Capítulo 18: Revelaciones

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A medida que desabrocha cada botón, puedo ver un poco de su piel pálida a través de la abertura de su camisa. A pesar de que intento pensar en los escenarios menos caóticos, mi mente continúa vagando entre teorías imposibles, pero que parecen más cercanas a la realidad con cada botón que desabrocha. Las lágrimas bajan por mis mejillas al ver la sangre que mancha su camisa, y la espera se hace cada vez más eterna.

Cuando llega al último botón, el que está cerca de su cuello, se detiene repentinamente, y me observa con detenimiento.

—No quiero que llores —pide, con voz fría.

Abro los ojos ante su comentario, ante el tono de su voz, aunque parece ser más para él mismo que para mí. Inmediatamente seco las lágrimas de mis mejillas, aguantando el impulso de dejar salir más. Lo observo, mordiéndome el labio inferior, esperando que continúe, pero él sólo se queda en la misma posición. Luego de un momento, levanta su vista al cielo, con una sonrisa en sus labios.

No comprendo el motivo, y la impaciencia me está matando. No puedo quitar la vista de su camisa ensangrentada, y siento el inevitable impulso de correr hacia él y terminar de desabrocharla yo misma, y ver lo que con tanto esmero él ocultó por tanto tiempo. Pero mis pies no se mueven de su lugar, no me atrevo a hacerlo.

Él continúa observando al cielo, e inconscientemente, yo lo hago también. La noche es oscura y más fría que hace un momento. El cielo está completamente limpio, sólo con un par de estrellas atravesándose en él. No puedo comprender qué está observando C, pues no hay nada fuera de lo común.

Entonces, después de un momento, algo frío de posa en la punta de mi nariz, haciéndome estremecer. Luego, se repite, esta vez en mi frente. Y continúa, y continúa. La oscuridad no me permite ver bien de qué se trata.

Pero repentinamente, de la nada, las luces azules de la fuente se encienden con rapidez. Doy un salto, y observo a C, quien me mira con una sonrisa en el rostro. Levanto mi mano, con la palma mirando al cielo, y puedo ver lo que se posa en ella con claridad.

Pequeños copos de nieve se van acumulando en mi mano, en mi brazo, en la hierba. Sonrío por un momento, mientras dirijo mi mirada a él.

—Tal vez la nieve ayude a relajarte —dice.

Sonrío ante el inicio del invierno, que estaba previsto desde hace unos días; sin embargo, recuerdo lo que está pasando, y el blanco de la nieve es reemplazado por el rojo de su camisa. Siento la respiración cortándose, y no es por el frío. La impaciencia comienza a surgir al verlo quieto, y mi mirada no se retira ni un instante de aquella mancha carmesí.

—Muéstrame —pido, sin aguantar más la angustia.

Él suspira, reaccionando finalmente, y toma con lentitud el último botón. Me observa con miedo, con el ceño fruncido. Parece dudarlo un segundo, pero después, con rapidez, lo desabrocha.

Tan rápido como hizo eso, su camisa cae al suelo, dejando al descubierto su pecho desnudo. Al principio sólo puedo ver eso, la piel pálida y con aspecto suave. Y no puedo retirar mi mirada de su torso, de sus músculos, sintiendo que comienzo a sonrojarme. No puedo ver nada que indique de dónde proviene la sangre que tenía en su camisa. La tensión se va de mi cuerpo con lentitud, sintiendo que me relajo al saber que no hay ningún peligro, que tal vez sólo es otra de sus pesadas bromas.

Comienzo a sentirme nerviosa y a regañarme mentalmente por no ser capaz de alejar mis ojos de esa parte de su cuerpo. A la luz de la luna y de las luces, su piel se ve extraña, pero hermosa, parece como si fuera a desaparecer. Y se ve perfecto para mí, es perfecto.

Sonrío mentalmente, mientras voy recorriendo de abajo arriba su torso, sin pensar siquiera en lo que él pueda imaginar de mí. Pero sé que no le importa, lo presiento. Pretendo pasar mi mirada hacia su rostro, y lo hago. Pero algo en medio del camino me interrumpe por completo, haciendo que mi mirada se centre sólo en esa parte.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora