;beer el suicida;

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niño te como la cara y lo que no es la cara ahre qué

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niño te como la cara y lo que no es la cara ahre qué

vale ya he superado mi ataque fangirl

ya pueden proceder a leer el capítulo con tranquilidad

gracias






-¿Sean? Ven por favor a mi casa. Creo que Beer se quiere suicidar.

-Mmmmm... ¿qué?

Sean se pasó una mano por el pelo rubio, confundido. No entendía muy bien por qué Thomas le estaba llamando, y menos para decirle tal barbaridad. ¿Cómo se iba a suicidar el gato de Cristian? Si ese animal vivía mejor que cualquier persona... Era cierto que su dueño se había ido en la madrugada a España y lo había dejado a cargo de su amigo, pero eso evidentemente no era una razón para que Beer se quisiera suicidar, sobretodo porque Beer era feliz mientras le dieras de comer y lo acariciaras de vez en cuando. Además... ¿los gatos podían tener pensamientos suicidas?

-Que el gato se quiere suicidar.-repitió, perdiendo un poco la paciencia.

Sean sujetó con firmeza el móvil contra su oreja y miró la hora en el reloj de la cocina. Eran las cinco de la tarde, y no sabía qué quería Thomas con todo eso de Beer.

-Ya voy.-dijo simplemente.

Colgó antes de que Thomas pudiera decir algo más y cogió una chaqueta para después salir de su casa en dirección a la del castaño, ignorando a su padre en el salón y a Mark que bajaba las escaleras. Claramente, no se creía lo que le había dicho Thomas, pero dentro de media hora llegaría su madre de trabajar y no tenía ganas de verla. Últimamente le hacía más interrogatorios de lo normal y eso le colmaba la paciencia (la poca que tenía), pero lo que más le fastidiaba era que la mayoría de las preguntas eran tipo "¿por qué estás tan feliz?" "¿te drogas?" "¿sabes que puedes contarme lo que sea?". Y ya estaba harto. No entendía por qué su madre estaba tan pendiente de él en los últimos días, y tampoco entendía cómo podía pensar que él se drogaba. Bueno, sí que hubo un tiempo que fumaba marihuana con los gemelos Dark y los demás chicos, pero de eso ya hacía mucho, y no contaba. Y luego estaba ese "¿sabes que puedes contarme lo que sea?". Porque esa pregunta era una gran mentira. Una vez le creyó y le contó que le gustaba los chicos, y el resultado fue bastante horrible. Su madre pensó que era una gran vergüenza, y lo seguía pensando. Y de eso ya hacía cinco años.

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