6 El gato Iglesia

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Aquel día volví por la noche, poniéndole la escusa a mi madre de que mi amigo Manel me había invitado a su casa.
Corrí y corrí hasta llegar a la vieja casa lo antes posible. Andrea me esperaba en el jardín, con un bello gato entre las manos, un gato con el pelaje negro como la mismísima noche.

- Ya estoy aquí ¿Es tuyo?- pregunté.

- ¿Qué? ¡ah, no! Me lo acabo de encontrar, parece perdido, lo llamaré..... ¡Iglesia!

-¿Iglesia? No es un nombre muy común para un gato...

- por eso, además, tiene cara de llamarse Iglesia.- Lo achuchó entre sus brazos y empezó a hacerle caricias entre las orejas. 

- Alguien ha leído demasiaaadas veces Cazadores de sombras... - Dije burlón, aunque a mi también me encantaba aquella saga de libros.

- ¡¿Qué...!? ¡No! yo... - Le lancé una mirada de "¿enserio?" - ...Vale me has pillado. Pero tu míralo, y dime qué no tiene cara de Iglesia. - Levantó al gato y me lo puso delante.

- No tiene cara de Iglesia.

-Aguafiestas.

El gato, en la glória, se dejó toquetear. Dejándose a peso muerto sobre ella, que no paraba de hacerle mimos.

El gato ronroneó y yo me acerqué para acariciarlo, pero al instante se puso tenso y me lanzó una mirada de desprecio mientras enseñaba los dientes.

- Pues me parece que no le gusto.

Andrea rió.

- Prefiero a los perros... - murmuré para mi.

Dejó al gato en el suelo y dijo:

-Bueno, va siendo hora de que nos vallamos, ¡vamos!

- ¿Qué? ¡Espera! ¿ A donde vamos?

- A un sitio muy peligroso - sonrió.

- ¿todavía puedo retirarme? Porque si es así...

- ¡Anda calla tonto! - dijo entre risas, y nos adentramos en un denso bosque.

No sabía lo asustado que estaba.

La dama de negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora