Su corazón se detuvo, un nudo en su garganta lo hizo perder la respiración. Simplemente eso fue como si hubiesen abierto una profunda herida aun si cicatrizar. Alfred besando a Amelia... estaba correspondiéndole. No soporto ver más.
Se dio la vuelta y subió las escaleras casi tropezándose, su corazón latía rápidamente, y sus ojos estaban húmedos, pero no quería que nadie lo vea así. No quería que Alfred notara que, sí, aun le seguía afectando que este con otras personas. Pero dolía... y mucho, dammit. Cayo rendido, sentándose en el frio piso del hotel. No iba a llorar, su orgullo no se lo permitiría esta vez, así que simplemente se fregó los ojos limpiando aquellas lágrimas que estaban próximas a salir y soltó un suspiro profundo tratando de calmar a su corazón.
-Parece que acabas de ver un fantasma- escucho aquella voz suave y reconfortante a lo lejos, alzo la cabeza. Francis estaba a pocos pasos de allí con su bebé aun dormido en brazos.
- ¿¡Q-que dices, frog!?- se quejó intentando no parecer triste- No he visto nada... ¡en verdad no he visto nada! De verdad...- intento defenderse algo alterado y nervioso. Francis lo miro con dudas en su cabeza, pero finalmente le extendió la mano para ayudarlo a levantarse.
-Vamos...
- ¿A dónde? - pregunto mirándolo inseguro, sin saber a qué se refería.
-A nuestro cuarto, si te dejo aquí, podrías lanzarte nuevamente al agua- rio divertido, jalando al británico a su lado con facilidad pese a tener al bebe en el otro brazo.
- ¡N-no lo haría, idiota! - mascullo algo enojado. Tomo a su bebe en brazos y empezó a seguir al mayor a paso lento. Al llegar a la habitación dejó torpemente al pequeño en la cuna, para su suerte, estaba profundamente dormido y no se había levantado. Se fue a sentar en la cama a lado de Francis, escuchándolo tararear una suave melodía para el bebé. Sus manos estaban temblando, no podía dejar de ver aquella escena en su mente, se repetía a cada segundo. Sin darse cuenta había empezado a morder sus uñas nerviosamente, a temblar. Lanzo un suspiro frustrado dándose un pequeño golpe en la cabeza.
-M-me siento como un idiota...no sé qué sucede conmigo- susurro cabizbajo, su cuerpo entero seguía temblando. De repente, sintió como los dedos del mayor se entrelazaban entre los suyos, y este tomaba cálidamente sus manos.
-No eres un idiota, así que...no te regañes demasiado, estas dando todo por tu hijo, te estas esforzando en salir adelante, y eso no es algo que un idiota haría, así que no pienses que lo eres- le dijo con dulzura, sonriéndole y acariciando su cabello. Lo atrajo más a su cuerpo, envolviéndolo entre sus brazos. Arthur al sentir esa calidez dejo de temblar y por fin se relajó, disfrutando estar entre los brazos de ese hombre. Poco a poco fue olvidando los que anteriormente había visto, hasta que cayo dormido.
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La noche era fría ese día. En medio de la carretera, había dejado estacionado su carro mientras se apoyaba en el barandal que daba vista a un gigantesco rio. Los recuerdos de esa tarde se aglomeraban en su mente.
Flashback.
Estaba en casa de Roderich, como siempre otra tranquila tarde entre los dos amantes después de una sesión de sexo y una buena ducha. Ambos estaban ahora en la sala de la mansión compartiendo un tranquilo momento juntos en silencio, sin necesidad de palabras, el albino acostado sobre el regazo de su embarazado prometido y futuro esposo.
- ¿Cómo está mi bebe? -pregunto con una sonrisa en su rostro, pegando su oreja al vientre del austriaco para sentir y escuchar al pequeñito de ya siete meses. Podía sentir las suaves pataditas de su hijo. Alzo a ver a su pareja emocionado, cada vez él bebe crecía mas. Roderich esbozo una ligera sonrisa y lo beso, un beso fugaz pero cargado de amor como ya era común entre los dos. Pero el hermoso momento fue interrumpido por el sonido de su celular. Lo saco, mirando atónito el número que marcaba, lo conocía bien. Era de su padre.
- ¿Quién es? - pregunto despacio el castaño al ver la cara consternada y preocupada de su prometido mientras hablaba por el teléfono. Vio como el albino colgaba la llamada y se levantaba del sillón donde estaban.
-Mi padre... dice que es algo urgente- suspiro mandándole una mirada de disculpa que el de ojos amatista negó.
-Está bien...ve, yo me quedare con Elizabetha-intento hacerlo no preocuparse más, dándoles a las sirvientas con la mirada la orden de que llamaran a la húngara, sabía que a Gilbert no le gustaba que se quede solo.
-Ja, regresare pronto- se despidió del austriaco prometiendo regresar pronto, a pesar de que sabía que era algo casi imposible. Adelbert Beilschdmit no lo había llamado en años, así que, si recibía una llamada de él, era algo serio.
Al llegar a la oficina de este paso con algo de temor, y allí estaba su padre, aquel hombre de ojos rojos como la sangre y cabello negro como la noche, con una barba corta en su rostro, piel ligeramente arrugada y blanca. Ese hombre que era el temor de muchos y la pesadilla de otros.
-Padre... ¿Cuál ha sido el motivo de su llamada? - pregunto intentando mantener la calma, tenía un muy mal presentimiento.
-Tu sabes bien que yo ya estoy viejo... incluso podría morirme mañana, por eso, ahora antes de que sea tarde, me retirare de esto, tu eres mi sucesor, así que, desde ahora tú serás el líder de la mafia- le dijo con una voz firme, una voz que no aceptaba un no por respuesta.
- ¿¡Que!? ¡No puedo, no quiero hacerlo! ¡Ya te lo dije, no aceptare esto! - reprocho seriamente, enfrentándose a su padre.
-Fácilmente puedo tirar abajo toda la compañía de los Endlestein si tu no me obedeces ¿sabes? No quiero que te opongas a esto, y si tu controlas mal mi empresa, no sabes con quien te estas metiendo- amenazo afilando su mirada, clavando sus ojos carmesíes en los de igual color que su sucesor. Y ahí fue cuando se dio cuenta, no tenía escapatoria.
Fin del Flashback.
Luego de eso, había salido a un bar cercano y tomado cuanto licor encontrase, no podía negarse, eso lo sabía muy bien. Minutos después de eso, condujo sin saber a dónde exactamente y llamo a Antonio para que lo vea... y luego de eso llegamos al punto actual. No sabía ni que estaba haciendo en ese instante, solo recordaba la conversación que había tenido con el español horas antes.
Flashback. -
Estaba subido en el barandal, probando su equilibrio. Su borrachera a cada momento lo hacía tambalear, pero lograba mantenerse y no caer.
- ¡Gilbert! ¡Baja de allí ahora mismo! – exigió el español preocupado y enojado. Su amigo estaba volviéndose loco...
-Oye Toño... ¿Por qué sigues siendo mi amigo? - le pregunto parando de caminar, quedándose quieto sobre el barandal con perfecto equilibrio, pese a estar borracho.
- ¿Qué? – murmuro, esa pregunta contenía muy poca lógica para él, no entendía de que hablaba el alemán.
-Dame una respuesta directa... ¿no estas avergonzado de tener a un hijo del jefe de la mafia como amigo? - sus ojos carmesí se veían vacíos en aquel instante y su expresión era seria.
- ¡Deja de decir tonterías y baja de allí! - grito enojado, sintiendo que en cualquier momento el viento soplaría y el albino inevitablemente caería.
-Estoy tan avergonzado de mí mismo, pero solo puedo imaginar cómo puede ser para ustedes, para Rode...para mi hijo, soy una vergüenza- mascullo, perdiendo por un momento el equilibrio y tambaleándose, casi cayendo del barandal ante la mirada alarmada del español- Es solo por ustedes que yo tengo amigos...algunas personas ni siquiera me consideran un ser humano...eso lo sé perfectamente...