Capítulo Uno.

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Bianca.

Es el primer y agotador día de clases. No tengo de qué preocuparme. Excepto de Lucy y su nueva faceta de conquistadora, lo que no me ofrece un panorama muy conmovedor.

―He estado hablando todo el año con él, de hecho tuvimos uno que otro beso francés y nada. No he recibido ninguna señal de vida de Josh. Uh... ¿Bianca, me estás escuchando? ―dice mi mejor amiga Lucy, mirándome con el ceño fruncido.

―Ajá. ―Miento.

Lucy había sido mi mejor amiga desde que llevábamos pañales. La he visto pasar por todas sus etapas: la dulce y adorable infancia, la triste y vergonzosa pubertad y la extravagante y provechosa adolescencia. En tres años había estado con más de cinco chicos, lo que no le daba una buena reputación en el internado Sudburry. Actualmente está flirteando con Josh, un patán del equipo de fútbol americano que suele pasearse por los dormitorios de las chicas.

No quiero sonar como alguien envidioso, pero Lucy tiene todo lo que en mi vida podré tener: personalidad, chicos y belleza. No me considero alguien perfecta, ni menos bonita, pero eso nunca me ha afectado porque no me interesa en absoluto llamar la atención del prototipo masculino de Sudburry. Soy demasiado tímida para poder dar alguna opinión, y nunca me he atrevido a intentarlo desde que me dio un ataque de pánico al exponer acerca de los peces en segundo grado a la señorita Irwin. Es ridículo, pero lamentable.

Ahora, sentada al fondo del salón, escuchando el sermón de bienvenida del nuevo maestro de Historia. El señor Anderson ya había cumplido los sesenta, y diez días después de su cumpleaños fue encontrado muerto en la biblioteca pública de Blackburn. Lo más escalofriante fue el estado en que se hallaba. Completamente irreconocible. Desde ese día no he parado de pensar en las últimas palabras que me dijo antes de morir:

"No caigas al igual que yo, él es un psicópata, Bianca. Viene a por ti."

No sé quién es la persona a quien se refería, ni cuál sería su motivo para venir a por mí. Quizás el señor Anderson estaba alucinando, o simplemente se equivocó de persona. Pero no lo creo. No puedo estar tranquila sabiendo que hay alguien buscándome. Mi padre murió cuando yo era apenas una niña a manos de un asesino en serie, nunca se supo el porqué de su asesinato. Sólo se encontró una falsa nota de suicidio y el arma con la que supuestamente mi padre se había matado. Al igual de lo que sucedió con tres asesinatos más anteriores a ése.

―Señorita Delauney, ¿podría nombrarme el famoso pintor del que hemos hablado la mitad de esta clase, por favor? ―Espeta el profesor Ross, escrutándome con la mirada.

Miré a todas partes, suplicando misericordia a las paredes de la habitación. Me había perdido en mis pensamientos casi media hora, y eso era imperdonable.

― ¿Pi... pi... Picasso? ―Toda la clase estalló en risas y siento que mi cabeza da vueltas. Demonios, soy una jodida imbécil. Excelente manera de empezar el año, Bianca.

―Si vuelve a distraerse en mi clase, no seré tan gentil como ahora. Gracias a la señorita Delauney todos me traerán un informe de mil palabras acerca de la importancia de la perspectiva en el siglo XVI. Pueden retirarse.

Creo que estoy tan enrojecida que en cualquier momento me prendería en llamas. Intento pararme del asiento, pero mis piernas no responden y fracaso. Guardo los apuntes en mi bolso y hago un esfuerzo por fugarme del salón. Antes de salir, recibo un comentario sumamente alentador de Janice, alias señorita perfección.

―Desaparece del mundo, perdedora.

No puedo haber iniciado el año de mejor manera en Sudburry.

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