Veintitrés de diciembre, mañana es noche buena. Todos estarán reunidos con sus familias, y muy felices.
Son las 11:23 de la noche y sigo despierta. Ya se volvió una costumbre dormirme tarde pensando en donde podría estar ese chico que me había hecho sentir especial, que siempre me acompañó, y que por muchos líos que tuviéramos nunca me dejaba.
¿Cuánto ha pasado desde la última vez que lo ví o hablé con el? Unos...diez años, digo, se fue cuando tenía 14.
Rodé en la cama una vez mas hasta caer en un profundo sueño.
(...)
Sus ojos verdes no paraban de mirarme.
—¿Por qué me miras así?—pregunté con una sonrisa apareciendo de mi rostro.
—Porque te amo y eres hermosa, ¿Quién podría parar de mirarte?
—No soy hermosa, ya te lo he dicho muchas veces—dije volteando mi cabeza hacia la hilera de casas que se alzaba a mi derecha.
—Claro que lo eres. No sabes cuantas chicas quisieran ser como tú, tan perfectas.
Lancé un suspiro indicando la derrota, Tal vez él tenga razón, pero creo que exagera un poco.
—No soy perfecta, nadie lo es.
—Tú sí.
Estábamos sentados en un parque. Él se encontraba en frente de mí y yo estaba recostada en el tronco de un árbol. La paz me invadía, y con él todo era mejor.
Pasamos unos segundos en silencio, pero no era un silencio incomodo, al contrario, se sentía realmente bien. Esos segundos seguían, pero hubo un momento en el que él se acercó, e hizo lo que había estado esperando durante seis años. Me besó.
Él posó su mano detrás de mi cuello, con la otra tomó la mía y finalmente acercó sus labios a los míos acabando con el espacio entre nosotros. Podía sentir nuestros corazones latiendo rápida y desesperadamente, y cómo nuestras respiraciones chocaban.
Ese deseado beso duró más de lo esperado. Al terminar no me soltó, sino que solo pegó su frente con la mía.
—Te amo Kirstin, nunca lo olvides.—me dijo con sus ojos cerrados.
—T-Tambien te amo, Avi.—sentí mi cara arder. Él volvió a besarme.
***
Desperté con la cara empapada, debí haber estado llorando dormida. Sin más que hacer miré el reloj ubicado en la mesita de noche.
9:45 am Sab, 24 Dic.
—Veinticuatro de diciembre, genial— primeras palabras del día con sarcasmo.
Me senté en mi cama y tomé mi celular. Tenía unos cuantos menajes de mis amigos, los cuales me dedicaré a responder más tarde, me estoy muriendo de hambre.
Volví a dejar el teléfono en la cama y me paré de esta, ocupé mis sandalias, y fui hasta el baño, nada del otro mundo. Cepillé mis dientes, lavé mi rostro, y quedé mirando mi figura en el espejo.
—Diez años, Maldonado, diez años y aun no superas a ese hombre. Vamos mal.— me dije a mi misma.
Salí del baño para ir hasta la cocina de mi departamento. No es una casa, pero es lo que conseguí, y a pesar de todo es muy lindo, gracias a que me tomé la dedicación de remodelar el lugar, con una gran ayuda.
FLASHBACK
—Hija, recuerda que es otra ciudad, y a penas conoces a una persona allá, por favor ten cuidado, ¿Sí? - dijo mi mamá tomándome de los hombros.
—¡Mamá! ¿Cuantas veces te he dicho que no te preocupes? tengo veintiuno, puedo cuidarme sola.
Ella solo soltó una risa para luego abrazarme.
—Tu padre estaría estallando de risa— comento mientras aún me abrazaba.
—Lo sé—reí—Mami, me tengo que ir.
Ella no contestó, solo me apretó mas fuerte para luego soltarme. Siendo sincera, no quería que ese abrazo terminara.
—Ahora soy yo quien quiere que tengas cuidado, ¡Ten cuidado!—otra risa mas salió de parte de ambas.—Te amo, adiós.—dije dándole un último abrazo.
—Te amo más, adiós.
Finalmente me alejé con el único bolso de mano que tenía, ya que los demás están siendo puestos en el avión. Me dirigí hacia la puerta para abordar el susodicho, y busqué mi asiento. Una vez que lo encontré, me senté, saqué mi teléfono con los audífonos y empecé a escuchar música mientras que esperaba que comenzara el vuelo a Nueva York.
(...)
Tomé mis maletas y salí del aeropuerto. Busqué mi teléfono para mandarle un mensaje a mi mamá y avisarle que llegue.
Me dirigí al departamento que había comprado hace unos meses aquí, ni siquiera lo había visto en persona. Lo sé, gran error de mi parte, pero ¿qué tan malo podría ser?
Después de una hora caminando llegué al edificio sin problema. Mi tía vivió en Nueva York durante once años, me se cada calle de memoria ya que venía todas las vacaciones para acá.
Entré a la edificación y de inmediato un señor, que aparentaba unos cuarenta años de edad, me atendió.
—Buenas tardes señorita, ¿en qué puedo ayudarle?
—Buenas tardes. Acabo de mudarme a la ciudad, y quería saber donde podía obtener la llave de mi departamento.
—Oh, usted debe ser Christine Maldonado
—Kirstin— corregí.
—Entendido, Kristen. Ya le entrego su llave.
No pude evitar apretar las agarraderas de mis maletas más fuerte de o normal. Si hay algo en el mundo que me haga enfurecer, es que pronuncien mal mi nombre.
—Aquí tiene—extendió su mano y me entregó el objeto brillante.
—Gracias— contesté con una sonrisa fingida.
Subí al piso donde encontraba mi nuevo hogar y abrí la puerta de este. Prendí las luces, y me lleve una sorpresa no muy agradable; el lugar es un total desastre.
Los muebles están descocidos, el marco de la puerta esta oxidado, el piso está repleto de polvo, e innumerables defectos. Dios, necesito ayuda para acomodar todo esto, el problema es que no lo podré hacer todo en un día.
FIN DEL FLASHBACK
Y ese día vi por primera vez en persona al que sería mi mejor amigo por los últimos 3 años, Mitchell Grassi. Lo conocí por internet, y como era la única persona que conocía y que vivía aquí, le pedí ayuda
Cuando llegué a la cocina hice un café, y preparé un sanwich, mi desayuno de todos los días. Me senté en la pared donde se encontraba la ventana, y detallé la vista. Vaya que era una mañana fría, y esas son de mis favoritas, me hacen traer bastantes recuerdos lindos.
Me acuerdo claramente que cuando vi el departamento a través de la foto, lo primero en lo que me fijé fue la ventana. En la foto tenía una vista hermosa, y no dudé en comprarlo. No mentía en cuanto a eso.