Cuando llegó a casa fue recibido por el silencio. Las luces estaban apagadas y la oscuridad comenzaba a ocupar el lugar del atardecer. Dejó la pequeña rebanada que había comprado en la cocina, subió las escaleras y entró a la habitación. De nuevo, Kei se encontraba recostado en el suelo, sus pies apoyados sobre la cama y una almohada bajo su espalda. Verlo en esa posición ya era muy común. Normalmente leía un libro para matar el tiempo pero esa vez el sueño lo había vencido y dormía profundamente. Kuroo sonrió al verlo, tomó la cámara que había comprado hacía meses y sacó una foto. Otro perfecto recuerdo. Se acercó a él, besó su frente y posó su mano en su abdomen.
— Hija — Susurró — Llegó papá — Sonrió al sentir una patadita — No le diste problemas a Kei ¿Verdad? — De nuevo otra patadita — Buena niña. Y cómo se portó mamá — No sintió patada alguna y rio — Tienes razón, mamá es un gruñón.
— Te dije que no me llamaras de esa forma — Habló con tranquilidad.
— ¿Kei? Perdona si te desperté — Se disculpó.
— Está bien. Ya estaba despierto — Comenzó a levantarse y Kuroo le ayudó — Llegaste un poco tarde.
— Ah... no pienses mal — Comenzó a hablar con nerviosismo — Fui a comprar unas cosas y te compré una rebanada de pastel, es pequeña pero es tu favorito. También te avisé que llegaría tarde. De verdad lo hice, no pienses mal. Es más — Observó su reloj — Llegué cinco minutos antes de la hora que te había dicho, lo juro.
— Está bien, no estoy molesto.
— ¿De verdad?
— Sería absurdo hacerlo.
— Ah, claro — Suspiró aliviado. Kei parecía estar de buen humor — Qué tal tu día.
— Cansado ¿Y el tuyo?
— Maravilloso — Sonrió — Tuve muchos informes que llenar, fui de un lugar a otro, por poco y no llego a una junta importante y Bokuto hizo un desastre.
— Eso no es un día maravilloso.
— Claro que lo es. Porque llegar a casa para verte hace que todos mis días sean maravillosos.
— Tetsuro, no digas cosas tan vergonzosas.
— Pero es la verdad — Lo abrazó — Y ahora tengo dos maravillosas razones ¿Verdad hija? — De nuevo otra patadita lo hizo sonreír.
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Conforme pasaban los días, su incomodidad aumentaba. Se encontraban en verano y con su estado, el calor era insoportable. Dormían con la ventana abierta y el aire acondicionado encendido pero no era suficiente. El dolor de espalda, los calambres y el movimiento de su hija tampoco ayudaban en nada. Observó a Kuroo y no pudo evitar sentirse celoso: Acostado boca abajo, con una almohada haciendo presión en su cabeza. Uno que otro ronquido delataba lo profundo que dormía. Se veía tan cómodo y eso le molesto. Le dio un pequeño golpe en la cabeza pero no se movió. De verdad estaba profundamente dormido.
Con cuidado se levantó de la cama, apagó el aire acondicionado y cubrió al mayor con la sábana. Aun con el calor del verano debía cuidar que no pescara un resfriado. Dormir sin playera era un hábito que nunca le pudo quitar, al igual que dormir en esa incómoda posición ¿Acaso no le costaba respirar? Esperaba que su hija no tuviera esa mala costumbre. Observó el reloj y suspiró cansado. Otra noche sin dormir bien.
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— Buenos días Kei — Lo abrazó — ¿Cómo durmió la madre de mi hija?
—En primera, te dije que dejaras de llamarme así y en segunda — Se separó del abrazo y siguió preparando el desayuno — No muy bien — Bostezó — Tu hija no dejó de moverse en toda la noche.
— Que te puedo decir — Tocó su abdomen — Activa igual que su padre — Besó el cuello de Kei.
— Espero y sea lo único — Volvió a bostezar.
— Que cruel — Comenzó a arreglar la mesa — Y cómo van los dolores de espalda.
— Sólo diré que tu hija crece cada día — Bostezó de nuevo.
— Kei — Se acercó y observó su rostro somnoliento — ¿Dormiste toda la noche?
— Dormí lo suficiente — Fue su única respuesta.
Desde ese día su preocupación hacia Kei aumentaba. Lo ayudaba en todo lo que podía para que durmiera pero no era suficiente. El problema no era el tiempo para descansar, el problema era que no podía hacerlo a gusto. Debía buscar una solución rápido y nada mejor que una persona que hubiera pasado por lo mismo.
— Bro — Habló mientras revisaba unos informes — Necesito tu ayuda.
— Oh, creí que nunca llegaría este día — Sonrió y le quitó los papeles que traía — Pero no te preocupes, el grandioso Bokuto Kotaro te ayudará — Rio y observó las hojas. Al cabo de unos segundos se las devolvió — Lo siento pero está fuera de mi área de trabajo.
— No me refería a eso — Dejó los papeles en el escritorio — Es sobre Kei.
— ¿Problemas matrimoniales? Porque si es eso, ni cómo ayudarte.
— ¿Qué? ¡No! Nuestro amor es tan intenso como el primer día.
— ¿Aquél día en el que lo besaste en medio de un partido?
— El punto es — Ignoró lo último que había dicho — Que sus dolores no lo dejan dormir y se levanta más temprano de lo normal. También se mueve mucho por las noches, parece que no encuentra una forma cómoda para dormir. Me preocupa que no descanse en el estado en que está.
— Ya veo — Asintió — Creo saber lo que necesita pero — Lo observó con seriedad — Prepárate para las consecuencias.
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— ¡Kei! — Gritó mientras entraba a la casa — Ya llegué.
— Bienvenido — Se escuchó desde la cocina — Acaba de llamar Akaashi-san, dice que... ¡Qué rayos es eso! — Preguntó al verlo.
— Es una almohada especial para ti — Sonrió y le mostró el largo cojín que llevaba en brazos — ¡Y mira! Tiene estampados de gatitos y pasteles de fresa ¿No es lindo?
— No la quiero — Habló con seriedad.
— Te ayudará con tus problemas para dormir. Sólo tienes que abrazarla y listo.
— No voy a hacer eso, no soy un niño.
— Pero es para que puedas dormir mejor.
— No voy a poner esa cosa rara en mi cama.
— Sí lo harás.
— ¡Claro que no!
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Los minutos que pasaban se le volvían eternos. Daba vueltas de un lado a otro y con dificultad podía conciliar el sueño. Se incorporó en la cama y sus ojos se enfocaron en esa almohada que el mayor le había regalado hacía días. La observó por un momento y después a Tetsuro, lo movió y le habló pero no obtuvo respuesta. Se mordió el labio inferior y con vergüenza tomó la almohada. Bien, sólo la probaría por un momento y después la regresaría a donde estaba. Nada más.
Un pequeño sonido lo había despertado, mas no abrió los ojos. Estaba tan cómodo que no quiso levantarse. Se dio la vuelta y escuchó otro "Clic." Abrió los ojos para saber el origen de ese sonido y un tercer "Clic" se escuchó. Kei contuvo el aliento al descubrir a Kuroo al lado de él, con cámara en mano y sonrisa en el rostro.