Un grano en el culo

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Silenciosamente me deslizo por el desierto pasillo, haciendo el menor ruido posible, hasta llegar delante de una gran puerta de madera.  

"No está bien, no lo hagas" 

Demasiado tarde, conciencia. 

La abro cuidadosamente, no querría que la directora me oyera. Si me descubre esta, volaré al momento de la academia, literalmente, me echará de una patada. 

Pero ya me preocuparé más tarde del puntiagudo zapato de la dire violando mi hermoso culo.  

La puerta se abre, pero siento como algo minúsculo va subiendo poco a poco por mi cuerpo. Y es que le tengo un enorme terror a cualquier cosa diminuta (insectos, en su mayoría) que pueda moverse. 

Me concentro en el pomo de la puerta, mi mano tiembla. La maldita cosa llega a mi cuello, y como si no fueran mucho las incómodas cosquillas que me está haciendo, decide atraerme la atención nada más ni nada menos que ¡Mordiéndome! 

De mi boca sale un grito gutural, seguido de unas blasfémias incoherentes dichas con una voz que parece la de una vieja perra en celo, pero unas octavas más agudas. Y es que no soy demasiado delicada cuando me enfado, que digamos. 

-¡Me cago en la madre que parió a los muertos del grillo que se hospedaba en el Haití de las malditas tarántulas de pelo verde! 

Entonces salgo corriendo como alma que lleva al diablo, eso es lo que uno acostumbra a hacer cuando siente como si le hubieran metido mil cuchillos en el cuello. Pero como que soy taaaaaaan cuidadosa, no me fijo por donde voy y en menos de un milisegundo estoy encima nada más ni nada menos que de... ¡Sorpresa! Mi "querido" profesor de literatura. 

Nunca me ha caído bien, ni él ni la materia que imparte. Aunque bueno, no puedo negar su atractivo físico, ¿qué chica no se derrite por un chico pelinegro, de ojos verde azulado eléctrico (mentira, son de un aburrido marrón, pero me gusta fantasear)? Debe tener como veinte años, mmm... 

Mientras yo pienso estas bobadas, él, como buen patán que es, decide enviarme de bruces contra el frío mármol. Me mira con diversión. 

-¿Se puede saber por qué se tiró encima mío como si su vida dependiera de ello?- Al ver que no respondo, mira por encima de mi hombro y una sonrisa socarrona aparece en su rostro al ver la puerta abierta - Ya veo... Me puede explicar ¿qué hacía en la ala oeste, después del toque de queda y, como si no fuera mucho ya, alterando el descanso de sus compañeros? -le miro burlona, y el me devuelve la mirada algo confundido. 

-Y usted, ¿qué hace a estas horas por aquí? - enseguida se pone a la defensiva, y me restrega por la cara mi estatus inferior al suyo. 

-Eso no le incumbe a usted, señorita Jones- Le miro con una ceja levantada, qué bajo que ha caído. 

- Mire profesor, le propongo un trato. Usted no dice nada de mi pequeño desliz y yo me callaré los detalles de su hobbie, ya sabe, eso que hace con los calcetines de las alumnas antes de enviarlos a la tintonería de la esquina. 

- ¿Cómo sabe eso?- está pálido, le tengo en la manga. 

-Eso no le incumbe a usted, señor Carter- Repito con desdén su anterior respuesta-.Ahora dígame, ¿acepta? 

-De acuerdo, acepto- Dice él a regañadientes- ,pero que no se vuelva a repetir. 

-Sí ,claro- Mi voz está llena de sarcasmo, de verdad que no soporto a este profesor, es como un grano en el culo.

Mi "querido" profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora