La visión que tengo del mundo y de mi propia existencia es a la vez pesimista y optimista. Por un lado, se que es excesivamente limitada, que solo existo en una mínima fracción de este concepto tan difícil de definir que llamamos realidad. Me angustia pensar en mi insignificancia, pero me entristece aún más pensar en la manera en que los seres humanos derrochamos el recurso más preciado que nos ha sido otorgado: el tiempo. Lo desperdiciamos enfocando nuestra atención en cuestiones sin importancia que nosotros mismos sobrevaloramos.
Otro hecho que me molesta es algo que debería ignorar más, dado a que no lo puedo cambiar: todo logro conseguido en vida será temporal, y por lo tanto eventualmente olvidado. Se lo inútil que es sentirse mal por este motivo, pero es triste saber que, aunque logre crear algo que perdura por generaciones, la humanidad algún día llegará a su fin y con ella todo rastro de mi existencia.
Por otro lado, no puedo negar lo afortunada que me hace el hecho de estar viva. Ya fue un coincidencia increíble el surgimiento de la humanidad. Requirió una sucesión de eventos encadenados aleatorios, y sin embargo todos se dieron, dando origen a esta especie dotada de conciencia, capaz de conocer el universo. Luego, más casualidades tuvieron que ocurrir para que yo hoy me encuentre pisando la Tierra. Un solo detalle, por irrelevante que pareciera, habría bastado para cambiar la historia. Pero, sin embargo, ocurrió. Y, como no creo en el destino, me parece aún más maravilloso: nada de lo que pasó sucedió porque tenía que pasar, pero aún así, la casualidad hizo posible mi existencia.
Paradójicamente, lo mismo que nos hace insignificantes, nos hace especiales.
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Insignificantes, pero especiales
RandomEn unos pocos renglones me propongo reflexionar sobre nuestra existencia, sobre lo irrelevantes que somos, sin dejar de ser una maravillosa coincidencia.