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Me tumbo en la cama y me paso horas intentado dormir. Horas y horas dando vueltas en la cama hasta que comienza a salir el sol por el horizonte. Me doy por vencida cuando la claridad irrumpe en mi habitación y me levanto de la cama sin haber pegado ojo desde que Marid irrumpió en mi habitación a punta de pistola. Ahora él está muerto. Eso sigue siendo difícil de digerir horas después de que haya pasado.

Cambio mi pijama por un top negro de tirantes y unas mallas para correr que dejan al aire la mitad de mis pantorrillas. Me preparo un poco en el baño lavando mi cara, recogiendo mi larga melena en un moño bajo pegado a la nuca y con mechones sueltos que enmarcan mi cara, me lavo los dientes y salgo de nuevo a mi habitación. Me pongo mis zapatos de deportes y abandono la habitación. 

Es demasiado temprano para que alguien esté despierto, a parte del servicio que estará preparando cantidades descomunales de desayuno, por lo que los pasillos permanecen vacíos. 

El suelo donde ayer murió Marid está tan limpio como siempre, como si nunca hubieran tenido lugar esos fatales momentos. Saludo a los guardias en mi salida al jardín y ellos devuelven el saludo cortésmente. Caliento un poco los músculos y comienzo a correr por los jardines. Hay mucho terreno de jardín alrededor de palacio, uno puede llevarse un montón de tiempo corriendo sin aburrirse porque los caminos te llevan a zonas ajardinadas con diferentes plantas, fuentes y setos. Corro a un ritmo de trote, no es una carrera solo... un ejercicio matutino mientras todavía hace fresco. 

Cuando voy llegando a la puerta de nuevo para entrar en palacio me encuentro con el guardia que ayer abatió a Marid de un tiro en la cabeza. 

- Usted...- comienzo insegura-. Usted me salvó la vida ayer- le digo. 

- Ese es mi deber- me recuerda el hombre con una pequeña sonrisa. Es un guardia un poco mayor, comparado con algunos de los que están aquí. 

- ¿Puede enseñarme a defenderme?- pregunto de sopetón. Ni siquiera yo sabía que iba a decir eso. Pero supongo que es una buena idea. No quiero que se repita lo de ayer. No quiero que alguien vuelva a tener la oportunidad de sorprenderme de esa forma y que yo no sea capaz de hacer nada. 

- Señorita...- comienza responde el guardia moviendose nerviosamente-. Hay guardias más jóvenes que yo que también podrían ayudarla. 

- Pero usted está aquí ahora, por favor. No le pido una clase como una instrucción, solo una pequeña clase para saber defenderme. Por favor- le estoy casi rogando. 

- Está bien- accede el hombre finalmente. 

Me traslado con él hacia la zona del césped y comienza a enseñarme algunos trucos. Le pido que me enseñe a liberarme si me volviese a pasar lo de ayer. Él titubea un poco, pero lo hace. Es un hombre más mayor que el rey o que mi padre... pero tan fuerte como un joven. Sin embargo, no usa la fuerza para enseñarme, sólo son simulacros. He de decir que más de una vez el hombre me derriba y caigo al suelo, lo que significa que lo he hecho mal. Nos pasamos así un ratito más hasta que domino los trucos que me ha dado para derribar a un atacante. 

Sé que todo el mundo debe estar desayunando en el comedor pero... estoy bastante sudorosa y en ropa de deporte. Ya he roto el protocolo más veces de las que me gustaría admitir por lo que quiero fervientemente descartar la de «entrar en el comedor en ropa de deporte después de pasar unas cuantas horas corriendo y derribando a un guardia». Aun así tengo hambre por lo que me cuelo en la cocina y le pido a los sirvientes una manzana para disminuir un poco el apetito. Salgo de allí con la manzana en la mano y camino de vuelta a mi habitación. Llevo la manzana a mi boca para darle un bocado justo cuando me encuentro con Kile y Henri en el pasillo. 

Me quedo paralizada con la manzana en los labios y los miro. Pillada infraganti. 

- ¿Por qué no te has unido al desayuno?- pregunta Kile. 

LA CORONA [Fanfic La Corona Kiera Cass (La Selección)]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora