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Gifted.

Hanji se inclinó sobre los barrotes de metal, mirando a Jolene directamente a los ojos, con una sonrisa demasiado grande y las pupilas brillándole como dos diamantes. Le dedicó una mirada rápida a los dos soldados que la custodiaban y sonrió aún más.

— Quiero imaginarme que la habrán tratado bien ¿No es así?— Preguntó y los soldados sólo se limitaron a soltar un chasquido con la lengua.

— Claro que no... Es una mocosa malcriada. — Contestó uno de ellos y Hanji le pisó el pie con fuerza, provocando que el hombre gritara de sorpresa.

— Parece que no les has caído muy bien.— Le dijo a Jolene mientras sonreía.— ¿Tu nombre es Jolene?

Ella miró a Hanji a los ojos, considerando la idea de que quizá era una mujer con poderes psíquicos y al parecer si los tenía porque sonrió como si la hubiera descubierto.

— Alan Serkin me lo dijo...

Claro, eso tenía más sentido.

Jolene volvió a mirar sus pies descalzos y se preguntó varias veces si Alan había dicho más cosas sobre ella. Seguramente todos pensaban que ella le había robado los engranajes cuando fue el quien la convenció de intentar escapar con ellos.

— ¿Estaré aquí para siempre?— Preguntó con un nudo en la garganta y Hanji estalló en risas.

— ¡Claro que no!

Aquel nudo que la estaba ahogando desapareció y sus ojos brillaron en un dos por tres. Esa era una buena noticia ¿No? No estaría allí encerrada por el resto de sus días como pensaba que estaría. Hasta había pensado en algunos posibles pasatiempos para matar los años que estaría encerrada, pero al parecer no sería necesario.

Hanji sacó un juego de llaves de su bolsillo y buscó entre todos los pedazos de metal hasta encontrar la que estaba buscando. La introdujo en la cerradura, la giró dos veces a la izquierda para abrir la celda y se plantó frente a Jolene.

Se puso de cuclillas, desató las cadenas de las muñecas de la niña y su sonrisa se borró al darse cuenta de que el futuro de Jolene era increíblemente incierto. Toda su vida prendía de un hilo y la Legión de Reconocimiento la sostenía, mientras que las Tropas Estacionarias trataban de cortar aquel hilo con un par de tijeras.

Hanji se acercó al oído de Jolene mientras ella masajeaba sus muñecas y la mujer tragó en seco.

— No puedo asegurarte que vivirás, Jolene... Pero haremos todo lo posible por salvarte.

Jolene, por primera vez en su vida, deseó ser sorda. Las palabras de Hanji la habían dejado con el cerebro congelado y se preguntó a si misma: ¿La matarán? ¿Por qué la Legión de Reconocimiento trataría de ayudarla? Hanji se alejó de ella y la expresión de Jolene le causó gracia, aunque no se rió. No podía reírse después de haberle dicho que era posible que la ejecutaran.

La mujer se levantó con una expresión de tristeza en el rostro y los otros soldados entraron en la celda para levantar a una muy asustada Jolene por los brazos. Ella no podía moverse, estaba totalmente ida, por lo que no opuso resistencia alguna cuando los soldados la arrastraron fuera de la cárcel.

Hanji apoyó su barbilla sobre la palma de su mano, preguntándose por quinta vez en el día como era posible que una niña de no más de quince años supiera como usar un arma tan importante como lo eran los engranajes. Era imposible que aprendiera por su cuenta y aunque fuera así ¿De dónde los había conseguido? ¿Cómo conseguía suministros de gas para practicar? ¿Cómo es que nadie la había visto antes?

Young Blood |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora