"...estaría dispuesto a dejar todo por ella."
Estaba agotada de estudiar. Necesitaba salir porque me moría de calor en aquella habitación encerrada. Salí al balcón de mi cuarto y abrí de par en par las ventanas para dejar que la habitación se ventilara con el aire fresco de la noche de Los Ángeles. Había pasado la última semana reclutada en mi cuarto estudiando para los últimos exámenes del último curso en el instituto. No paraba de repetir una y otra vez todos los temas que me había estudiado.
Me cansaba.
Y aun así no estaba segura del todo de saberlo. Tenía esa inseguridad siempre en mi cabeza. No importaba cuantas veces estudiara, siempre pensaba que me iba a olvidar de algo o simplemente, la iba a joder en el examen por los nervios.
Suerte que en un par de días toda esta "tortura" acababa y podría salir cuando quisiera sin preocupaciones de dormir bien o estudiar otro tema más porque no me daría tiempo a acabar.
Suspiré sintiendo el aire entrar en mis pulmones. Tragué saliva y lamí mis labios pensando en Justin. Solamente le veía a la salida de clase porque me venía a buscar para llevarme a casa y que no me fuera sola. Luego se iba porque yo necesitaba estudiar y tenerle a él en mi habitación conmigo, era una gran distracción para mi.
Ya me entiendes a lo que me refiero.
"¿_____?" Sentí los nudillos de mi padre en la puerta de la habitación cuando pegó con su mano para llamar mi nombre.
Me volví rápidamente y me dirigí hacia la puerta para abrirla y encontrarme con sus ojos claros. Me miró con curiosidad y luego puso una sonrisa sobre sus labios. "Hola." Le contesté.
"¿Has estudiado ya?" Preguntó preocupándose por mis estudios. Siempre lo hacía... se preocupaba demasiado por ese tema.
Asentí con mi cabeza. "Si, pero creo que repasaré de nuevo historia." Me encogí de hombros mirando a mis manos para distraerme y desviar mi mirada de sus ojos.
"Deberías de comer algo _____." Su voz era suave esta vez.
Suspiré. "No tengo hambre papa." Tragué saliva. El suspiró con resignación y asintió con su cabeza.
"Esta bien. Buenas noches." Se acercó y dio un beso en mi frente. Eran las ocho y media de la noche. Le vi alejarse por el pasillo hasta que perdí su pista cuando bajo las escaleras.
Cerré la puerta y sentí mi blackberry vibrar. Cogí la llamada sin apenas mirar al identificador.
"¿Si?" Respondí.
"______." Sonreí al escuchar su voz al otro lado del teléfono.
"Justin." Me senté en el borde de la cama mirando desde allí hacia el balcón.
"¿Como estas nena?" Su voz me hizo estremecer y la forma en la que pronunciaba nena me hacía dar vueltas de alegría en mi interior.
"Cansada." Suspiré pasando mi mano por mi pelo apartándolo. "¿Y tu?"
"Lo mismo digo." Fruncí mi ceño.
"¿Porque?" Pregunté con curiosidad. Es decir... al fin y al cabo no sabía nada de eso.
"Oh, no importa." Seguí frunciendo el ceño. Eso no era una respuesta, pero sin tener ganas de discutir o llevar mas allá el tema, me callé. "¿Que si te voy a recoger y vamos a cenar?" Lamí mis labios sonriente.
"Hmmm... me parece buena idea." Al fin y al cabo, necesitaba salir de aquella habitación que se había convertido en la última semana en mi "cárcel" particular, dentro de mi casa.
"¿Esta tu padre en casa?" Mordí mi labio con nerviosismo.
"Si." Suspiré.
"Entonces, prepárate. Te espero en media hora a la salida de tu casa." Sonreí de nuevo.
"Esta bien, nos vemos." Dije levantándome de mi cama.
"Nos vemos." Corté la llamada y me dirigí hacia el baño para darme una ducha lo más rápido que pude. Es decir, llevaba todo el día en mi habitación con un pijama, estudiando... necesitaba relajarme.
Me metí en la ducha pasando mis manos por mi cuerpo debajo del agua que relajaba mis músculos y quitaba la tensión de ellos con cada gota que caía en mi piel. Me duché con algo de rapidez, sin ni siquiera tener tiempo para quedarme los cinco o diez minutos, que solía quedarme, debajo de la ducha una vez que había terminado.
Salí envuelta en una toalla y empecé a secarme mirando el reloj de mi mesilla. Tenía quince minutos para prepararme. "Mier*da. Tengo que aprender a ducharme mas rápido." Gruñí mientras corría por la habitación en ropa interior hacia mi armario. Cogí unos shorts y una camiseta corta que llegaba por encima de mi ombligo. Me encantaban esas camisetas que dejaban al descubierto mi estómago. Y además hacía demasiado calor como para ponerme mas ropa encima --no me juzgues, tu también lo habrías hecho, créeme--
Mi pelo estaba muy húmedo así que pasé mi secador de mano por él mientras le daba calor para que se secara algo. Cogí unas mi plancha y lo empecé a ondular para que quedara mejor. Los rizos caían por mi pelo dándole mucho volumen. Me maquillé dándome base para tapar las imperfecciones y las ojeras debajo de mis ojos y luego me di rímel y eyeliner.
Me rocié perfume en mi cuello y muñecas y me puse mis zapatos. Me los había comprado la última vez que había ido de compras con Ashley y me encantaban, aunque solo los había llevado una vez para ir al cine con ella una de las noches antes de que tuviera que preparar los exámenes. Llevaban algo de tacón y parecían unos zuecos, pero en realidad eran cómodos, aunque no acostumbraba a llevar ese tipo de zapatos.
Cogí mi blackberry y un bolso para meter mi cartera, llaves y mis cosas y salí de la habitación cuando sentí mi teléfono vibrar.
De: Justin
Te estoy esperando cariño ;)
Lo había recibido hacía cinco minutos. Sabía que odiaba esperar así que salí de allí lo antes posible. Bajé las escaleras de la casa y me encontré con mi padre en la cocina. "¿Donde vas?" Me preguntó dejando su sandwich en el plato para mirarme con curiosidad. Yo me acerqué a él. Su ceño estaba fruncido.
"He quedado con Ash para ir al cine a ver una película. Llevo toda la semana estudiando y quiero salir a despejarme un poco." Mordí mis labios para luego mojarlos con mi lengua con nerviosismo. Temía su respuesta.
"Oh." Parecía meditar su respuesta. "Esta bien, pero no vuelvas tarde."
"Claro." Sonreí para dirigirme hacia él y darle un beso en su mejilla. Me marché de la cocina y abrí la puerta de la casa para largarme de allí.
Vaya, hacía mucho que no ponía pegar a la hora de pedirle salir. Es decir, por el amor de Dios tenía 18 años y era mi último año en el instituto, al año siguiente iría a la Universidad... sería raro que no me dejara ir a algún sitio. Sin embargo, siempre había sido muy respetuosa con eso.
Caminé por el camino de la casa rodeado de árboles y sentí las luces alrededor del sendero que conducía al exterior de la casa. Llegué a la puerta y la abrí haciendo que la verja chirriara un poco. La cerré a mis espaldas y miré a mi alrededor y a mis espaldas, comprobando que nadie estaba a la vista y nos podía ver.