#7.- Three Wishes

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~Narrador Omnisciente~

La noche había caido sobre el mundo mortal y más arriba, en el cielo de las nubes, la oscuridad era la misma salvo porque era más limpia, pura y natural que la otra.
Todo estaba tranquilo y sumido en un silencio acogedor y agradecido... pero una sombra se deslizaba por entre los panteones y edificios de piedras blancas o de tonalidades marfiles.
Se movía con sigilo por cada calle, por cada nube, por cada esquina... su objetivo era llegar hasta el borde del lugar y, cuando vio todo despejado, se lanzó a una desesperada carrera a través del vaporoso manto.
Corrió y corrió, tomando impulso de sus alas, las que aún no podía controlar bien por el largo periodo de tiempo que estuvo literalmente sin ellas.
Lo que hacía estaba incluso más mal visto que sus dos anteriores pecados, pues este englobaba muchas infracciones que no conocían el perdón, mas a él no le importaba eso. Tan sólo deseaba lanzarse al mundo mortal de nuevo. Sí, al mismo al que aborreció y odió durante seis años pero al que al final acabó amando por culpa de una sola persona.
Ella.
Ella era la causa de su temeraria y alocada decisión, pero para él, la chica valía más que mil veces el sentir la espada Excalibur rebanar sus extremidades emplumadas.
Estaba a punto de llegar, mas de pronto un estruendo sonó a sus espaldas.
El que huía ni siquiera miró hacia atrás pues sabía lo que vería. Por el contrario, se lanzó sin titubeos al vacío.
El ente superior no logró atraparlo a tiempo aunque, cegado por la más tenebrosa ira, rugió y lanzó un rayo de luz plateada letal que le asestó un golpe fatal a las alas del ángel, quien profirió un grito de dolor desgarrador mientras caía en picado envuelto en esa descarga de electricidad.
Más truenos y relámpagos comenzaron a arañar el negro firmamento, dejando las correspondientes estrías a su paso por unas milésimas de segundo.
Esa noche, Dios perdió por primera vez y un alado consiguió escapar con total seguridad de su creador.
La prueba estaba en su ya no movilidad de sus alas.
Él intentó planear, de todas formas, para no estrellarse tan a lleno en la superficie terrestre, en la que al final dejó un corredor de arena y luego un cráter de tres metros de ancho y cinco de largo.
El ser tosió, atosigado y adolorido por el impacto... aunque pronto se dio cuenta de que lo había conseguido. Había escapado de Dios y ya nunca volvería a ser víctima de sus andanzas puesto que su castigo sería el de vagar por el mundo hasta su muerte, sin poder volver a usar sus alas.
El ángel se miró esas preciadas extremidades que le brotaban de la espalda. Las plumas estaban sucias, descolocadas, quemadas e incluso podía asegurar que se había fracturado una.
A pesar de ello sonrió y, tomando una gran bocanada de oxígeno, levantó los brazos hacia el cielo con cierto gesto obsceno en su dedo corazón de ambas manos.

-Ya no puedes tocarme, Padre- habló en medio de la nada.

Sin embargo, sí que fue oido por su destinatario y por otro receptor más.
El primero lanzó un tormentoso trueno y el segundo, bueno, el segundo reía con alegría y orgullo mientras se acariciaba la larga y espesa barba blanca.

-Lo has conseguido, joven. Ahora ve a por ella- murmuró, viendo como el ángel otra vez caido les daba la espalda y caminaba lejos de ellos.

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~Narra Sonya~

La vuelta a casa caminando de hoy estaba siendo un martirio.
Freya se había quedado en sus actividades de club y el cielo negro no paraba de mandar hordas de furiosos glotones de agua que te golpeaban el cuerpo una vez esquivaban el paraguas, que tampoco podía hacer mucho contra el violento viento casi vendaval que amenazaba con hacer volar a la gente de un momento a otro.
Aferré el bastón de madera de la tela protectora cuando pasé ante un callejón por el que una fortísima corriente de aire transcurría invisiblemente a través de sus negras y tristes paredes.
Iba a pasarlo ya pero de pronto una mano me apresó la muñeca y me dio un bruto tirón.
Gemí por la sorpresa y luego chillé por reconocer lo que me estaba pasando. El paraguas salió aventado de mi mano por una ráfaga de viento que lo llevó hacia el encapotado cielo, ya demasiado lejos como para recuperarlo.
Pero ese no era el mayor de mis problemas. Me estaban atrapando.
Iba a gritar, mas otra mano me tapó la boca a la vez que con la otra que aferraba mi muñeca logró apretarme contra la pared del callejón.
Pataleé y me revolví lo más que podía pero no conseguía liberarme.
Entonces oí su voz y lo miré por primera vez.

Three Wishes [#Levi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora