio pasillo con una gran opresión en mi pecho que no me dejaba respirar, en cuestiones de segundos me encontraba al frente del hombre más escalofriante que había visto en mi vida, me aterraba la mirada friolenta del señor Lombardo que recorría cada una de mis facciones, sin perderse ningún detalle sobre estas.
- Mi queridisima Dasha, tiempo sin ver tu cara angelical, ¿No es así como te dice el inservible de mi hijo?, no se equivocaba tu tía al decir que serías un pago extraordinario; vamos al punto mi querida Dasha, te mande a buscar por que mi hijo está encaprichado en casarse contigo y quería escuchar tu humilde opinión. - Me tense al instante, sabía perfectamente que mi opinión no serviría de nada, Marcellus hacia conmigo lo que se le venía en gana.
Le ofrecí una de mis sonrisas nerviosas, las palabras no me salían, no sabía que responder ante tal proposición, esperaba mi muerte de una jodida vez pero lo único que iba a obtener ahora sería una indescriptible pesadilla.
Casarme con Marcellus sólo significaba una cosa, ser su jodida perra faldera, aguantar todos y cada uno de sus maltratos, no quería eso para mí vida; aunque sabía perfectamente que yo no tenía más opciones, no era dueña de mi propia vida.
- Señor Lombardo, como negarse ante tal orden de mi querido Marcellus, no podría hacerlo jamás; le soy fiel y si eso es lo que el desea entonces yo lo deseo también. - Me dedico una sonrisa exquisita, demostrando lo satisfecho que se encontraba al oír mi respuesta.
Las lágrimas amenazaban con brotar de mis ojos, pero las retengo por que se que sería una muy mala idea llorar delante de Gianfranco Lombardo, ¿Pero a quien quería engañar?, estaba aterrada y asqueada de sólo pensar en lo que sería de mi vida.
- No se diga más, hablaré con ese imbécil y le haré saber que estás dispuesta a ser su esposa aunque los dos sabemos que no tienes ni el más mínimo derecho en negarte; mi hijo te escogió como suya y así permanecerás el resto de tu miserable existencia querida. - El dolor estaba destruyendo las pocas esperanzas que aún guardaba en mi interior, pero no lo dejo, sigo de pie y logró asentir con el poco ánimo que me queda.
Al salir del despacho del señor Lombardo, corrí como pude a mi lugar preferido en la mansión, sin pensar en las advertencias de Marcellus, ya no quería seguir siendo usada por alguien que no me quería ni tan sólo un poco.
Miré el hermoso jardín que poseía la parte trasera de la mansión, repleto de arboles, hermosas flores y fuentes con un precioso estilo colonial que sólo lo hacía lucir aún más llamativo de noche que de día.
La noche abrigaba mi dolor, desgarradores sollozos brotaban de mi garganta sin poder ser evitados, pero estaba segura de que nadie más podría oírlos, nadie más que la fría noche y yo.
Mi piel se erizaba por el frío aire que me rozaba, el cielo estaba lleno de estrellas y yo no dejaba de admirarlas, de pensar en lo grandioso que sería cruzar el mundo entero y explorar cada parte que posea este.
- ¿Qué hacés aquí tan sola bonita? - Su voz era áspera, pero aun así la encontraba encantadora, en mis oídos danzaba como una canción de cuna.
Gire y me encontré con el hombre más atractivo y aterrador que cualquier chica hubiese visto alguna vez, recostado en el marco de la puerta italiana que daba acceso a la gran sala de la mansión.
- Eso no es asunto tuyo, pirate que no necesitó ver tu cara ahora mismo. - Conteste con mi voz entrecortada aún debido a los sollozos que no paraban de salir desde el interior de mi garganta.
Lucía un traje azul que le quedaba de maravilla, resaltando aún más su masculinidad; su cara se transformó en un gesto triste y como no, si mi patética voz salió como un susurro desgarrador que asustaría a cualquiera.
Lo observé acercarse a mi de una forma muy sutil, no había notado hasta ahora lo majo que se veía con las manos en los bolsillos de su traje, tomo mis mejillas aún mojadas por mis lágrimas en sus grandes manos y mirándome a los ojos susurraba palabras que no lograba entender, sus ojos me tenían hipnotizada.
- Te vez tan tierna llorando, ¿Me contarás que pudo haber sido tan terrible como para ponerte así?, con esa expresión haciéndote lucir aún más fea de lo que ya eres. - Lo empuje lejos de mi mientras el soltaba una de sus sonrisas roncas, capaces de derretir a cualquiera, a cualquiera pero no a mí.
- Gilipollas, no te diré nada, mete las narices en tus propios asuntos gusano, ¿Jamás te han dicho lo irritable y patán que eres?. - Le respondi con desprecio, el me miro con una chispa de curiosidad, como si intentará descifrar algo dentro de mi, quizás el dolor que no quería demostrarle.
En un movimiento rápido agarró mis débiles muñecas pegando así su cuerpo junto al mio; su boca rozaba el óvulo de mi oreja con una delicadeza impresionante, me estremecí como por inercia. ¿Como podía hacer responder a mi cuerpo de esta forma?, trate de zafar me de su agarre pero se me era imposible.
- Cuidado con esa boca bonita, detesto a las tías que sueltan tacos y si no la vigilas me veras obligado a enjuagarla de una forma bastante divertida querida. - Soltó su agarre con rudeza estremeciendo así mi cuerpo y se alejo de mi, pero no sin antes guiñarme su ojo izquierdo.
- Gilipollas, te detesto, no te me acerquéis nunca más o me encargaré de patear tu trasero imbécil. - Miraba su espalda ancha dejándome varada, confundida más que antes; este tío era insoportable y lo odiaba, realmente lo odiaba.
Holo Gemma en multimedia, xoxo.
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Mi Amante Infernal.
Mystery / Thriller- Mojigata ni se te ocurra fijarte en el. Dicen que una vez que te cruzas en su camino ya no hay vuelta atrás. - ¿ Porqué?, ¿Porqué tanto temor?, sólo quise ayudarlo. - Ni tu ni nadie pueden ayudarlo, estas en el jodido infierno niña; sigue las regl...