Capítulo 7: Una nueva ciudad, una nueva vida

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Una nueva ciudad, una nueva vida:

       

Habían pasado seis meses desde que Drak descubrió su pasado. Al principio se sintió perdido ante el cambio de perspectiva que le había causado la noticia, pero con el paso de los meses empezó a aceptar su destino aún sin saber lo que le depararía.

La instrucción había sido rápida, en dos meses Virrel y él ya eran guardias de la ciudad y hacían rondas nocturnas de vez en cuando. Desde las primeras semanas de entrenamiento Drak destacó en todas las disciplinas bélicas, tanto en el manejo de la espada como el del arco. En un mes había conseguido vencer a su propio instructor en un duelo con espadas de madera dejando a todos boquiabiertos. El mismo Drak se sorprendía de sus dotes, pues le salían automáticamente movimientos que desconcertaban al rival y le permitían vencer con facilidad.

Virrel debido a su fuerza también destacó en combate, pero se veía superado por rivales más rápidos. A pesar de ese defecto se notaba que podría ser un buen soldado.

Esa noche, Drak vigilaba los alrededores del castillo. Las calles empedradas estaban resbaladizas debido a que no había parado de llover en todo el día y la noche. Era febrero y los días grises y plomizos de Ridebor, con sus lluviosas noches de invierno, habían llegado. Ataviado con su armadura plateada de soldado de Hurben, Drak recorría los estrechos pasillos entre las casas de madera y piedra de la capital del reino. Llevaba una espada corta en el cinto y un sencillo yelmo de guardián.

La lluvia repiqueteaba sobre la bruñida superficie de la armadura y un viento helado soplaba en esa desapacible noche. Todo estaba tranquilo.

 Era cerca de las cinco de la mañana cuando algo llamó la atención de Drak. Le había parecido ver una sombra deslizándose rápidamente por una callejuela. Por si acaso y por combatir el aburrimiento, aceleró el paso sin hacer ruido y se asomó por la esquina. Una persona vestida de negro apareció en la calle siguiente.

-¡Alto, guardia de la ciudad!- Se identificó y empezó a correr hacia él.

La figura al momento salió corriendo y dobló la esquina. Al llegar a dicha esquina vio que era un callejón sin salida y que el extraño personaje le esperaba de pie sin moverse.

-¿Quién eres?- exclamó Drak.

 El presunto intruso llevaba la cara tapada con una especie de pañuelo negro que le rodeaba la cabeza y parte del torso. Ni se movió. Permaneció en la misma posición como si no fuera él el interpelado.

En ese momento el joven guardián sintió algo moverse detrás de él. Se fue a girar cuando oyó un fuerte golpe a escasos centímetros de su cabeza. Un cuerpo se desplomó a sus pies. Tenía exactamente el mismo aspecto que la extraña persona a la que estaba intentando detener. Un río de sangre empezó a brotar de su cabeza.

-Drak, un poco más y no lo cuentas.

Delante de él estaba Virrel. Su amigo le había salvado de una muerte segura. El cadáver que reposaba a sus pies, llevaba una singular daga muy ornamentada en una de sus inanimadas manos. Su compañero, vestido con la misma armadura que Drak pero mucho más grande, le había hundido la sien de un soberbio y letal puñetazo.

El otro intruso se dio la vuelta y saltó el muro que le impedía la huida con una pasmosa agilidad. Los amigos empezaron a correr hacia la pared que había saltado el desconocido.

-Podrías haber usado la espada, pedazo de animal.

-Es que no me acostumbro, además mis puños son más rápidos que mi espada.

Virrel lanzó literalmente a Drak hasta el borde superior del muro de piedra, mientras que él de un salto se encaramó. Todo esto surgía sin tener que planearlo, entre ellos existía una especie de telepatía alimentada por haber crecido juntos.

Azote de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora