Ahora que estás aquí y que el futuro se te esconde,
ya has rasguñado el suelo y las paredes de tu habitación,
no quieres ver el sol, no quieres nada por las tardes...
Ninguna sensación que nos haga sentir mejor.
Bailando solo en la oscuridad te vas a acostumbrar a ver toda la vida pasar,
igual que una promesa al anochecer
te puedes disolver al borde de un vaso de cristal.
Llegó dando portazos; primero a la puerta principal, luego a la puerta del piso, y finalmente a la puerta de su cuarto, mientras se iba despojando de su ropa. Dejó los guantes de cuero en el bolsillo de su abrigo, el abrigo lo dejó en el perchero del recibidor, y mientas subía la escalera; se despojaba del esmoquin y la pajarita, los cuales fueron a parar al sofá de John. Sherlock entró a su habitación y luego de cerrar la puerta, se quedó mirando la pared; específicamente su cuadro de la Tabla Periódica. Apoyó las manos en sus caderas y se quedó ahí. Exhaló largamente, y por un momento creyó perder el control de sí mismo. No sabía si tomar el poco de whisky escondido en el estante junto a la chimenea, o simplemente hacer caso omiso de los últimos acontecimientos y seguir adelante.
Pero no era tan sencillo. La única vez que se había sentido tan desorientado había sido en Dartmoor, frente a la alucinación de aquel enorme sabueso. Pero ahora se sentía enojado, impotente, emocional. Molly le había mentido. ¿Por qué y durante cuánto tiempo? ¿Por qué no pudo observar nada fuera de lo común en ella? Molly Hooper a final de cuentas, no era quien él creía. Y demonios, le molestaba y le irritaba la sensación de vulnerabilidad que eso le causaba. El sentir emociones tan a flor de piel, y el recordar que hace solo un par de horas había, por primera vez, dado un beso sincero, le causaba algo extraño en su pecho. Y es que acababa de asumir a Molly como alguien más bien parte de su corazón que de su mente, y ahora eso ya no valía nada.
Comenzó a dar vueltas por la habitación, mientras se sentía traicionado. Aunque seguía sin poder identificar con palabras claras las emociones que pasaban por él, sabía lo que era la traición, ahora lo sentía en su pecho, sus puños y su garganta. No sabía si quería gritar, o correr, o hacer algo o nada con su cuerpo para dejar salir lo que parecía oprimirle. Molly era la única que contaba, pero habían mentido. No entendía por qué, y no quería buscar explicaciones. Esos eran los hechos. Molly le había mentido, estaba de parte de James Moriarty, y por consecuencia, ya no contaba más.
Terminó de desvestirse, y se atavió con su desgarbado pijama. Sacó dos cajetillas de cigarros que tenía escondidos en el entretecho del baño (John aún no había encontrado ese maravilloso escondite), atizó un poco el débil fuego de la chimenea, y se dirigió hacia el sofá de dos cuerpos, donde acomodó un par de almohadas y se estiró tan largo como era, acompañado de una revista de química (la cual apenas ojeó) y comenzó a fumar lacónicamente. Esa noche, Sherlock no durmió, y apenas fumó 15 cigarrillos de los 40 que tenía contemplados (lo cual de todos modos, dejó un nauseabundo y fuerte olor a tabaco en el piso). Estaba sumergido en su Palacio Mental, recordando datos, detalles, hechos que le ayudaran a adelantarse a Moriarty en lo que estaba por venir. Pero Molly. Volvía a pensar en el baile, en el beso (y en lo agradable que se había sentido hacer eso, por primera vez en su vida, de manera honesta). Intentaba huir de esa línea de pensamiento, pero mientras más se sumergía en su Palacio Mental, más regresaba al beso y al roce de esos pequeños labios que en aquel momento le parecieron precisos y dulces.
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El Caso Correcto
FanfictionMoriarty está vivo, pero aún no ha aparecido públicamente. Sherlock regresa de su fallido exilio y el juego comienza otra vez. Pero por otro lado, Molly Hooper, la patóloga que ayudó a Sherlock a sobrevivir a la caída se encuentra bajo amenaza. Sher...