El alma casi se me sale del cuerpo cuando por fin llego al aula y veo la puerta cerrada. No creo que el profesor Mcabi me deje pasar contando que ya se terminó la hora de tolerancia, pero si no entro tendré falta, y eso sería peor que cualquier retardo o castigo que pueda recibir, así que de manera resignada toco la puerta, que al instante se abre, dejándome ver al profesor moreno y calvo, parado frente a mí, aún con el libro de trabajo aferrado a su mano libre.
—Señorita Adams.
—Profesor Mcabi, ¿puedo entrar a su clase? —murmuro con la voz temblorosa. Jamás había llegado tarde a ninguna de mis clases, así que por supuesto que estoy muy nerviosa de lo que pueda ocurrir, aun cuando sé bien que soy la alumna preferida del profesor.
—No es común que usted llegue tarde Señorita Adams, así que espero que la impuntualidad no se le vuelva un mal hábito. ¡Entre! —agrega al mismo tiempo en el que entrecierra sus ojos y se mueve de la puerta para darme el paso.
—Gracias.
«Por favor, que no me de castigo, que no me de castigo, que no me de castigo.»
—Y no crea que este retardo se quedará así, claramente su impuntualidad va a tener un castigo.
Después de todo, mi día si podía empeorar.
—Si profesor—respondo casi en un susurro, asintiendo con la cabeza y adentrándome en el salón al mismo tiempo en el que mi vista recorre todas las bancas que hay en busca de una que esté vacía, hasta que mis ojos se detienen en un lugar libre que se encuentra al fondo del aula.
«No dios, ¿Por qué justo en este momento eres tan cruel conmigo?, ¿No te bastó con el castigo que el profesor Mcabi me acaba de dar?»
Inspiro profundo antes de caminar de mala gana en dirección hacia el único lugar que está disponible, que casualmente es el que está justo a lado y en la misma mesa en la que se encuentra sentado Nataniel.
No digo ni hago ni un solo gesto porque se bien que todos me están mirando fijamente, lo que me sorprende, pues a quien deberían de mirar de forma extraña es a Nate, no a mí. Después de todo, él no forma parte de esta clase, y si algo odia el profesor Mcabi es que entren personas ajenas a su clase, y más sin su permiso.
—Creo que has llegado un poco tarde—la voz grave de Nate apenas si se escucha en un susurro audible en cuanto me coloco de manera silenciosa a su lado.
Lo miro por encima de mi hombro mientras mis puños se cierran con brusquedad.
—¿No crees que a esto se le puede llamar acoso? —balbuceo, cuando me cercioro de que nadie me está viendo ya, y en su lugar están prestando atención a la clase que prosigue con un tema que iniciaron antes de mi interrupción—Primero intentas golpearme con un balón, luego te vas a vivir frente a mi casa y ahora estás en la misma clase que yo, sentado a mi lado, teniendo ésta absurda conversación conmigo. Creo que esto ya es demasiado—susurro por lo bajo, mientras fijo mi vista en el pizarrón, fingiendo que estoy prestando atención a la clase. Lo que menos quiero es tener otro regaño en la misma clase, y más si es por culpa de Nate.
—Siento que estás exagerando Keyla, porque así como lo dices suena peor que una película de asesinatos.
—No estoy exagerando Nate, es demasiado raro encontrarte en cada lugar al que voy, justo como ocurrió todo el fin de semana.
—Hablando de fines de semana—agrega por lo bajo, mirándome de soslayo—¿Qué significa todo aquello que ayer me dijiste?
—¡Tú dímelo!, Eres tú el de los secretos.
—Lo dices como si fuera un asesino que no quiere confesar sus crímenes.
—Entonces responde a lo que ayer te pregunté, ¿qué es lo que eres en realidad Nate?, ¿de verdad eres un ángel o algo parecido a ello?, ¿qué haces realmente aquí?
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Camino a la salvación
FantasyKeyla Adams es apenas una adolescente de dieciocho años que aprende a vivir su vida diaria como cualquier otra persona. Siempre ha estado acostumbrada a vivir en un mundo de confianza y verdad con las personas que la rodean, hasta que su destino la...