Odiaba que el tiempo se pasase tan rápido, porque en lo que parecieron minutos, el último día de Evan en Arizona había llegado.
Y mentiría si dijera que quería que se fuera, pero para entonces, sólo quedarían seis días antes de tener que tomar un avión de vuelta a California, y todo volvería a la normalidad.
O tal vez no.
Porque desde de que Evan había venido aquí, nuestra relación había terminado de cambiar por completo. Ahora no éramos el fallido intento de mejores amigos, éramos algo más, sólo que no podía exactamente definir qué.
Sólo estoy segura de que era mil veces mejor. Seguíamos peleando por tonterías, pero eso ya era parte de nuestra naturaleza, porque nuestras personalidades chocaban, y eso no podíamos evitarlo por ningún medio.
No obstante, no iba a preocuparme por eso ahora. Aprovecharía mi último día en Arizona con Evan, al máximo.
En la mañana de ese día, me levanté temprano y me vestí con un suéter holgado, pantalones de yoga y botas UGG. Peiné mi cabello en un moño malhecho, y bajé las escaleras en dirección a la cocina para tomar algo de comer.
Cuando me adentré en la habitación, Caitlin estaba allí en pijamas, con el cabello vuelto un desastre, y un vaso de agua a medio tomar.
―Buenos días, Cait ―la saludé. Ella se sobresaltó, porque seguramente no me escuchó entrar y luego resopló con alivio.
―Oh, hola. Me asustaste ―contestó ella, bebiendo el contenido que restaba en su vaso―. ¿Por qué estás despierta tan temprano?
La respuesta era obvia: Evan, así que luché por reprimir una sonrisa y preferí no decírselo porque luego empezaría a parlotear y a contarme cosas que Evan haya presuntamente dicho, aunque lo conozca lo suficiente para saber que él jamás diría algo así, y así sólo acercarnos más.
―No lo sé, me desperté para ver la hora y después no pude dormir más ―respondí, abriendo el refrigerador y ojeando en su interior―. ¿Y tú? ―le pregunté.
―Vine por agua, hablé con Josh por teléfono durante toda la madrugada ―me relató, sonriendo tontamente al mencionar el nombre de su novio.
―Qué bien ―expresé, tomando un panecillo con relleno de fresa.
―Sí... Aunque ya voy a la cama otra vez, muero de sueño ―resopló, pasando una mano por su pelo oscuro―. Nos vemos en la cena ―se despidió la morena. Dejó el vaso en el lavaplatos y abandonó la cocina para dirigirse al dormitorio de huéspedes.
Mordí mi panecillo, deleitándome con el dulzor de la mermelada de fresa, y me senté en uno de los taburetes frente a la isla. Minutos después, la siguiente en hacer acto de presencia fue mamá.
―Buenos días, Britt ―dijo ella, vistiendo pantalones negros, y una blusa cuello de tortuga gris, lista para iniciar el día.
―Buenos días, mamá ―contesté, terminando mi panecillo.
―¿Cómo amaneciste? ―inquirió ella, acercándose a los estantes superiores.
―Pues bien, ¿y tú?
―Igual... Por cierto, ¿qué crees que debería hacer hoy para desayunar? ―me preguntó, mordiéndose el labio, mientras observaba el interior de los armarios.
―¿Qué tal tortilla española y pan tostado? ―propuse, a lo que ella asintió.
―Sí, buena idea ―certificó, alargando su mano para alcanzar el aceite y después colocarlo sobre la encimera.

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Mi dulce pesadilla ©
RomanceLlega el momento, y tras obtener una beca, Britney se va a la universidad, por fin cumplirá su sueño. Llena de emoción, y altas expectativas, no tiene la menor idea de lo que se encontrará. Mientras que Evan Walker, un joven despreocupado y mimado...