Capítulo 6

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El timbre del intercomunicador sonó al mismo tiempo que el teléfono móvil de Jürgen. 

-Yo contesto el intercomunicador. -dijo Helga y se levantó de la silla del comedor en la que estaban almorzando. Sobre la mesa se podían ver cajas de comida a domicilio ya abiertas, y cajas de jugos naturales envasados. Además de los platos y vasos que estaban siendo utilizados en ese momento por los comensales. 

-Es Hans. -dijo Jürgen luego de mirar la pantalla de su teléfono móvil, para luego ponerse el dispositivo en la oreja. -Hola Hans. 

Lucia y Luis Carlos continuaron comiendo sin interrupción y sin hacer mucho caso de las conversaciones de sus anfitriones. 

-Luis Carlos. -dijo Helga nerviosamente cuando regresó de hablar por el intercomunicador. -Tu padre está subiendo. 

-Está con Hans. -confirmó Jürgen que acababa de cortar la llamada en su teléfono. -Vinieron en el mismo vuelo de Florianópolis. Estoy seguro que él le avisó. 

-Pero, -empezó diciendo Luis Carlos, claramente molesto y de pie a un lado de su silla - ¿por qué le llamaron? No era necesario. Ya estoy bien. 

-¿No acabas de escuchar que nosotros no le llamamos? -respondió nervioso Jürgen. -Yo solo hablé con Hans. Él llamó ayer mientras estábamos en el templo. Le comenté algo sobre lo que te pasaba, pero no era para que les diga a tus padres. Eso no es mi culpa. 

-No debiste decirle, ni siquiera a Hans. -repitió Luis Carlos asustado y mirando a su alrededor sin saber en qué dirección escapar, pero consciente de que ya no había escapatoria. Tendría que explicar todo. Y todo significaba el alquiler del departamento, el abandono de la Universidad, su locura por crear mundos de sueños. Sus pesadillas. Todo. 

-No le digan nada del departamento. -fue lo único que pudo agregar Luis Carlos cuando sonó el timbre de la puerta del apartamento. 

Jürgen, como dueño de casa, no pudo rehuir su obligación y fue a atender la llamada. 

-Buenas tardes. -dijo al abrir la puerta y enfrentarse a las personas que acababan de llegar. Del otro lado de la puerta se encontraban Hans, el padre de Luis Carlos y una tercera persona totalmente desconocida para Jürgen. Los tres saludaron con la mano al anfitrión e ingresaron a la sala en la que ya se encontraban Luis Carlos y Helga. Lucía se había retirado al cuarto de Jürgen, donde se sentó sobre la cama, alejada de esa reunión que consideraba ajena. 

-Hola Helga. -dijo Hans y saludó a su amiga con un beso en la mejilla. El padre de Luis Carlos extendió su mano para saludarla, así como el otro recién llegado. 

-Hola Luis Carlos. -dijo su padre con voz severa. -Siéntate. Explícanos qué está sucediendo. No pude entender lo que me dijo Hans. Me gustaría que tú me lo explicaras con más detalle. 

-No es nada papá. Es solo que tuve algunas pesadillas. Pero ya pasó. 

-Eso no es lo que me dijo tu amigo. ¿Qué es eso de esas drogas que tomas, el apartamento secreto, y esas alucinaciones que estás teniendo? ¿En qué estás metido? -dijo el padre perdiendo la calma. 

-No es nada de eso. -dijo Luis Carlos y no pudo evitar lanzar miradas recriminatorias hacia Hans y hacia Jürgen. -Es como te dije. Solo una pesadilla. Nada más. Pero ya pasó. 

-Él es el doctor Carvalho. Por favor explícale bien toda la historia de esa tu pesadilla. No es bueno mentirle a un médico, ya lo sabes. Así que por favor, no omitas nada. -dijo el padre muy lentamente, como si hiciera énfasis en cada palabra, para que queden muy bien entendidas. Luis Carlos, conociendo a su padre, supo que no había manera de mentir. No. Esa no era una opción. 

-Perdón. -dijo Helga y empezó a levantarse. 

-Helga. Preferiría que te quedaras. -dijo el padre con una voz que no daba opción a desobedecer, incluso por una persona con el carácter fuerte como Helga, quien prefirió no desafiarlo y se volvió a sentar en el mismo lugar en el que estaba. 

Luis Carlos, imposibilitado a mentir por el fuerte condicionamiento adquirido desde su nacimiento, empezó a relatar todo lo sucedido desde la creación del club de los sueños. Solo una cosa omitió en el relato detallado de la historia. Eso nunca lo contaría. Ni siquiera a su padre. No podrían saber nunca que Lucía había robado el libro. Nunca. 

-¿Qué opina doctor? -preguntó el padre como si estuviesen los dos completamente solos. 

-Esas son alucinaciones producto de drogas muy fuertes. Ahora hay todo tipo de ofertas para los muchachos, mucho más fuertes incluso que el ele ese de. Según el relato, -siguió explicando el doctor, igualmente ignorando la presencia de los muchachos -se trata de ese tipo de drogas, que causa una confusión entre el mundo real, y las alucinaciones producidas por la droga. Al principio, las imágenes creadas durante el trance psicodélico, son agradables y placenteras, pero al final, el sentimiento de culpa y de autodestrucción que genera este tipo de drogas, convierten las alucinaciones en algo tenebroso. Algunos de los adictos, incluso llegan a suicidarse para liberarse de demonios que los persiguen. Pero no te preocupes. Por lo que veo, en este caso el proceso está en sus inicios. Con un tratamiento de abstinencia y un buen control, se puede recuperar. He tenido muchos casos exitosos con adicciones similares. No te creas, -dijo el doctor como minimizando el problema, -esto de la drogadicción, se está volviendo algo muy común en Brasil. 

-Entonces tu sugerencia profesional es... 

-Podemos iniciar inmediatamente el tratamiento. -dijo el doctor y señaló a Luis Carlos como si fuese un objeto en exposición. -Sería lo mejor para el paciente. 

-Yo creo que debería escuchar a Luis Carlos. -dijo Helga mirando al doctor. -Me parece que él tiene razón. Esto no es como usted piensa, un caso de drogadicción. Ya escuchó que incluso Jürgen tuvo contacto con un demonio, y le aseguro que él no es drogadicto. 

-Pero los síntomas de alucinación son claros... -empezó a exponer el doctor con un tono de voz que no permitía objeciones. 

-Doctor, ¿sabe qué es un sueño lúcido? -le cortó Helga con un molestia en la voz que no se preocupó en esconder. 

-No a profundidad. No es mi campo de estudio. Pero le aseguro señorita, que no es este el caso. 

-Y yo le aseguro, que usted se equivoca de extremo a extremo. -le respondió Helga recuperando la energía de su voz autoritaria. 

-Entiendo doctor. -respondió el padre con voz neutra, como si se tratara de un asunto de rutina e ignorando los comentarios de Helga. -Se hará como usted diga. 

-Y esa muchacha Lucía. -dijo él, mirando esta vez a su hijo. -¿Dónde vive? Me gustaría conversar con ella. 

-No lo sé. -dijo nerviosamente Luis Carlos. -Hace tiempo que no la veo. 

-¿Y ustedes muchachos? -preguntó el padre, esta vez mirando hipnóticamente a Jürgen y Helga. Ellos, sin poder soltar el fuerte magnetismo de esa mirada, movieron negativamente su cabeza.

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Muchas gracias por seguir la novela hasta este punto. Espero que te haya parecido muy entretenida. Te aguardo en el siguiente capítulo. Y por favor no olvides de votar por este capítulo. Es lo único que te pido a cambio.

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