El joven Black se endereza y la mira con seriedad.

- Nadie hubiera podido resistirse a la mirada de cachorro que pusiste. Y además, quiero estar contigo. Pero vaya día has elegido para que tus padres se enteren de lo nuestro.

- Es sencillo, no van a tocarme las narices hoy, saben que no estoy bien. Cuando todo pase, ya se habrán hecho la idea y no darán lata. Así de sencillo es todo.

Sirius alza ambas cejas.

- ¿Todo esto lo has planeado cuándo?

- Hace un minuto, cuando tuve que inventarme una excusa para que dejes de pensarte si me abrazas o no. -replica Marlene, y se hunde en el sillón, enfurruñada.

Elizabeth entra a la sala con una bandeja con dos tazas de té.

- Tomen, les ayudará a pasar el frio de afuera. Y a ti te va a calmar, Marlie.

La mujer les dedica una sonrisa, y dejando una caricia en el hombro de Sirius, vuelve a la cocina. Marlene gira el cuello para seguirla, y se topa con la figura de su padre en el umbral, con un vaso de Whisky en la mano.

- Papá, no necesito chaperón.

Sirius se remueve en el lugar, y la chica sabe que está incómodo.

- No soy chaperón, hija. Sólo estoy pensando.

- Ve a pensar con mamá a la cocina, por favor.

El hombre suspira con hastío pero le hace caso, y se retira.

- Harás que me odie más de lo que ya lo hace..-murmura Sirius.

- No te odia. Sólo está procesando todo, si te odiara no estarías aquí. Te lo aseguro. -se acerca a él y se hace una bolita, y sonríe cuando le rodea con un brazo.-

- ¿Tú estás bien? -pregunta Sirius.

- No lo sé. Siento todo muy irreal. Es...no lo sé.

- Toma el té. Te ayudará a relajarte, anda.

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La observa estirarse para aferrar la taza de té con manos temblorosas y se muerde el labio. No sabe qué hacer para reconfortar a Marlene y eso le pone nervioso, y se enfada consigo mismo. Él también toma un sorbo de su taza, y aunque el té no es algo que le guste en demasía, éste está delicioso.
Vuelve a mirar a Marlene, tiene los ojos rojos e hinchados, y una cara de cansancio que él cree que no se ha visto aún. Apura su té, y luego abre un poco los brazos.

- Ven. -es todo lo que dice.

Y la rubia no tarda en lanzarse a sus brazos y abrazarlo con fuerza. Como no es bueno con las palabras, prefiere callar, y acariciarle el pelo a la rubia que ahora está hecha una bolita en su regazo. Pero tiene un moño algo despeinado en el cabello, sostenido por un palito. Nunca supo como las chicas hacen eso, pero lo quita y ahora sí puede acariciarle el pelo a sus anchas.

- Me vas a hacer dormir...-murmura ella, escondida entre su cuello y una mata de cabello rubio.

- Es la idea, McKinnon.

- No quiero dormir, vas a irte...

- No lo haré.

- ...

- ¿Marlene?

Pero no obtiene más respuesta que la respiración acompasada de la joven. Un ruido de tacones le indica que le a señora McKinnon ha entrado a la sala, asique él se lleva el dedo a los labios antes de que hable.

- Oh...-susurra la mujer.

- ¿Quiere que la lleve a su habitación o la dejamos durmiendo aquí? -pregunta él, también en un susurro.

- ¿Puedes cargarla? - pregunta Elizabeth. El chico asiente.- Bien, sígueme.

El chico obedece y, acomodando bien a la bella durmiente que lleva encima, se pone de pié y sigue a la mujer escaleras arriba. Una vez en la habitación, deja a Marlene en la cama y la cubre con la manta.

- Puedes quedarte con ella si gustas. -le dice Elizabeth.

- Me gustaría, si. Ella...no quería que me fuera.

- No hay problema.

Ella se retira y él se sienta junto a Marlene. Se queda un largo rato viéndola dormir, hasta que la posición en la que está le hace cosquillear la pierna, por lo que se pone de pié y recorre la habitación. La pared está llena de pósters de bandas muggles y mágicas, fotos, un banderín de Gryffindor. Una biblioteca ocupa la mitad de otra pared, y junto a ésta se encuentra la Cometa de Marlene. La rubia cuida su escoba como si fuera de la familia. En la biblioteca hay un pequeño cofre, decorado con colores y formas psicodélicas, que está llamando su atención. Sabe que está mal pero si hubiera algo que no pudiera ver, estará hechizado y no podrá abrirlo. Sin embargo lo intenta y sí puede, encontrándose con un montón de fotos. En la primera, Mary y Marlene tienen la nariz metida dentro de una pila de libros, muy Evans todo. Las siguientes son de ese estilo, con amigas y familiares, supone. Entonces en la última sale él, bueno, aparece en una bonita foto de Marlene para arruinarla lamiendole la mejilla cual perro. Pero el cofre parece más profundo desde afuera, y entonces, recuerda que James tiene uno así. Saca su varita y toca el fondo del cofre, que se abre como si debajo tuviera un resorte y lo que hay allí lo sorprende de sobremanera, pero también lo hace reír.

- No vas a fumarte mi mandrágora, Black.

Él se sobresalta y se gira para ver a Marlene sentada en la cama, con el cabello totalmente revuelto y una sonrisa burlona en la cara.

Blackinnon StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora