Personas

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Fui a mi pieza pero después de un tiempo me comencé a sentir muy sofocada, así que bajé a la cocina a preguntarle a mi madre si podía salir un rato a la plaza que estaba a unas dos cuadras de la casa.

- ¿No es muy tarde para que salgas a caminar?. - Preguntó mi madre muy extrañada.

- Me siento mal y quiero salir a tomar aire. - Respondí

- ¿Alguien te va a acompañar acaso?.- Siguió mi madre preocupada

- No, enserio es sólo dar una vuelta, no me voy a ir tan lejos ni me voy a escapar de casa. - Dije en un tono algo pesado, del cual me arrepentí un poco después.

- Está bien, sólo unos 15 minutos, te estaré esperando en la puerta de la entrada. - Dijo ella después de divagar un poco.

Salí entonces de mi casa, mirando siempre a mi alrededor como decía mi madre, escuchando música con sólo un audíono. Ya iba caminando unos 5 minutos cuando apareció una vecina que tuve desde pequeña, Soledad, me gustaba su nombre. Ella tenía la misma edad que yo, tenía el pelo más largo y más claro, y casi siempre estaba sonriendo. Últimamente habíamos perdido contacto pero cada vez que me veía me saludaba.

- ¡Hola Cathie! - Comenzó su conversación con una gran sonrisa - ¿Como estás? - Siguió.

- Hola...estoy bien, gracias. ¿Y tú? - Pregunté siguiendo el protocolo.

- Estoy bien gracias a Dios. Vamos al mismo liceo, ¿no?, ¿por qué nunca nos vemos? - Preguntó intrigada.

- La mayor parte del tiempo estoy cerca de las salas. - Dije intentando ocultar la forma solitaria en la cual estaba todo el día en la institución.

- Algún día nos vemos, ya llevamos largo tiempo sin conversar, estás...más callada pareciera. - Bajó un poco el tono de su voz en las últimas palabras.

No dije nada y ella prefirió despedirse. No me preguntó por qué estaba en la calle ni por las demás personas, tal vez se dio cuenta de que ese no era el momento. Llegando a la plaza ya me sentía mejor que hace un rato; me senté en una banca para cambiar la canción de mi celular y revisar la hora. No había pasado mucho tiempo desde que había salido de casa, pero ya debería estar volviendo. De repente junto a mi apareció una chica, su cara se me hacía muy familiar.

- Hola Cathie, así que sentada el la banca de la plaza, al principio no te reconocí, vengo acompañada de mi novio, se llama George. - Dijo ella.

Venía acompañada de un chico más alto que ella, pelo rizado y tez clara, uno de esos típicos chicos envidiables. Me saludó de forma tranquila, sin sonreír.

- Disculpa, pero no te puedo reconocer. - Dije confundida.

- ¿Cómo no me conoces?. Soy Ivanna, estamos en la misma clase. Es raro que no reconozcas a tus propios compañeros, supongo que es porque no hablas mucho con los demás. - Dijo extrañada.

- Supongo que sí. - Respondí.

- Bueno... ¿Quieres hablar un rato?. - Dio una sonrisa agradable.

- Lo siento, debo volver a casa ahora mismo. - Dije levantándome de la banca y despidiendome de los chicos.

Como dijo mi madre, me estaba esperando afuera de la casa.

- Te demoraste un poco más de lo planeado. - Dijo algo enojada y preocupada.

- Me encontré con gente conocida. - Dije.

- Que bueno que estés socializando más ahora, pero no debes salir así de repente, me asustas. - Dijo ella.

- Claro, sólo fue ahora que me sentía un poco mal. - Dije entrándo a la casa.

- Ya es tarde, es mejor que vayas a dormir. - Volvió a hablarme mi madre mientras cerraba la puerta y colocaba llave en la cerradura.

- Eso haré mamá. - Dije en dirección al baño.

Me duché como de costumbre, sequé mi pelo y me arreglé para dormir. Mientras esperaba quedarme dormida comencé a pensar si enamorarme o no. Era típico de que las chicas de mi edad estuvieran en alguna relación o se sintieran atraídas al género opuesto, o bien también al mismo, eso no importaba. Me imaginé estando perdidamente enamorada de alguien, ambos de la mano, compartiendo un helado en verano o un chocolate caliente en invierno o tal vez besarse bajo la lluvia, típico de alguna película romántica. No sabía cómo sería mi hombre perfecto, nunca lo había pensado. Cerca de mis 12 años había casi tenido algo con un chico pero era un amor inmaduro, sin sentido y además, no era nuestro tiempo. Desde eso no pensé más en enamorarme de alguien, sólo quería ser una persona común la cual pasara desapercibida en todo.

Fue una noche larga.

El comienzo de mi historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora