Salí del colegio y vi una patrulla esperando justo afuera de la entrada, pero la ignoré por completo ya que estaba acostumbrado al verme rodeado por estas y la extrema seguridad de Louis sobre mí.
Caminé hasta la esquina y la patrulla no se movió y seguí caminando extrañado hasta mi casa, pero fueron solo unos cuantos metros que me tomó para ver la misma patrulla esperarme en la esquina.
Unos hermosos ojos azules me miraron desde adentro y traté de disimular mi felicidad, pero no pude, ya que corrí a su encuentro, pero al ver los ojos de mis compañeros extrañados, trate de mantener la compostura.
Él se bajó del auto y me esperó apoyado en este.
-¿Cómo estuvo tu día?-me saludó feliz.
-Agotador-me quejé-¿A dónde iremos?-soné entusiasmado.
-¿Por qué crees que iremos a algún lugar?
-Casi nunca vienes por mí. Solo te aseguras que llegue a casa, pero hoy viniste en persona a verme.
-Bueno, detective Styles, estas en lo correcto. Pero es una sorpresa.
Me subí en el asiento del copiloto y abroche mi cinturón antes que Louis me lo pidiera, viendo la cara de mis compañeros por el espejo retrovisor, alejándose cada vez más.
Condujo hasta el centro de la ciudad, para luego seguir hasta un barrio que no me agradaba mucho ya que si no fuera con Louis, ni muerto pasaba por ahí, pero gracias a él me sentía a salvo.
Llegamos hasta un edificio antiguo de color blanco, pero estaba sucio por los años y la humedad, sin contar los muchos grafitis y murales que tenía.
Bajamos hasta el estacionamiento, sin ninguna seguridad ya que nadie pedía identificación o algo para entrar y llegamos hasta el vacío lugar.
Tenía dos o tres autos de hace siglos y Louis se estacionó junto al ascensor, por lo que no nos tomó mucho tiempo tomarlo, desde el piso menos uno hasta el veinte, sintiendo mi estómago doler por lo rápido del movimiento.
Solo seguí a Louis al salir de este hasta el final del pasillo y entre sus cosas encontró una llave y abrió el departamento.
Era un lugar espacioso, de hecho no tenía ningún mueble, solo unas sabanas colgando desde el techo.
Las ventanas no tenían cortinas y el piso de madera estaba tapado por papeles de diario.
-No entiendo...-recorrí el lugar con la mirada.
-Este lugar es de Jeff-me gritó desde la cocina para volver con una botella de agua-se lo pedí por unos días, pensé que te gustaría.
-No es el lugar más acogedor del mundo, pero...
-Es un estudio, Harry.
-¿Él viene a pintar aquí? Pensé que vivía en Escocia.
-Lo hace, pero le gusta aquí. Casi nadie sabe que tiene este lugar.
Recorrí el espacio con la mirada y vi algunos cuadros tapados con telas, pintura en el suelo, una pequeña mesa con unos tarros llenos de agua y pinceles.
El lugar era un desastre, pero olía a pintura y eso me gustaba.
-¿Aquí pinto piedra de luna?-le pregunte aun perdido en mis pensamientos.
-No lo sé ¿Cuándo fue esa presentación?
-Hace unos tres años.
-Creo que sí. Este taller tiene más de diez años.
-¿Y por qué me trajiste?
-Necesito un favor-me miró culpable para abrazarme.
-¿Qué quieres de mí?
-Que me pintes.
-¿¡Qué!? No, olvídalo, eso nunca va a pasar.
-Por favor, mi mamá esta de cumpleaños y no sé qué darle.
-Chocolates, flores ¡no se! Cosas que un hijo normal le daría.
-¿Por qué? Si te tengo a ti y tu increíble talento.
-No, Louis. No lo haré.
-Vamos-me besó la mejilla-por favor-pero me volví a negar-Por favor-me besó la mandíbula-por favor-siguió hasta mi cuello.
Me quedé callado mientras disfrutaba sus besos y suplicas contra mi cuello, hasta que no resistí más y tome su cabello, sintiendo mis piernas templar de excitación, moviendo mi cuello al ritmo de sus labios y lengua que bailaban sobre mi piel, ya sin suplicas.
-Podría...intentarlo-susurré con los ojos cerrados.
Él no se detuvo y sentí su mano en mi espalda baja, para deslizarse hasta mi cintura para acercarme a su cuerpo, bajando más sus manos y encajarlas en mi trasero y apretarlo contra su cuerpo, volviéndome loco.
-¡Lo haré!-grité totalmente excitado y rendido contra sus actos.
Se detuvo en seco, sintiendo su cálido aliento soltado por una risa sobre mi cuello, para volver a darme un pequeño beso y soltarme.
-Tengo condiciones-aclaré la voz.
-Todas las que quieras.
-¿Cuándo es el cumpleaños de tu madre?
-El de tu suegra-bromeó-la próxima semana.
-Necesito más tiempo-negué-no podría...
-Yo sé que puedes, por favor.
Me quedé pensando y saqué la cuenta mental de cuánto tiempo me tomaría pintarlo, pensando en los exámenes y las actividades que ya tenía en mi vida.
-Lo intentaré, pero no prometo nada.
Se volvió a acercar a mí y me abrazó, sintiendo su nariz enterrarse en mi cuello y besarme despacio.
Me guió hasta la habitación más grande, donde solo hacia una sábana colgada desde las paredes blancas, pero esta se iluminaba de una manera impresiónate por la luz que entraba desde las grandes ventanales. Al centro de esta había un caballete con un lienzo blanco y listo para empezar a pintar, una mesa llena de pinceles y pintura nueva.
-Compré todo eso porque no sabía si... ¿está bien?
No respondí a su pregunta y comencé a revisar las pinturas, los colores, marca y los pinceles.
Toqué el lienzo en blanco y la textura me encanto.
No lo sentía como un ritual, si no que me gustaba recordar la suavidad de esta sin toda la pintura.
-Está perfecto, solo falta el modelo-le sonreí.
-Iré a cambiarme ropa y...
-No quieres que te pinte desnudo ¿verdad?
No respondió y se fue hasta el baño que estaba en la otra habitación.
Fui a buscar mi mochila y tomé las pocas cosas que traía ya que hoy no debía ir al taller de artes, pero me había tomado todo desde mi casillero porque quería pintar el fin de semana y sin querer mi deseo se hizo realidad.