CAPÍTULO 19.

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Apenas entramos me di cuenta que no había luz. Genial. Estaba algo borracha, mi cabeza iba a explotar, mis oídos me pedían a gritos que jamás vuelva a aturdirlos de esa manera y siquiera veía donde pisaba.

–Bien, yo me voy derecho a la cama amiga. Suerte, no hagas muchos ruido.

La observé subir y antes de empezar con mi pérdida de orgullo fui hasta la cocina a tomar agua. Me preparé un café y antes de volver al living lo vi por la ventana. Estaba recostado sobre el pasto del patio de la casa, al lado de la piscina, mirando el cielo. Realmente no sabía como actuar en esta situación, ¿debería darle un respiro o qué? Sin pensarlo agarre mi taza y salí.

Me miró y yo a él. Supongo que fue uno de esos momentos en que los ojos hablan por si solos. Los de él, rojo fuego, dolidos. Los míos, con lágrimas, ¿qué más podía ser?

El siguió mirando el cielo oscuro y yo me senté a unos metros a observarlo a él. No cruzamos ninguna palabra. Yo no hacía otra cosa más que llorar y él apenas bajo la mirada para mirarme tres o cuatro veces. Terminé mi café y antes de irme, lo largué.

–Perdón.

Creo que mi voz se quebró más de lo que estaba, lavé la taza y subí al cuarto. Entre al baño, me higienicé, até mi pelo y saqué mi maquillaje. Otra vez su remera estaba al lado del lavatorio, parecía que me llamaba. Sin dudarlo me la puse, y su olor me atrapó. Quise abrazarlo y pensé un poco. ¿Vendrá a dormir acá esta noche?

Pasaron, no lo sé...¿dos horas? Y escuche la puerta. Estaba algo dormida pero sin abrir los ojos pude adivinar sus movimientos. Fue al baño, escuche un golpe en la pared...otra vez.

Cuando salió me miró, sentí su mirada e hice un esfuerzo para no llorar. Cuando abrí los ojos estaba sentado en el borde de la cama mirando a un punto fijo. Pensé en tirármele encima y abrazarlo pero no iba a funcionar. Se sacó su remera y se acostó en calzoncillos al lado mío, pero ni siquiera me rosó.

Me insulté un par de veces a mí misma antes de hacer cualquier cosa pero sin pensarlo me di vuelta y lo abracé. Fue raro, cálido y angustiante al mismo tiempo. El estaba dolido y yo estaba en una guerra interna que no sabía como terminar. Sentí su olor y el calor de su cuerpo, su torso desnudo no dejaba de impresionarme ni en esas ocasiones.

Increíblemente él pasó su brazo por debajo de mi cabeza y me dio uno de esos besos en la frente que tanta paz me daba. Y todo dentro mío se calmó. Podría haber pasado la noche abrazándolo pero él cortó el silenció.

–Perdón, yo...no sé por que me pongo así, soy muy posesivo, nosotros no somos novios, no tengo derecho de tratarte así...

No deje que continué y por fin pegué mis labios con los de él. El tomó mi rostro con sus dos manos y secó la única lágrima que quedaba. Continué besándolo. Nos deseábamos tanto, no sé qué sucedía.

Subí mi cuerpo sobre el de él y sus manos rápidamente guiaron a mis piernas: las movió a un costado para que envuelva su cuerpo con ellas. Sentí como se movió, creo que se apoyó en la pared para sentarse un poco, yo seguía sobre él. Dejo de besarme un segundo para mirarme.

–Si seguís poniéndote mis remeras nunca voy a poner enojarme con vos.

Fue la primera sonrisa de la noche que mostré. Le di un beso y de un tirón la saco.

–Igual, me gustas más sin ella.

Y una vez más nos unimos. Nos hicimos uno, nos calmamos internamente. Fue increíble, jamás pensé que podría ayudarnos, pero de hecho...lo hizo.

Sostenía mi cabeza en su brazo y tocaba mi pelo con tanta suavidad y delicadeza que yo estaba en otra galaxia. La verdad es que tuve un momento raro y me agarró hambre.

–Voy a bajar a buscar algo para comer.

Me dio un beso en la frente y busqué su remera en el suelo. La encontré, y cuando me la puse me sonrió. Me encogí de brazos y bajé. La verdad es que no había mucho para comer, no habíamos hecho compras y lo único que teníamos eran cosas que habíamos traído. Abrí un paquete de galletitas y cuando comí la primera lo escuché bajar.

Entró a la cocina y lo abracé de nuevo. Creo que nuestras acciones hablaban más que nuestras palabras. Lo abracé por la cintura y el pasó su brazo por mi cuello mientras comía otra galleta. Me tomó de la mano con su boca llena. Salimos de la mano al patio nuevamente y el se sentó en el pasto. Golpeó su mano a su lado indicándome que me siente con él. Cuando lo hice se apoyó sobre mí y otra vez guío su mirada al cielo.

–Hoy hay noche de estrellas.

– ¿Qué es eso?

–Un fenómenos espacial, una maravilla de la tierra. Caen alrededor de 25 estrellas fugaces en 1 hora.

Lo miré sorprendida.

– ¿Por qué nunca había escuchado sobre eso?

–Porque te la pasas de fiesta en fiesta y no agarras un libro.

Me dijo irónico y gracioso. Lo miré y me reí.

–No sé cada cuanto tiempo, la tierra pasa por una franja de residuos espaciales. Generalmente una trayectoria previa de algún cometa.

Lo mire embobada. La luz del cielo se reflejaba en sus ojos y estaba siendo muy cursi todo.

–No sabía que te gustaban estas cosas.

–Vení, dale. Acostate.

Le hice caso y mire al cielo.

–Antes de que llegaras vi una, supongo que fue una señal.

Le sonreí.

–Una señal que me mandaron que decía: "Ori se puso en pedo de nuevo y esta vez no estabas vos. Pero no te preocupes...hoy la pones".

Golpeé su brazo.

–Arruinaste todo, ¿no te das cuenta?

– ¿Yo?

Me miró un poco raro y dolió.

–Vení acá.

Apoyé mi cabeza en su pecho y dibuje garabatos en su torso.

–A partir de ahora, ¿sabes qué?

– ¿Qué?

–No salís sola ni a comprar una gaseosa, y no me vengas con que vos sabes cuidarte sola y blablabla como la vez anterior, ¿ok?

Lo miré y asistí sonriendo. Si dejaba escapar a este chico no me lo iba a perdonar nunca en la vida.

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