Robar sueños era sin duda alguna un arte para el traficante. Hacían falta años para conseguir diferenciar los sueños solo por su brillo, cada matiz de un color daba lugar a un sueño distinto.
Incluso había varias reglas a la hora de robar sueños. Se acordaba a la perfección del día que comenzó a trabajar con el traficante, de como la arrastró hasta la tienda mediante sonambulismo y de como la tentó con promesas que en cierto modo había cumplido, incluso le había impuesto las normas correspondientes al trabajo.
Regla número uno, dijo: Nunca puedes ser descubierto.
Número 2: Jamas incumplas un trato con las sombras.
3: Roba solo lo que se te haya encargado.
Regla número 4: Nunca dejes que se te reconozca.
5: No dejes que nadie llegue antes que tú.
Y por último: Nunca intentes dejar este mundo, una vez entras no hay salida.
Unas normas llenas de prohibiciones y de amenazas entre líneas. Aquella noche había sido ante todo intimidante, siniestro e intrigante.
Las pesadillas amenazaban con volver desde aquella noche. Intentaba mantenerse despierta, llevaba tres noches sin dormir y no creía poder superar la cuarta.
Sentía como los parpados le pesaban y aunque de vez en cuando se obligara a abrir los ojos era consciente de que poco a poco iba perdiendo la consciencia, de modo que cayó presa del traficante esa noche.
Inconscientemente se levantó del sofá y caminó hasta la puerta la abrió y se aventuró por las congeladas calles de la ciudad, sin abrigo, descalza y sin voluntad.
Sentía frío pero estaba sumergida en un sueño tan profundo que ni siquiera eso la podía despertar. Sus pies iban dejando un rastro de calor el cual poco a poco iba perdiendo sobre las huellas hundidas en la nieve.
Pasados un par de minutos se encontró acogida en el calor de la tienda, sus labios y sus pies estaban morados por el frío y su piel era más pálida de lo normal.
No se iba a despertar, pero tampoco quería hacerlo. Había oido de otros cazadores que los castigos por incumplir las reglas te marcan para el resto de tu vida, que no vuelves a ser la misma persona, en cierto modo, eso la aterraba.
Esperó presa del pánico unos largos segundos hasta que pudo escuchar algo. Había recuperado la consciencia y no sabía si eso era síntoma de algo positivo o si el traficante solo quería que sufriese plenamente el castigo.
Cuanto más segura estaba de que era la segunda opción más agudizaba el oido, hasta que logró escuchar la conversación.
- Necesitamos a esa niña.
- No podemos ir a por ella. Una de los nuestros se ha expuesto y ha incumplido las normas, Elmzo.- sentenció el acompañante del traficante mientras se acercaba a ella.
- No va a volver a causar problemas después de esta noche.- La voz de ambos se había hecho más fuerte conforme se habían ido acercando.
Notó unas manos aferrarse a sus brazos y quiso abrir la boca para gritar, pero ningún sonido salió de su garganta. En cierto modo tenia las esperanzas perdidas, sabía que aunque gritase nadie la iba a oir.
La tumbaron sobre una larga mesa de madera, fría, incomoda y ligeramente curvada hacia abajo de soportar peso. Pataleó, lanzó puñetazos al aire, arañó pero no pudo evitar que le ataran las maños, inmovilizándola.
- Rompiste las reglas, - siseó el trficante, - ¿sabes lo peligroso que es lo que has hecho?
Evelyne estaba aterrada, el cansancio y el miedo de lo que podía pasar la había hecho imaginar cosas horribles, al abrir los ojos y ver al traficante tan enfadado no pudo evitar perder el control. El corazón le latía en la garganta, las lágrimas habían empezado a brotar trazando un camino hacia la mesa y lo único que era capaz de decir eran negativas, acompañadas de suplicas y disculpas que eran apaciguadas por gemidos de terror que emitían de sus labios.
- ¡NO SABES LO IMPORTANTE QUE ES ESA NIÑA! ¡HAS DESPERTADO AL GUARDIAN! ¡NO PODREMOS VOLVER A POR ELLA, AHORA ESTA PROTEGIDA!
- No lo sabía, no lo sabía, lo siento, por favor.- suplicó entre sollozos.
- Indiros es quien debe decidir tu futuro, no yo.- Sentencia señalandole.
- Enhud Romuns la última cazadora que queda, una de las mejores, sin duda. Eres tan insubordinada como tu padre. Has cometido alta traición. Desobedeciste casi todas las reglas al mismo tiempo y mereces ser castigada.
- Lo siento, no lo sabía, por favor. - Suplicó deshaciendose en llanto.
Cuando Indiros puso las manos sobre sus ojos azules la histeria se hizo con el control de su cuerpo, en tan solo unos segundos se había vuelto incapaz de hablar e incluso respirar.
Vio como poco a poco una nube negra la envolvía, cuando hizo contacto con su piel sintió el dolor que producían miles de cristales clavandose en ella, trazando un hermoso, pero doloroso, dibujo en torno a sus ojos, como si se tratase de una máscara.
Pequeñas gotas de sangre brotaban de las heridas recien abiertas, se secaban y adquirían un tono tan oscuro como la nube que ejecutaba el castigo.
De los labios de Evelyne se escapaban aullidos de dolor cuyo sonido se perdía en los rincones de la tienda. Cuando acabó la voz de Elmzo retumbó en todos los rincones.
- Es solo un aviso, pero a partir de ahora no tienes mi protección, has incumplido tu parte del trato por lo que yo no voy a cumplir con la mía. Cualquier cazador que vea que estas marcada tiene el derecho, incluso me atrevería a decir que tiene el deber, de matarte, incluido Indiros en este mismo momento. - Sentenció haciéndose a un lado y dejando ver al nombrado erguido, su cabeza casi rozaba el techo y sujetaba un par de largos cuchillos. Ante esta afirmación la chica solo atinó a ponerse en pie, ya no habia cuerdas que la sujetasen a la mesa, salió corriendo hacia la puerta que estaba abierta. En ese momento supo que el traficante tenía plena fe en que ella no iba a salir viva de la tienda.
Corrió descalza por la nieve, tropezando y resbalando sobre el hielo cada vez que giraba en una esquina. Tenía la cabeza girada para comprobar que no la seguían y chocó contra alguien en mitad de la calle que suponía desierta.
Su cuerpo se desplomó en el suelo y su cabeza cayó sobre el bordillo y por mucho que intentó abrir los ojos y no caer en la inconsciencia no pudo hacer nada para evitarlo.
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Sueños desde las sombras.
FantasyEn algún punto del mundo en la puerta de atrás de una pequeña tienda hay alguien traficando sueños, vendiendo vulnerabilidades, cambiando tus ideas y pensamientos más profundos por una promesa. Las calles cubiertas de nieve pueden ser un sueño o la...