Café.

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Y entonces una tarde de invierno, me di cuenta que pasé mi primavera, mi verano y mi otoño enteros pintandolo, no tenía nada más que pinturas de ese rostro y esos ojos en mi estudio y escondidos en mi habitación, tenia tiempo que no pintaba nada más, así que esa tarde salí al jardín cubierto de gotas cristalizadas por el hermoso frío de la temporada, monte todo para poder pintar y esperé el atardecer para poder plasmarlo, pero esos ojos no salían de mi mente y mi mano se movió sola y termine pintandolo de nuevo, mi madre estaba parada a unos metros de mi y tuve que irme, era realmente triste, no podía pintar, pensar o soñar algo o a alguien diferente.

Al pasar las semana mu tristeza se reflejaba en todo, en mi mis dibujos mis pinturas, en mi.
No podía hacer nada y me di por vencida, me había enamorado de un invento mío, de un hombre que nació en mi imaginación y del café de sus tristes pero hermosos ojos inexistentes.

Amor al Arte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora