Capítulo 7

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Las horas pasan lentamente. Cada poco tiempo miro el reloj, pero el minutero no avanza. Las clases se me hacen interminables, y cada hora que pasa me siento más impaciente que la anterior. Me imagino infinidad de situaciones que se me pueden presentar. No sé por qué me ha citado allí después de clases. Por fin toca el timbre y me pongo aún más nerviosa si eso es posible. Recojo mis libros lentamente, no quiero ser la primera en llegar. Ahora no puedo controlarlo porque estamos en clases separadas. Me despido de Carla y María con la excusa de que tengo que llegar pronto a casa. No les he contado nada. Todavía no. Prefiero esperar para saber qué es lo que él me quiere decir. Soy la última en salir de la clase. Ando lentamente hasta salir del edificio . Sigo el mismo camino que hicimos los dos el otro día, llego a la cabaña y empujo la puerta. Allí no hay nadie. He sido la primera en llegar. No sé si sentarme en el sofá o esperarle de pie. Me dirijo a la esquina para buscar al gatito que se encontró, pero no está, y la caja tampoco. Al final, cambió de opinión y se lo llevó. Hecho un vistazo al interior de la cabaña mientras lo espero. Se está retrasando. Me siento en el sofá y saco un libro de la mochila para matar el tiempo.
Al cabo de un rato vuelvo a mirar el reloj y veo que han pasado veinte minutos. Todos mis nervios se convierten en tristeza. Empiezo a pensar que me ha gastado una broma. Desde luego , si es así sería de muy mal gusto. Aunque me cuesta creerlo. Probablemente le haya ocurrido algo y le ha sido imposible acudir. Espero diez minutos más, y viendo que no aparece recojo la mochila y me voy.

Al día siguiente entro en clase. Lo veo en la esquina hablando animadamente con los chicos. Me encantaría tener el coraje de plantarme allí delante, en frente de todos, y soltarle una fresca. Pero no soy capaz. Después, cuando tenga una oportunidad le preguntaré el porqué de su actuación.

La mañana pasa y no me dice nada. Ha vuelto a mostrar su indiferencia hacia todas las asignaturas. A penas hace las actividades. Yo tampoco encuentro el momento de preguntarle por qué me dejó plantada.
Al final de clase he quedado en ir a la cafetería de la otra vez con las chicas para tomar un café y, así aprovecho y les digo que me gustaría trabajar allí. Mis padres, contra todo pronóstico, ya me han dado su permiso, pero aún no las tengo todas conmigo. El siguiente paso es gustarles y conseguir el trabajo.

-¿Estáis listas?, - nos pregunta María acercándose a nosotras.
-Sí, ya vamos -contestamos Carla y yo al unísono.

Las tres salimos aceleradamente de clase para no perder el autobús que nos lleva al centro. Cuando vamos a atravesar la verja de hierro de la salida vemos que nuestro medio de transporte llega a la parada. Corremos para no perderlo.

-Pero id más rápido, que lo vamos a perder - nos grita María mientras agita sus brazos para que el conductor nos vea a través del espejo retrovisor, y a mí me da la risa.

-No puedo ir más rápido. Me ha dado flato -contesta Carla mientras se para a tomar aire.

Finalmente llegamos. María es la primera en subir. Cuando entro me doy cuenta de que el autobús va completo. Todos los asientos están ocupados y hay muchos alumnos de nuestro instituto. Las tres nos reímos por la situación y formamos un pequeño revuelo en el autobús. Vamos avanzando para poder encontrar un sitio donde poder agarrarnos para no caer. Yo no veo ningún hueco, voy siguiendo a María y detrás va Carla, intentando recuperar el aliento. De repente, mi amiga frena en seco, y eso provoca un choque en cadena. Me aparto para increparle y le veo hablando con Alex. No puedo escucharlos. Tras unos segundos Alex se aparta y nos hace hueco para pasar. Y entonces veo que Alfonso y Liam están allí también.

-Poneos ahí, os haremos un sitio -nos dice Alex. Dejad hueco para las chicas, que el bus va completo -les ordena a los chicos.

Nosotras nos situamos en el hueco que nos han hecho.

Mi historia y su historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora