36- La noche.

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Llegamos a un lugar muy agradable, comimos y le conté un poco sobre lo tradicional en Guadalajara.

— ¿Tequila? ¿Qué es eso?

— Es una bebida alcohólica tradicional de este lugar, bueno en general de todo el país.

— Tengo que probarlo.

— No creo que sea buena idea, es muy fuerte.

— Vamos, tú sobreviviste a una botella de Stin, déjame intentarlo.

Finalmente fuimos por Tequila, había música y un ambiente muy agradable. Después de un rato me levanté para ir al tocador, en el camino un chico que parecía haber bebido más de lo normal me bloqueo el paso.

— ¡Hola!, ¿vienes sola? No deberías venir sola, ven yo te acompañaré —intentó abrazarme.

— No gracias —me moví pero él me seguía.

— Vamos dulzura, te acompañaré.

— Ya dije que... —sentí unos brazos en mi cintura.

— ¿Tienes algún problema con mi esposa? —La voz de Meikel, me sentí muy feliz, el chico dudo al ver la altura y complexión de Meikel.

— Tampoco eres tan bonita —por fin se fue, él retiró sus brazos.

— ¿Estás bien?

— Si gracias, voy... Voy rápido al tocador.

— Te espero aquí —asentí, lave mi cara para dejar de sentir ese cosquilleo interno.

— Muy bien, solamente te impresionó su actitud, no es nada más —dije a mi reflejo, asentí, salí y encontré a Meikel en el mismo lugar, seguimos disfrutando, yo comenzaba a sentirme mareada y al parecer Meikel también.

— Deberíamos irnos —asintió con desgano.

— Sin duda. —Pedimos un taxi, llegamos al hotel sin problema y subimos al elevador, Meikel se recargo en la pared.

— ¿Estás bien? —negó con la cabeza.

— No estoy seguro, todo da vueltas. —Llegamos a nuestro piso y el casi se cae al salir del elevador, lo sujete.

— Vamos, ayúdame a llegar —sonrió aunque tenía los ojos cerrados.

— Siempre te ayudaré, sólo tienes que pedirlo.

— No puedo creer que estés borracho, bueno yo no estoy tan bien pero aún puedo caminar. —Llegamos a la habitación y le pedí que se recargará en la puerta mientras prendía la luz.

Entramos con cuidado, lo recosté en su cama y él sujetó mi mano cuando me di la vuelta.

— Quédate —seguía con los ojos cerrados.

— Meikel el alcohol sigue haciendo efecto, tenemos que dormir.

— Duerme conmigo. —Sentí mis mejillas ruborizarse, sé que no se refería a "esa" forma, pero no pude evitar pensarlo.

— No Meikel —dije con duda.

— Vamos, quédate una última noche. —Es verdad esta sería la última noche juntos, podía escuchar mi corazón latir— Solamente... regálame esta noche.

Cerré los ojos, mareada por el alcohol y el sonido de mi corazón, me senté en la cama, más nerviosa que jamás en mi vida, pude ver una sonrisa en su rostro, me acosté de lado dándole la espalda, ¿qué rayos estaba haciendo? Esto es tan incorrecto, su mano rodeó mi cintura y acercó su cuerpo dejando una distancia razonable.

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— Gracias. —Tenía su cabeza recargada en mi nuca, su voz sonó tan cerca que sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, el aire no parecía suficiente, estaba tan nerviosa que me costaba respirar.

— Crees... ¿Crees que si las cosas hubieran sido diferentes, tú y yo tendríamos una oportunidad?

— ¿Qué? —mi voz salió muy despacio, efecto de los nervios.

— Si yo hubiera sido un humano normal, te hubiera conocido y tuviéramos una oportunidad... ¿Crees que habríamos terminado juntos? —Suspire, no lo había pensado, si él hubiera sido mi compañero de clases, seguramente habría sido uno de los populares y si aun así se fijaba en mí, habríamos tenido citas, conoceríamos a nuestros padres y finalmente terminaríamos casados, ese podría haber sido nuestra historia. ¿Cómo lo sabía? Ya antes él había sido el amor de mi vida, ya antes había imaginado un futuro con él.

— Sí, tal vez. —Presionó su brazo en mi cadera y yo recargue mi mano sobre la suya.

— ¿Qué es lo que más odias de mí?

— No odio nada —sonreí de lado—, me desespera que actúes sin pensar en las consecuencias y que no digas lo que realmente quieres... Solamente eso, claro y detesto que no sonrías. —Lo sentí reír, todo parecía amplificado, su respiración, el calor de su mano, su aroma. La recámara se sentía muy pequeña, pero me agradaba esta situación, de una forma aterradora.

— ¿Qué es lo que más te agrada? —otro escalofrío.

— Tu encanto con las personas, tu positivismo y tu espíritu protector.

— ¿Y físicamente? —Me sonroje, que suerte que no me podía ver, podía decir lo que pensaba sin problema y si me arrepentía, simplemente culparía al alcohol.

— Tu altura, tus ojos, tu cabello y tu voz. Realmente me gustan tus ojos.

Guardamos silencio, ¿dije algo mal? Simplemente fui honesta, ¿por qué reacciona de esta forma? ¿Está tan borracho? ¿No le intereso?, su voz me sacó de mis pensamientos.

— Lo que no me gusta de ti es que tengas miedo de ser tu misma siempre, que impidas a las personas conocerte realmente y un más, que seas tan necia —se río, ¿necia? —, también detesto cuando no sonríes, definitivamente es lo que más detesto físicamente hablando. —Me giro quedando cara a cara, me estaba observando, por inercia puse mis manos en su pecho, sentía su respiración pausada y sus latidos tan ruidosos como los míos, el brazo con el que estaba recargado término rodeando mi cintura, el otro quedó libre.

— ¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti? —Negué con la cabeza incapaz de hablar, él sonrió ligeramente y pasó su mano por mis pómulos, retirando el cabello que amenazaba con llegar a mi cara, sentí que realmente tendría un paro cardíaco.

— No lo sé... —dije en un suspiro.

— Me gusta tu fuerza de espíritu, tu cariño incondicional hacia tus amigos y el sentido de justicia que tienes. —Se quedó callado un segundo y pasó sus dedos por debajo de mis ojos — Me encantan tus ojos, que siempre parecen tener mil acertijos, tu rostro tan expresivo y agradable, detuvo sus dedos en mi barbilla y precavido, tocó mis labios como si fueran lo más delicado del mundo— Y me encantan tus labios que permiten una sonrisa tan honesta que podría iluminar Elder completamente.

Deje de razonar, él me observaba con detenimiento mientras acercaba su rostro al mío, retiró sus dedos y mirándome una vez más, finalmente unió sus labios a los míos, tan delicados, tiernos y honestos. Estaba por corresponder el beso cuando él se retiró lentamente, aún con los ojos cerrados, no pude evitarlo, esta vez fui yo quien tomó la iniciativa y lo beso, respondió rápidamente, era un beso tierno y honesto, por falta de aire nos separamos, me atrajo más hacia él, hundí mi cabeza en el espacio de su cuello, me abrazaba así como yo a él.

— Buenas noches Ahiry.

— Buenas noches Meikel.

Me desperté con una sonrisa en los labios, me giré para encontrarme a Meikel, pero me quedé helada al darme cuenta de que estaba completamente sola en la habitación, ¿había soñado? No, claro que no, estoy segura de que fue real, me puse de pie buscando sin éxito sus cosas o algo que me dijera que estaba aquí.

Lo único que encontré fue una carta firmada por Meikel Stephen Anwar. Mis manos temblaron al sujetar la carta y me senté en una de las camas, tomé aire y comencé a leerla:

Querida Ahiry.

Sé que te preguntarás el motivo de mi ausencia, pero antes de explicarte eso, tengo que disculparme por mi comportamiento de anoche, no fue el alcohol en ningún sentido el que me obligó a comportarme así, fue simplemente la actitud de un joven a punto de divorciarse de la mujer más hermosa y perfecta del mundo. Espero que entiendas, que tampoco fue intencional acorralarte de tal forma para responder a la situación, tengo que asegurarte, que todo lo que dije fue honesto, que estos días fui más yo que nunca y más feliz de lo que pude ser en otro momento. Será un recuerdo que guardaré seguramente con mucho cariño.

Sobre mi ausencia, no queda más que decirte que prefiero no incomodarte más con la separación; me siento un poco más tranquilo conociendo de alguna forma, el lugar que será tu nuevo hogar. Tengo que regresar a Elder, mucho trabajo que hacer y una guerra que planear, espero que puedas ser feliz con tu nueva vida y con quién decidas compartirla.

Ten por seguro, que desde el día de nuestra boda, di todo lo que tenía en mis manos para hacerte feliz sin éxito y que jamás podré querer a alguien, como te quise.

No quiero entrar más en detalle, simplemente agradezco tu tiempo y paciencia, espero poder saludarnos amablemente si regresas en un futuro a la boda de Caly y Emek.

Tu ahora ex esposo, Meikel.

Estaba llorando, me sentía vacía, enojada y desesperada. Pero, ¿por qué?, sabía la respuesta, la supe el primer día que estuvimos en la Tierra, pero desde hace mucho más tiempo, me negaba a aceptarlo, por mi tonto orgullo y necedad.

¿No había sido Meikel mi amor platónico por muchos años? Estando aún con Emek, ¿no me parecía atractivo? Incluso disfrutaba los eventos a los que fuimos después de nuestra boda, aquel vals previo a nuestra boda, las pocas pláticas que teníamos me parecían entretenidas, él fue tan atento conmigo, siempre intentando hacer menos incómodo todo y yo nunca di paso atrás; tan tonta al no darme cuenta de la emoción que me brindaba su sonrisa apenas visible, la preocupación cuando él quedó herido al salvarme, la frustración cuando mencionó el divorcio, el dolor que sentí ante su rechazo en Canadá, los celos enloquecedores que sentí con Velia y la necesidad de reclamar mi lugar junto a él; la vergüenza al intentar seducirlo y alegría ante nuestra primera cita, la emoción de estos días, la noche más honesta que tuvimos... Yo quería más de lo que pensaba a Meikel.

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