-¡Hijo querido! ¿¡Que te pasó en el rostro!?- gritó su madre apenas vio el estado en el que Hannibal regresó al castillo. Tomó el rostro de su hijo entre las manos pero el joven Conde enseguida se separó del agarre.
-Realmente no fue nada madre... Sólo tropecé en el bosque mientras perseguia una liebre y me lastimé contra la corteza de un árbol...- murmuró Hannibal tranquilamente, aunque por dentro sus sentimientos seguían en pleno estado de ebullición.
Por culpa de esa herida había... Besado a Will... Y luego habían pasado todas las cosas que habían sucedido y que lo habían llevado a tomar la decisión de que lo mas prudente era que ambos se alejaran. Sabía que extrañaría abrazarlo, o tomarlo de la mano, o jugar con su cabello. Tal vez ni siquiera cruzarían de nuevo una sola palabra. Y eso dolía como el infierno. Pero ahora que lo sabia... Ahora que era conscientes de que ambos padecían del mismo mal... Su única opción era esta... Mantenerse lejos.
-Deberias tener mas cuidado, tu tío Roberto en una expedición de caza se hizo una herida mínima y ésta terminó volviéndose negra y tuvieron que amputarle la mano! Aunque claro...- añadió la mujer bajando un poco la voz de manera conspirativa -Teniendo en cuenta que se casó con esa mujer... La "Lady" Murasaki esa... No me sorprende que Dios lo castigara...-
Hannibal suspiró hastiado, desde que el Rey Mindaugas había adoptado el cristianismo como religión del estado Lituano su madre había parecido olvidar de golpe todas las costumbres paganas de las antiguas tribus de las que provenían. Él se había visto obligado a aceptar esa fe también, pero renuente a ella, como su propio padre, aunque ambos lo disimulaban a la perfección.
Para colmo, esa fé era la que mas torturaba y demonizaba a... Las personas que querían... O que les gustaba alguien de su propio sexo. La vieja fé tampoco lo aceptaba, pero al menos no era tan cruda como ésta que su madre había abrazado tan fervientemente.
Incluso su tío Roberto, el hermano de su padre, era un pecador por casarse con una mujer de procedencia japonesa y no haberla convencido nunca de cambiar su religión. Ahora su Tío Roberto era un proscripto en Francia, el lado oscuro de la dinastía Lecter. Pero un hombre lo bastante valiente como arriesgar todo por su amor a pesar de que este estuviera mal para otros. Se imaginaba que él, con mano o sin ella, debía ser muy afortunado si había encontrado a alguien por quien valía la pena dejarlo todo atrás. Más aún siendo correspondido. Mucho más logrando concretar su amor. Se dió cuenta de que secretamente, ahora que todo esto le estaba pasando, admiraba profundamente a ese tío que jamas había conocido.
Su madre seguía hablando pestes respecto a él y a su esposa japonesa, pero Hannibal simplemente solo fingía que la escuchaba, mientras una fantasía aparecia en su mente, una en la que él podía escaparse con Will como su tío se había escapado con la dichosa Lady Murasaki.
Pero claro, era diferente, eran un hombre y una mujer en este caso.
-¿Por cierto, donde está William? Pronto los invitados van a llegar al castillo y tienen que estar ambos listos.- dijo la Condesa mirando a su hijo.
-No lo sé, supongo que ya vendrá.- respondió Hannibal, envarándose un poco al escuchar ese nombre.
-Que extraño. ¿Os habéis peleado? Siempre andáis juntos como uña y carne... ¿No será acaso que él te hizo ese golpe y lo estás cubriendo?- empezó a decir la mujer sonando cada vez más y más enfadada.
-No madre, él no tuvo nada que ver y no, tampoco nos hemos peleado. Simplemente ya hemos crecido y a veces nos gusta mas estar solos.- resumió Hannibal con toda la tranquilidad que pudo, su madre a veces parecía adivina.
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El Conde Lecter.
FanfictionInvestigando unos extraños casos, Will Graham y Jack Crawford deciden pedirle ayuda al eminente Conde y Doctor Hannibal Lecter, sin saber que él también esconde un oscuro secreto. ♥FANFIC FINALIZADO♥