―De regreso a la vida de los mortales ―dijo Ángeles un segundo antes de lanzarse a su cama.
La miré con los ojos entrecerrados.
―Siempre somos mortales.
― ¿Enserio Hënë? ―Ahora fue ella quien me miró con los ojos entrecerrados― ¿Estás segura de eso?
Justo en ese momento me di cuenta de que de hecho no, no estaba segura de ello.
Torcí la boca y mordí mi mejilla.
¿Era mortal?
―Hey, hola allí ―prosiguió Ángeles mirando a Evie recostada en el umbral de la puerta con su celular en mano, mente, corazón y toda atención en él.
Sonreía como boba, había permanecido así durante todo el camino, justo desde que salimos de casa.
No había dicho palabra alguna o echo algún otro ruido que no fueran risitas empalagosas.
Diablos, esto era grave.
Ángeles bufó, buscó en el bolsillo de su pantalón su propio celular y marcó rápidamente unas cuantas teclas. Dos segundos mas tarde, el celular de Evie sonó, ella leyó, abrió sus ojos como platos y nos miró alarmada.
―Lo haré sino dejas ese jodido teléfono ahora mismo ―recalcó Ángeles.
Evie tragó grueso y metió su celular en el bolsillo de su vestido.
―Gracias.
Sin embargo, ella no tardó mucho en sonreír como tonta de nuevo.
―Debo irme ―dijo, sonrojándose.
― ¿Eh? ―preguntó Ángeles.
―Josh vendrá. ―Logré leer de su mente, no necesité mucho para llegar a ese pensamiento; dentro de la cabeza de Evie, el que Josh viniera, estaba enmarcado con letras luminosas de neón y fuegos artificiales.
¡No podía ser enserio!
―Si ―rió ella.
―Adolescentes hormonales, los detesto ―gruñó Ángeles, puso sus dedos en sus sienes y empezó a hacer círculos en ellos.
Yo tomé de regreso mi chaqueta, la cual me quité solo un minuto antes.
―Iré a ver a Jinx ―anuncié.
―Amigos enamorados, apenas los tolero ―gruñó Ángeles de regreso.
―Yo podría no volver esta noche ―canturreé―. Entonces alguien podría llamar a su novio y tener este lugar solo para ambos ―insinué.
―Mejores amigas, las amo. ―Entonces me lanzó un beso y un guiño.
Caminé en retroceso al pasillo y llevé a Evie conmigo. De inmediato desfondó su celular de nuevo y empezó a mandarle mensajes a Josh.
Ella no ponía ningún muro en su mente, así que podía leer tanto lo que escribía como lo que enviaba. Eran los típicos mensajes sin sentido al principio de una relación de adolescentes enamorados prometiéndose el cielo, las estrellas y jurándose amor eterno. Sin olvidar una que otra insinuación de doble sentido que hacía a Evie llenar sus mejillas de colorete. Algo que nunca había tenido, yo prácticamente evitaba usar mi teléfono celular, siempre lo olvidaba.
Cuando llegamos a las afueras del edificio, Evie chilló y echó a correr. Miré a Josh recibirla con los brazos abiertos y a ella colgarse de su cuello.
Malditos adolescentes.
― ¿Cómo diablos llegaste tan rápido?
Ángeles había conducido a la velocidad de la luz y él solo llegó tras nosotras con unos miserables minutos de diferencia.
―Se que estás celosa Aki, pero no seas una perra ―respondió.
Levanté mi mano, con los dedos estirados a la altura de mi rostro.
―Mi mano derecha está ansiosa por abofetearte ―amenacé.
―Hay suficiente de mí para tu mano derecha, nena.
―Que asco ―expresé.
―Promiscua, tienes una mente promiscua. ―Me señaló, abrazando a Evie de medio lado con brazo sobre los hombros de ella.
―No te molesta, ¿cierto? ―preguntó Evie temerosa de mi respuesta.
Sabía por sus pensamientos que entonces se hallaría en un conflicto, pues no estaba dispuesta a separarse de Josh por mí, pero tampoco estaba dispuesta a perderme como amiga gracias a Josh.
Exhalé y rasqué mi codo.
Solo tenía que acostumbrarme a la idea.
―Está bien, no te preocupes.
―Tengo que decirte algo. ―Josh se alejó de Evie un momento, lanzó sus brazos alrededor de mí, e incluso antes de que lo dijera, ya sabía que era lo que tenía para decirme―. Perderé la virginidad antes que tú, monja.
―Jódete ―le dije, dándole un zape bastante fuerte.
Él se sobó y me miró divertido.
―Eso es justo lo que quiero. ―Canturreó, tomó a Evie de la mano y la hizo dar una vuelta entera como si estuvieran bailando, ella solo rió y se encajó de regreso en el torso de Josh para luego alejarse caminando.
―Hola Hënë ―saludó Cid pasando a mi lado, iba en dirección a los dormitorios.
―Hasta pronto ―me despedí, reí cabizbaja.
Ángeles se lo tomó enserio. Lo que significaba que yo debía quedarme fuera toda la noche.
Oh.
¿Que haría ahora?
Tendría que regresar a casa, o ir a la casa del tío Gareth y al fin complacer a Nahomi con la visita que tanto me había pedido y yo le debía. Pensé en ello mientras cruzaba la calle e ingresaba al bar.
Al bajar las escaleras, alguien me tomó de la cintura y me hizo girar para luego inclinarme.
Él sonrió.
Yo sonreí.
Ambos reímos.
―Hola preciosa ―saludó.
―Hola guapo.
Eliminó el espacio entre ambos y me besó en los labios, tan provocativa y lentamente que pude derretirme en sus brazos en ese preciso instante.
Tomé su cuello, lo besé y me dejé besar. Dios, extrañaba esos labios.
―Busquen, una, habitación ―dijeron a nuestro lado, era Adam, fingiendo tos entre palabras.
―Sabes a que necesitas un lugar dónde quedarte esta noche ―dijo Jinx con coquetería.
¡Oh Diablos!
―Ángeles ―gruñí, claro, ella llamó a Cid, él estaba allí, Jinx lo escuchó, debió de haberle dicho que yo me quedaría fuera y él pensó que me quedaría allí.
Jinx me reincorporó a mi posición de pie, trastabillé un momento debido a la poca práctica que tenía con estos movimientos bruscos.
―Entonces, ¿te quedarás? ―preguntó Jinx tomando mis manos entre las suyas.