Capítulo 2

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La visita fue bastante aburrida. Un guía nos estuvo explicando toda la historia de la torre pero, sinceramente, no me importaba. Todo eso ya nos lo habían contado en las clases de geografía. Además, estaba demasiado ocupada pensando en Mike y en qué debía enseñarme.

Nos quedamos mucho rato ahí y volvimos casi a las seis. Nuestro plan ya estaba listo: a la hora de cenar, yo me escabulliría entre la gente mientras Nalia entretenía (como siempre) a todos. Era la primera vez que me fugaba de esa forma, y estaba segura de que todo saldría mal.

Me metí en la habitación y me arreglé, aunque no estaba muy convencida con mi atuendo y mi pelo. Un vestido de colo azul marino y el cabello igual de seco que siempre. No tenía mucho tiempo, debía irme ya. Aproveché un momento en el que toda la clase se había girado hacia sus mesas para salir corriendo como si un toro me estuviera persiguiendo. El recepcionista se debió asustar al ver a una chica que por poco cae por las escaleras. Por suerte, no hubo ningún accidente.

Fui al parque que Mike me había dicho y esperé, sentada en un banco de piedra, al lado de una preciosa fuente. Él aún no había llegado, pero no tardé en ver su hermosa figura aparecer entre los árboles. Pero algo iba mal. Un aura extraña lo cubría, no podía verla, pero sí sentirla. A medida que se acercaba me sentía más cansada y pesada, incluso triste y mustia. ¿Qué estaba pasando? Él ni se inmutó al ver mi cara.

—Esto es importante, y te agradezco haber venido —murmuró.

Me mordí el labio intentando salir de aquella nube invisible de sombras que me cubría por su culpa. Le dejé seguir hablando.

—Quizás llevas muchos años preguntándote quién soy, o qué soy. Hoy, o más bien ahora mismo, te daré respuestas.

Yo seguía en silencio, mirándole, cuando de repente noté que sus ojos verdes se tornaban en un color rojizo, tal y como eran cuando le vi por primera vez.

—No soy quien tú crees que soy. Soy malo, muy malo. Esa marca que viste, estos ojos... ¡son malos! Y me siento mal por decirte esto, pero te quiero y creo que es necesario que sepas la verdad.

—¿Qué eres? —pregunté, intrigada. Estaba empezando a asustarme.

—Un demonio, un maldito demonio.

—¿Cómo?

—Esta marca en mi brazo está ahí desde que nací. Mis padres me abandonaron, toda mi familia me excluyó por esto. Incluso siendo pequeño tuve que viajar hasta aquí haciéndome pasar por el nieto de una señora mayor con pocas luces que no se dio cuenta de que yo en realidad no era nada relacionado con ella. Tenía que huir. He hecho todo lo posible para esconderme detrás de esta imagen de chico normal. Si me descubren, moriré. Esta estrella negra es una maldición, y todos los que la tenemos estamos condenados a vivir una vida de mierda. Gracias a ti me he dado cuenta de que aun siendo un ser despreciable puedo enamorarme.

Estuve a punto de llorar, pero contuve mis lágrimas y dejé que me abrazara. Al hacerlo, noté un dolor en la espalda, como si él fuera una espina que sin saberlo estaba haciendo daño a una rosa. Estaba muy confundida.

—Y ahora me gustaría que volvieras con tu grupo. Mañana nos vemos, preciosa —dijo, acariciando mis mejillas suavemente.

¿Qué iba a hacer ahora? Los demonios existían, y uno de ellos parecía haberse enamorado de mí por alguna razón inexplicable. Y posiblemente yo me había enamorado de él también.

—Espera, ¿cómo sé que de verdad estás siendo sincero conmigo? ¿Cómo sé que esto no es una broma?

Mike rechistó.

—Lina, los demonios existen. No sé qué más pruebas necesitas para creerme.

No tenía ni la menor idea de qué hacer. Los demonios para sí siempre han sido como las hadas: seres fantásticos en los que sólo niños pequeños creen. Ahora yo estaba obligada a pensar como una niña.

Estrellas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora