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Camino por la arena, cubierta únicamente por mi bikini azul strapless con mi iPod en la mano y mi toalla colgando de mi brazo. Pese a que era de noche, reinaba un calor abrazador. Me dirijo al camastro más cercano casi a ciegas, percatándome de que la playa estaba casi desierta, excepto por tres chicos que surfeaban, que al parecer, sólo uno sabe cómo hacerlo bien. "¿Qué idiota surfea a estas horas?", pienso.

Me recuesto sobre el camastro y me cobijo con la toalla, aún húmeda. Me coloco los auriculares y contemplo las estrellas que yacen inmóviles alrededor de la luna.

Mientras mi iPod reproducía I Won't Give Up de Jason Mraz me pregunté qué será de Emily ahora. ¿Seguirá odiando este bikini? Recordé cuando fuimos juntas a comprarlo a Victoria's Secret para nuestras vacaciones en Los Cabos. Nos probamos una docena de bikinis cada una y salíamos a modelarlos, mientras nos partíamos de risa. Cuando me probé éste bikini azul me enamoré de él pero Emily lo encontraba asqueroso, pues su tía abuela tenía uno similar.

Unas voces masculinas amortiguadas por la música interrumpieron mis pensamientos.

— ¡Hey, Muda!—al oír esa palabra sé perfectamente de quién se trata. Al abrir los ojos confirmo mi teoría, es Bruce y su amigo, El chico fantasma.

— ¡Vaya, pero si es la chica bikini del elevador! —Se aproxima El chico fantasma, seductor—. Soy Christian, un placer.

—Eh, no llevaba bikini aquel día—balbuceo, ruborizada por el comentario y me miro los dedos, cohibida. Mierda, ¡está guapísimo!—. Soy Aria.

— ¿Te importa si te acompañamos?

—Ningún problema.

Bruce y Christian se sientan sobre mi camastro, haciéndome rebotar ligeramente.

—Entonces... —comienza Christian, sacando una cerveza de una bolsa de papel marrón—. ¿Bebes?

—No —espeto y me miro los dedos.

— ¡Uff! Santurrona, ¿no? —suspira Bruce casi para sus adentros, bebiendo un sorbo de cerveza—. Entonces, ¿qué aprendimos en la misa el domingo pasado?

Bruce suelta una burlesca carcajada y hace chocar su botella de alcohol con la de Christian, derramando un poco sobre mí.

— ¿Tan idiota eres que no conoces la regla número al beber? "Nunca, jamás tires tu trago"—volteo a ver a Bruce con los ojos entornados y levanto una ceja, haciendo ademán de sentir lástima.

Christian estalla de risa y Bruce permanece callado mientras le golpea el brazo izquierdo a Chris para ordenarle que se calle.

— ¿Qué sabes tú de reglas para beber, Madre Teresa de Calcuta? —Bruce finge indiferencia y levanta la mano para chocar los cinco con Chris.

Bruce se pone de pie y se aleja al océano nocturno, completamente oscuro mientras grita lo "suave" que es la vida surfeando. Me pongo de pie, tomando mis cosas para subirme a mi habitación. Cuando estaba volviendo a enchufar los audífonos a mi iPod para seguir escuchando música, inesperadamente siento unos musculosos brazos alzándome de las piernas como costal de papas, provocando que deje de tocar el suelo, arrojando mis cosas a la arena.

— ¡Vamos, nena!, ¡A surfear! —Chris habla con tono sensual y me empiezo a resbalar.

— ¡Bájame en este preciso momento! —chillo, tratando de zafarme.

Chris nota mi posible próxima caída y me sujeta por arriba de los muslos, apretándome las nalgas con sus manos.

— ¿Crees que no me doy cuenta? ¡Quita tus manos de mi trasero, Christian! —chillo aún más agudo pero sólo consigo que se mofe y me acaricie con nada de discreción.

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⏰ Última actualización: Jun 02, 2016 ⏰

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Las dos caras del diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora