-Aquí a la derecha- después de varias indicaciones que me iba dando Mar, finalmente llegamos. Dejé el coche estacionado en el descampado de tierra que había antes y nos dirigimos al lugar donde se producían las peleas. Se trataba de una enorme nave abandonada, pero en ese momento de abandonada no tenía nada ya que estaba repleta de gente. La puerta de la entrada era gigante y de metal, y después de pasar por delante de dos enorme seguratas que se aseguraron que no llevábamos nada indebido, entramos al enorme local.
Me sorprendió ver la cantidad de gente que había, teniendo en cuenta que era algo ilegal. En el centro se encontraba el ring, y los laterales estaban constituidos por extensas gradas donde se sentaba el público, en lo más alto, colgados del techo, había unos gigantescos focos que alumbraban toda la nave. El lugar era bastante diferente al que yo solía ir, en Santa Mónica, estas naves solían ser más pequeña y completamente descuidadas, vulgares. Ibas caminando y podías encontrarte ratas, condones, jeringuillas. Y para una niña de mi edad, aquello era repulsivo y sorprendente.
Mar me tomó del brazo y me condujo a través de la gente, mayormente hombres, hasta un grupo de chicos.
-Chicos, os presento a Kath, una amiga.- dijo cuando llegamos hasta ellos- Kath, estos son Luck- me señaló a un pelirrojo de ojos miel y rostro serio- Mikael, o más conocido como Mika- habló riendo, señalándome a un castaño de ojos marrones y diversas pecas- y Dylan- éste último me llamó más la atención, era un chico de pelo rubio, ojos azules y una extensa sonrisa.
-Encantada- dije sonriendoles a todos.
La voz del presentador llamó nuestra atención y todos miramos al señor calvo que anunciaba el comienzo de la pelea.
-Muy buenas noches a todos, hoy os traigo la pelea que tanto me habéis pedido- habló enérgico, con un micro pegado a la boca. Todo aquel lujo me sorprendía bastante, si no supiera que todo aquello era clandestino hubiera jurado que estaba legalizado- por un lado, a nuestra derecha, tenemos a Jace- al lado derecho del ring apareció un hombre alto, bastante grande y con algún que otro tatuaje. Se movía saludando al público mientras éste le aplaudía con fulgor.- y a nuestra derecha tenemos a Exael- cuando vi aparecer al chico con el que había coincidido mirada en la fiesta, quedé perpleja. Iba sin camiseta, unos pantalones de boxeo negros y con unas vendas blancas cubriéndole las manos.
A diferencia del anterior, el se movía por el ring concentrado, sin hacer caso al público que le aplaudía con fuerza.-sabéis de sobras las reglas. Nada del uso de sustancias, ningún material en las vendas, nada de sustancias sobre la piel como la vaselina, nada de agarrar...seguro me olvido de alguna pero ya os conocéis las demás. ¡Que empiece la pelea!
La ropa que utilizó la otra noche el tal Exael no había dejado a la imaginación que todo su cuerpo estaba tatuado, y me sorprendió averiguar que así era. Mientras se movía alrededor del contrincante y lanzaba algún puño estirando y relajaba el cuello y columna.
La pelea era interesante, pero para nada igualada. Al chico tatuado esquivaba, lanzaba y devolvía con demasiada facilidad. Rápidamente pude notar que detrás de todo había más dinero del que debía haber en un principio, querían que los asaltos se alargaran por qué había dinero sobre la mesa.
Y eso me lo verificó el mismo, el primer asalto se lo tomó con calma, se movía de un lado al otro esquivando y soltando algún que otro golpe con una sonrisa socarrona, que seguramente conseguía poner de los nervios a su contrincante. El segundo asalto fue algo más interesante, al parecer su paciencia empezó a desvanecerse y su necesidad de mostrarse mejor que ese tal Jace lo avivó, pero no demasiado para dejarlo inconsciente.
-¿Alguna vez has venido a sitios como estos?- la voz del que me habían presentado antes como Dylan, me distrajo de la pelea.
-Sí, he venido muchas veces- hablé chocando con unos ojos azul canica- pero es la primera vez que vengo a este, siempre solía ir en Santa Mónica.
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EXAEL
Teen FictionKatherine jamás pensó que la vida pudiera darle tanta miseria a una persona, que pudiera arrebatarle lo mínimo con lo que nacía, una familia, un hogar, la felicidad... Ya desde muy joven pudo comprobar en su propia piel, que en realidad todo era com...