{Capítulo 29}:

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—¿A dónde te crees que vas?

Pegué un grito infernal mientras di unos pasos hacia atrás y solté el yogurt que tenía en la mano, haciendo un desastre en el suelo.

—Tranquila, soy yo. Soy yo, Jimin.—Me agarró por los brazos.

—¡Pero tú eres idiota!—Lo separé enfadada por el susto que acababa de darme.

—Jimin: No me dejaste elección. Te llamé varias veces y no me lo cogías. Estaba preocupado, Ji, pensé que te había pasado algo.

—¡Suéltame! ¿Ahora te interesas por mí? ¿Cómo supiste que estaba aquí?

—Jimin: Te busqué por todos lados, hasta que se me ocurrió que tal vez podrías estar en tu casa y di en el clavo. Al acercarme a la puerta vi esto a fuera, debió de haberse caído y no te diste cuenta.—Me dio una de mis pulseras.—Pero como supe que no me abrirías entré por la ventana de tu habitación.

—¿¡Entraste por arriba!?

—Jimin: Sí, escalé por el árbol y entré fácilmente, ya que está muy próximo a tu ventana. Por cierto, tienes que mover tu escritorio de ahí porque me ha resultado difícil entrar.

—¡Pero quién te has creído que eres! ¿Con qué derecho invades mi casa? Vete de aquí. Te dije que me dejaras en paz, lárgate.—Lo comencé a correr a empujones.—Ahora mismo te sales.

—Jimin: Ji, escúchame.

—No quiero escucharte. Lo que quiero es que te vayas y me dejes sola.

—Jimin: Por favor, Ji, escúchame.—Yo hacía caso omiso y seguía empujándolo hacia la salida.—¡Ji, joder que me escuches maldita sea!—Gritó y yo dejé de empujarlo.—¡Gracias!

—Te escucho.

—Jimin: Regresa a casa. Mis padres están preocupados, Yumi también pregunta por ti y bueno, sé que esto no te interesa, pero yo también he estado toda la tarde igual. Me han echado la bronca por dejarte ir y no traerte a la casa conmigo. Así que ya que estás a salvo y te encontré, regresemos a casa, ¿sí? 

—No. Yo no regresaré a tu casa. Que tus padres te hayan regañado no es culpa mía. Diles que decidí quedarme aquí, que muchas gracias por todo. Y a Yumi, ella comprenderá, invéntate algo que para eso imaginación no te falta. Ya te sabes la respuesta, no, así que te largas por donde viniste. 

—Jimin: Ya veo que no te basta esto de que te busque por horas y te pida por favor que vuelvas. Sigues resentida conmigo, ¿cierto?

—No. Yo no estoy resentida con nadie. Tú sabes lo que haces y decides a quién creerle y a quién no. De quién dudar y de quién no.—Dije llena de rencor. Sí, estaba dolida.—Si me quiero quedar en mi casa lo haré.

—Jimin: Eres una cabezota, sí, eso eres. ¡Una cabezota!—exclamó desesperado. Sí, Jimin tenía poca paciencia.

—¡Yo no soy ninguna cabezota!—Exclamé más fuerte que él.

—Jimin: Ah, ¿sí? ¡¿Entonces cómo se deben de llamar las personas como tú?!—Siguió elevando la voz.—¿Por qué no quieres volver? ¡Dime!

—¿¡¿Sabes por qué?!? ¡Porque te odio, porque no te soporto ni un segundo más, porque no quiero verte!—Nuestros rostros estaban uno enfrente del otro.

—Jimin: Ah, me odias... ¿¡Sabes qué!? Me cansé de ti.—Me agarró fuertemente del brazo.—Ya perdí la poca paciencia que me quedaba contigo. 

Entre el amor y el odio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora