Hola, enorme criatura de corazón y alma pura, me presento, soy aquel a quien nadie ve, aquel al que nadie escucha y probablemente, aquel a quien nadie quiere. Yo, a diferencia de usted, soy pequeño y sin grandes esperanzas para el futuro...usted, sin embargo, es muy grande, conocido como animal majestuoso y representante de dioses en algunas religiones...¿me permite observarle? Intento con mucha esfuerzo, gran criatura, seguir adelante como usted, de verdad que lo intento, pero las fuerzas me abandonan día tras día, como unos caballeros abandonan a su rey cuando pierden la esperanza. Pues bien, por si fuera poco, son escasos los soldados en mi, solo me queda uno, y es mi corazón...¿Que qué pasó con mi cabeza? Ella también me abandonó, ¿Sabe usted que desde que las cosas se ponen complicadas y pasan hambre y frío, los que nunca pensaste que te abandonarían lo harán?, pero no nos desviémos, mi corazón sigue ahí (me gustaría decir que firme y seguro...pero no puedo porque estaría mintiendo). Cuando él me abandone, entonces si que no me quedará nada y no sé por qué, tengo el presentimiento... de que no queda mucho. Oh! Precioso elefante, necesito su ayuda para superar, no mi inevitable final, si no la aceptación de que, a pesar de que nadie me eche de menos, yo he sabido dar calor, perdonar y agradecer, pero lo más importante de todo, he aprendido a perder, a querer y por supuesto, me he acostumbrado al dolor que eso supone. ¿Que qué perdí? Pues mi única batalla, señor elefante, la batalla de la vida, algunos nacen para ganarla, otros...no, pero agradezco el haber amado y vivido lo que he podido. Le pido que no me deje solo usted también, que junto con mi débil corazón me guíe hasta el final... ¿Me ayudará? ¿Me haría ese favor? ...
¡Gracias!, se lo agradezco, me acaba de hacer la persona mas feliz del mun...
Adiós señor elefante, nunca le olvidaré.