Capítulo III: Muerte o Victoria

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Quinquerreme que transporta tribunos y soldados de Myrtana a Krugtaín.
Pero tenía que ganarse el apoyo del pueblo para eso. Con suerte podría hacerlo en esta misión. Si algo había que quería era el trono donde se sentaba el emperador de Myrtana. Nada puede con el imperio. Pero para poder hacerse con el necesitaba poder. Sus hijos se sentirían orgullosos de su padre, sus nietos escucharían legendarias historias de como derrotó a un emperador loco. Pero para que la gente considerase loco a Rhobar III primero tendría que ganarse su apoyo. Derramar el veneno en el pueblo, dándoles a saber lo que era (en realidad no) su emperador. El fingiría haberse dado cuenta muy tarde para como salvarlo y atacaría al emperador con las legiones que este mismo le asignó. Solo necesitaba un poco de fuerza de voluntad. Sus canas le recordaban que se hacía viejo y que cada verano le acercaba más a su último verano. Recibió una carta de los senadores que le apoyaban, de los que no le apoyaban y de los que se podrían sobornar o chantajear. La mayoría estaba de su parte, pues este emperador había creado algunas leyes ridículas como admitir otras razas (solo de turismo) en la ciudad. Era una de las cosas que más le había molestado al senado. Todo iría bien si no se encontraba a el descendiente perdido de el antiguo emperador. Normalmente, este descendiente ya habría tenido otro descendiente. Así que probablemente tuviese unos veinticinco veranos a lo sumo el descendiente de este.
Lo que no sabía, era que al que buscaba estaba muerto.

Más allá de las Montañas Gordo y Desgarro del Cielo.
Rhobar. Le había estado observando. Lástima que Algruk intervino en sus observaciones. Por suerte Getzolk IV le ayudaría en todo lo que necesitase. Solo una falsa mentira de poder (en realidad no era falsa del todo, pues le daría suficiente para matar a Rhobar) podría abrir de una vez el portal. Sangre intachable de monarcas. Y si eran de emperador, mejor todavía. Aunque perdió hace horas su conexión con Rhobar (pues ya no le molestaba) creía que era solo por culpa de Algruk. Miró su vasto ejercito, y se dió cuenta de que no era suficiente. Ya no podía crear más orcos, y eso era malo. ¿Como derrotar a un Imperio de más de un millon de entrenados, disciplinados, infalibles legionarios, con cien mil brutos orcos? Bueno, cien mil creó, pero estos están cayendo como moscas.
-Señor -dijo un orco que entraba- traigo noticias del continente.
-Dime
El orco se arrodilló (por la presión del aire ejercida por el demonio) y dijo:
-Los morras se están empezando a mezclar. El senado ha considerado aceptable que las demás razas bajo el dominio imperial puedan alistarse al ejército. Pero nunca como legionarios, si no como auxiliares. Además, se cree que el antiguo emperador tiene descendencia. Eso tiene al actual emperador preocupado. No hay nada más que reportar, mi señor.

Le sorprendió la disciplina que tenía ese orco. Normalmente decían palabras sueltas como: "morras", matar, imperator, rrorca (razas) y cosas por el estilo.
Se fijó en que pertenecía al intento de guardia de élite que tenía. No eran más de cincuenta. Lo que le llevó a otra cuestión. Los pretorianos. La mejor guardia imperial, de cinco mil hombres, que se dice son capaces de exterminar un ejército ellos solos. Lo mejor entre los prodigios en armas. Solo humanos. Su conquista se veía seriamente afectada por el hecho de que sin portales, no podría traer a sus queridísimos hermanos a este mundo. Él, pudo llegar a Krugtaín porque Algruk le envió hacia lo que hay más allá del planeta, y cayó por mucho tiempo, hasta poder volver. Era un problema serio. Sus poderes habían menguado, y estaba débil. Necesitaba liberar a su amo. Pues las recompensas serían gigantescas. Pronto, Myrtir, devorador de mundos, volvería a ser libre.

Campamento general de la retaguardia orca. Durante el combate.
Con su gladio clavado en el pecho de su enemigo, Rhobar gritó:
¡He aquí vuestro fuerte y grandioso general. Vuestro líder! ¡Muerto a mis pies!¡Pobre del que no cumpla el tratado! ¡Habéis probado el filo del imperio!¡Rendíos, o pasaremos vuestra cabeza por la espada!
Miró a todos los orcos cercanos y a la cabeza del general a sus pies. Su armadura estaba destrozada. El tajo que le hizo el orco había destruido totalmente tres de las doce placas de acero y hecho un pequeño agujero en la cota de malla, pero nada más, ni siquiera sangraba. Con un rápido movimiento de manos, pudo girar su gladio a tiempo y decapitarle.
Ya casi se había acabado el combate. Solo que ahora venía lo peor. Vió a Elizabeth atras y le dijo:
-¿Y el plan?
-Las águilas son el orgullo de una legión. Solo nos falta saber que es lo que esconden en sus nidos.
Bien. El plan fue bien, solo faltaba registrar el cofre. Todo había ido bien. Demasiado.
-¡Avrelio!
-¿Sí, Rhobar?
- Que se encarguen de construir aquí un fuerte de verdad. Uno imperial.
-¡Pero si hemos ganado!
-No, Avrelio. La batalla acaba de comenzar.
Y con estas palabras se dirigió hacia lo que más le preocupaba. Sabía lo que haría un general imperial COMÚN, esperar a los refuerzos. Pero Quinto, no era un general común. Y eso le preocupaba.
-¿Que pasa Rhobar?
La larga cabellera negra de Elizabeth ondeaba con el viento.
Rhobar la miró, se giró y contempló el horizonte. Se estaba poniendo el sol. La lucha se había prolongado mucho. No capitularán ahora. Rescatarían a Quinto, costase lo que costase.

Destrong: La caída de un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora