Je t'aime

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El viento rozaba mi cara, solo se escuchaba el dulce sonido de las verdes hojas al chocar. Yo estaba sentada en lo más alto de la cima del monte San Cristóbal, respiré profundo y note la naturaleza en mis manos. En ese momento cerré los ojos para sentirla más cercana. Alguien poco más alto que yo se acercó sentándose a mi izquierda. Entonces abrí los ojos; Era él.

Era Viernes por la tarde y mientras él me envolvía suavemente con sus brazos, yo me apoyaba en su hombro. El cielo era precioso y el rojizo sol que poco a poco se escondía, lo embellecía tanto como lo hace una mariposa a su flor.

Empecé a observar las farolas encenderse, comencé a ver aparecer la luna y las ventanas se encendían a medida que se acercaba la negra noche. El atardecer nos cubriría dentro de unos minutos y mientras el sol caía para volver a la mañana siguiente a levantarse, miré a los ojos a aquella persona tan importante para mí. Entonces, se acercó a mi oído pudiendo notar su respiración y susurrando bajito, me dijo: "Te quiero."

Me giré para devolverle el halago. Pero ya no estaba ahí. ¿Dónde estaba? ¿Se habría ido? Me dolió que me hubiese abandonado, pero ya no estaba conmigo y no sabía dónde se encontraba.

Entonces sentí con la cabeza y pensé con el corazón. Realmente, nunca dejó de estar conmigo. Como el sol, que vaya a donde vaya nunca dejaré de verlo aunque esté a millones de kilometros de mí. Como mis dos castaños ojos, que lloran juntos y se mueven juntos, pero jamás podrán verse.

Comprendí entonces que mi padre no se había ido, que siempre estaría a mi lado y que pasara lo que pasara, su alma siempre me acompañaría.

Siempre

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