Parte 1

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«¡Estoy cansada de esto! Cuando finalmente nos adaptamos a un lugar, tenemos que irnos» murmuraba Elsa, sentada en el asiento del copiloto.

«Te llevó mucho tiempo en acostumbrarte a Nueva York, entonces...» Emma comentó, frunciendo el ceño

«No tengo culpa si tú consigues adaptarte desde el primer día» rebatió

«No se trata de adaptación. Sabes que no tenemos elección» habló Emma, manteniendo la mirada en la carretera

Desde que sus padres, David e Ingrid Swan fueron asesinados por cazadores de vampiros, Elsa y Emma, hijas del matrimonio, decidieron que jamás se separarían. Una protegería a la otra de eventuales problemas que surgieran.

Elsa, a pesar de ser mayor que Emma, dejaba que la hermana decidiese lo que deberían o no hacer, a dónde irían o dejarían de ir. Emma era determinada y decidida, mientras que Elsa siempre era presa de una inseguridad y fragilidad sin medida.

«Perdona, Emma. Yo solo...no sé, tengo ganas de salir a la luz del día, de ir a la playa los fines de semana como las personas normales hacen y...»

«¡No somos personas normales! ¡Metete de una vez por todas eso en la cabeza!» gritó, deteniendo bruscamente el coche negro que conducía.

Elsa se asustó ante la reacción de Emma. Sabía que su hermana se enfadaba siempre que ella comenzaba a hablar sobre una normalidad, pero ella no podía evitarlo. Habían pasado ya tantos años y para ella era difícil verse confinada el día entero en algún lugar donde la luz del sol no tocase su piel. Su vista se detuvo en el paisaje casi invisible a través de la ventana, ya que la oscuridad de la noche ocultaba las bellezas naturales de cualquier lugar por donde pasaran.

«¿A dónde iremos esta vez?» preguntó Elsa, quebrando el pesado silencio entre ellas.

«Storybrooke» se limitó a contestar

«Emma, ¿estás loca? Ya olvidaste que los mayores cazadores de vampiros vivían ahí?» preguntó incrédula

«Como tú misma acabas de decir...vivían...pasado» exclamó Emma

«Pero por lo que Whale comentó, viven las hijas que...»

«¡Que ciertamente deben estar casadas, gordas y llenas de hijos!» interrumpió sin ceremonias

«¿Quién nos garantiza eso?» Elsa cuestionó

«Nadie, y no necesito garantías. La ciudad es tranquila, el clima agradable y podemos alimentarnos de los animales del bosque» dijo Emma, arrancando de nuevo.

«Justamente por ser tranquila tengo miedo. En las ciudades grandes es más fácil escondernos»

«Estás equivocada. El peligro está en la curiosidad de las personas y no en el tamaño de la ciudad» dijo Emma, dejando a Elsa inmersa en sus pensamientos.

Sobre las 03:40, llegaron a Storybrooke. Como era de imaginar, por la hora, la ciudad estaba completamente desierta. Emma creyó mejor no perder tiempo, quería organizarse antes de que saliese el sol, a final de cuentas, no pretendía morir quemada el primer día en su nuevo hogar. Se adentraron en el bosque guiadas por un pequeño mapa que recibieron del científico Whale.

Hacía diez años, Whale había perdido a su esposa Kathryn Swan, tía de Emma y Elsa, a manos de Cora y Henry Mills, los cazadores más antiguos de Maine, los cuales, pocos años después, vieron sus vidas quebradas, supuestamente, por David e Ingrid Swan. Sin embargo, nada se sabe con certeza, según él, eso fue lo que pasó.

Desde entonces, agradecido de que David e Ingrid vengaron la muerte de su esposa, Whale dedicó su vida y su experiencia en ayudar y auxiliar a las hijas de la pareja, a pesar de que, hasta el momento, no había conseguido encontrar lo que Emma y Elsa tanto ansiaban: una solución que les permitiese caminar bajo la luz del sol.

Los vampiros también lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora