Chapter XV

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Habían pasado 6 semanas desde que habian comenzado las clases, y todo estaba perfecto. Las materias no eran tan pesadas y la carga de tares o trabajos no eran muchos. 

Estaba detrás del mostrador apoyada en el mismo mientras leía una revista vieja que había encontrado debajo de uno de los sillones. 

Margaret se había ido, como siempre, desde que comencé a trabajar aquí. Ella, cuando entré, rápidamente me tuvo confianza y me dió una llave de repuesto para cerrar en las noches y abrir en los fines de semana. Margaret trabajaba en las mañanas de lunes a viernes y en las tardes los fines de semana, mientras que yo entre semana trabajaba toda la tarde y los fines de semana en las mañanas. Me había acostumbrado rápidamente al ritmo de la cafetería. 

La pequeña campana que estaba en la puerta sonó, aunciando un cliente. 

Rápidamente cerré la revista y la dejé a un lado; acomodé mi delantal y puse mi mejor sonrisa. 

Era un muchacho que caminaba hacia el mostador mientras miraba al suelo con el ceño fruncido, como si el piso tuviera la culpa de su mal humor o yo que se. 

Casi puse los ojos en blanco. 

-¿Por qué hay una cafetería justo enfrente de Starbucks?- le preguntó al aire mientras observaba el pizarrón gigante que estaba a mis espaldas, con el menú. 

Borré mi sonrisa inmediatamente. 

-Porque si.- contesté simplemente. 

No soportaba a los chicos mala leche, por muy guapos que estuvieran. 

-Ya veo porque no hay gente...-comentó, alejó su mirada del menú y me miró con sus grandes ojos negros.- Por tu mal humor. Como sea, ¿me permites tomar una foto al mostrador?

Bufé. 

-No soporto los rollos estos hipster, ¿de acuerdo? Si quieres tomarle foto a algo que sea a mi trasero.- contesté de súper mala onda.

El chico sonrió y se le notaron unos hoyuelos a los lados de su boca. 

-De acuerdo, date la vuelta.- me dijo mientras sacaba su Nikon 

No pude contenerme y puse los ojos en blanco. 

-Si no vas a comprar nada, es mejor que des media vuelta y te vayas. En starbucks te nesecitan. 

-Dame un Caramel Macchiato. 

Lo apunté en una nota y me dí media vuelta para comenzar a hacer su bendito café. 

-Eres muy guapa, pero noto tu amargura. 

-Tu eres el que llegaste de malas y preguntaste éso. No es mi culpa que tu seas tan mala leche. ¿Quieres una magdalena? Las de aquí son las mejores que he probado jamás. 

-Tu debes de ser amable independientemente de la actitud del cliente. Es como la realeza y los plebeyos. Tu eres la plebeya que debes de servirme a mí (que por cierto soy la realeza) sin rechistar. Yo te pago. Soy tu jefe. 

Terminé de ponerle salsa de caramelo arriba de la espuma del café y me dí la vuelta.

-¿De la realeza tú? ¡Por favor! Con ésa actitud eres peor que un peón, sin ofender a los peones, ya que claro, se deben de sentir ofendidos por compararlos contigo.  ¿Magdalena sí o no? 

Se lo pensó un poco y al final asintió. 

Puse su café en una charola de un material parecido a la plata, junto a un plato con su magdalena. 

-Listo, Alteza.- le dije dando una pequeña reverencia. 

-Gracias, Plebeya.- dijo con superioridad, me hechó un último vistazo y caminó hacia una de las mesas altas que estaban alejadas de la puerta. 

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