Corazón delator

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La primera vez que le sucedió estaba distraído. Karasuno ganó un partido de práctica y Daichi parecía bastante satisfecho de su equipo. Cuando sus miradas se cruzaron, él le sonrió. Sugawara quiso devolverle el gesto, pero su corazón se estrujó con una cálida suavidad. Estaba acostumbrado, sí. Pero a eso... No.

Un corazón transparente flotó a su izquierda. Tenía el tamaño de su puño y era traslúcido como una burbuja. Casi por instinto, cerró su mano sobre él y se desvaneció. Se llevó la mano a la boca, a la frente y se tapó la cara entera. Oh, no, no.

― ¿Estás bien? ―Le preguntó Kiyoko.

― Sí ―asintió, pero sentía la necesidad de huir a su casa, meterse entre las sábanas y no salir en toda la semana―. Sólo... tengo que ir al baño.

Caminó tranquilamente, esquivando a las personas que miraban el partido. Una vez que salió del gimnasio, corrió hacia al baño. Se encerró en uno de los cubículos y se apoyó contra la puerta.

Quería convencerse de que lo había imaginado, pero sabía que el corazón era sentencia de enamorado. Oyó historias de sus padres y de estudiantes, pero nunca le pasó a él. ¿Esto significaba que Daichi era su primer amor? Era terrible. Se había enamorado de su mejor amigo y acababa de ver la prueba irrefutable de ello.

¿Qué haría ahora?

Tenía sentimientos encontrados. Por un lado, era trágico no ser correspondido. No podía ni considerar una confesión: de sólo pensarlo le sudaban las manos. En definitiva, no era nada bueno.

Sin embargo, en este momento se sentía eufórico. Su primer amor. Recordó esa sonrisa que terminó de solidificar los sentimientos que mantenía hace tiempo guardados en su interior. Esa expresión tranquila, llena de confianza y cariño.

¿Esto era malo?

Respiró profundo y se lavó la cara. Lo descubriría con el tiempo.

.

Luego del partido, Daichi les propuso a los de tercer año ir a comer algo. Kiyoko se excusó, así que fueron los tres a cenar a un sitio cerca de la escuela. Vidrios empañados, conversaciones ajenas, ruido de platos tintineando. El refugio más apropiado para una noche de invierno. Comieron y hablaron del partido, del entrenamiento, del colegio. Era tan agradable que deseaba congelar el mundo en esta etapa. Ellos tres para siempre. Lo único que se congelaba eran sus manos.

― Acabas de comer, ¿Todavía tienes frío? ―le preguntó Daichi una vez que salieron.

Uno: no lo mires. Dos: no rehúyas su mirada, porque entonces es muy obvio. Tres: no pienses en estas cosas. Cuatro: no pienses en Daichi. Cinco: no pienses...

Y más importante: ¡No te olvides que acaba de hacerte una pregunta!

― No tiene nada que ver que haya comido ―replicó, mirando el cielo mientras trataba de adivinar si llovería o no―. Hace mucho frío.

Asahi le dio la razón con un estremecimiento. Suga se frotó las manos. Daichi no era friolento como ellos dos. Nunca entendería lo que es ponerse quince abrigos y seguir maldiciendo el invierno. Quedarse afuera de la tienda sin moverse tampoco ayudaba.

― Sí tiene que ver. La comida te calienta el estómago.

― Pero la digestión baja la temperatura de tu cuerpo ―contestó Asahi.

― ¿Ah, sí?

Daichi parpadeó. Sugawara tampoco lo sabía. Se rió y lo miraron extrañado.

― Wow. Algún día voy a extrañar estos días.

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