SUSTANCIA TÓXICA

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Daba toques sobre el libro que cogí de la biblioteca para leer. No había manera de concentrarme.

Lo dejé malhumorada sobre el sofá. No podía leer, no podía ni ducharme tranquila porque lo tenía que tener todo el rato en la cabeza.

Esa imagen de aquellas chicas desnudas en su regazo disfrutando mientras tanto del contacto de sus tetas.

-Ojalá pueda irme de aquí. ¡Me va a estallar la cabeza! -exclamé dándome cabezazos contra el libro.

-Sheila. Sal -aporreó Rosie la puerta.

-Ya te lo he dicho antes Rosie -me apoyé cansada en la puerta- No tengo humor para estar con nadie.

-Ya. Pero no es por mí. El amo nos reclama -suspiré reventada pero no tuve otra opción que seguirle hasta la planta de abajo- Arrodíllate -me susurró, y así hicimos.

-Rosie -le llamé por lo bajo tras una arcada- Rosie -insistí. Matt estaba llí presente pero hablando con uno de sus hombres.

-Sheila, ya sabes que no podemos hablar. ¿Qué quieres? -me contestó seria.

-No me encuentro bien -me puse la mano en la cabeza. Llevaba desde el mediodía encontrándome rara, pero parecía que había empeorado.

-Va a ser sólo un momento -nos callamos al ver a Matt colocándose delante de nosotras.

-Vale chicas. Hay una cena importante y tengo que llevar a una de vosotras -yo escuchaba, pero el mareo se estaba apoderando de mí- Será dentro de seis días. Levantaros, por favor -y eso hicimos.

Dí un traspié hacia atrás. Rosie se dió cuenta de aquello y puso la mano en la espalda para impedir que me cayera.

-¿Qué estás haciendo? ¿Qué te pasa? -me preguntó por lo bajo.

-Ya te lo he dicho -las manos me empezaron a temblar- No me encuentro bien -mi visión se ensombreció y dejé que mis piernas se doblaran para terminar en el suelo.

Un pi, pi no paraba de resonar en mi cabeza. Abrí los ojos lentamente sin recordar nada de lo que me había llevado a una camilla.

-Dios... -me puse la mano en la cabeza. Es como si tuviera martillos golpeándola- Parad ese pitido -me quejé a la nada.

-Tranquila. Es sólo el aparato que controla tu respiración -me respondió una mujer mayor con una bata blanca.

-¿Dónde estoy?

-En la enfermería -mi corazón dió un brinco.

-¿En qué hospital? -pregunté ilusionada.

-En el mismo sitio donde has pasado las últimas tres semanas -apareció Matt por detrás mía.

-¿Qué me ha pasado? -perdí aquella alegría repentina al ver que no podría buscar ayuda.

-Te desmayaste -se acercó la enfermera con radiografías en sus manos- Te hemos tenido que hacer un lavado de estómago.

-¿Cómo? ¿Por qué? -me incorporé sobre la camilla.

-Tenía una sustancia para nada buena en tu estómago. Te la detecté a tiempo antes de que te destrozara el organismo -me mostró una de las radiografías donde pude ver perfectamente mis intestinos y demás.

-No estoy entendiendo nada. ¿Por qué tenía esa sustancia dentro de mí? No he tomado nada raro -Matt nos escuchaba atento a las dos.

-Ese es el tema. No hay otra razón. Alguien te ha tenido que introducir algo en la comida. Bueno, alguien o la propia persona -dejó los papeles sobre la mesa.

-Espere. ¿Está insinuando que me he envenenado a mi misma? ¡Eso no tiene ningún sentido! -comenzé a toser debido a alzar la voz.

-Para conseguir huir de aquí -intervino Matt después de un rato callado.

-¿De verdad cree que sería capaz de hacer algo así? -le miré dolida porque creyera aquello- No... atentaría contra mi vida para salir de aquí. No estoy tan mal de la cabeza -la enfermera y Matt se miraron entre ellos- Me parece increíble que creáis algo así.

-Es la hipótesis más adecuada que tenemos. ¿Por qué otra chica te querría hacer nada? -preguntó la enfermera a la cual estaba empezando a tomar asco.

-Ya sé quién ha sido -me senté dejando mis pies colgando de la camilla para levantarme.

-¿Adónde se supone qué vas? -me obligó Matt a quedarme sobre la camilla.

-Déjeme y lo verá -me solté de su agarre y fuí hacia el salón, donde, para mi suerte, estaban todas- Tu -me coloqué en frente de Rose- Estás mal de la cabeza.

-¿Qué dices? -se rió con sus amigas.

-Que estás mal de la cabeza. ¿Cómo se te ocurre hacerme eso? ¿Qué problema tienes conmigo?

-Mira, no sé que estás diciendo -se levantó para irse pero me puse delante de su camino.

-Me has echado algo en la comida para matarme. ¿Estoy mintiendo en esto? -me cruzé de brazos.

Matt entró al salón junto con la enfermera. Había salido tan rápido que no habían podido pillarme. Rose vió a Matt y se bloqueó enseguida.

-Venga Rose, sé tan valiente para admitirlo como lo has sido al hacer tal cosa -le animé.

-Lo único que voy a decir es que ojalá hubiera surtido efecto y estuvieras ya muerta -me dió un fuerte empujón que me hizo dar varios traspiés. Aún estaba bastante débil, y si no llega a ser por Matt, me hubiera metido un buen golpe.

-Has sido tu -dijo Matt cuando se aseguró de que podía mantenerme en pie- ¿Por qué has hecho eso Rose?

-Porque me odia. Odia la idea de que me quedara yo y no Shelby -respondí por ella.

-Y es verdad. ¿Por qué permitió que se fuera ella y no esta? -le gritó llorando a Matt.

-¿Quieres estar con tu amiga del alma? -la enganchó del brazo tan fuerte que Rose chilló de dolor- Irás con ella. ¿Sabes dónde está? Sirviendo en un club de stripties. Adonde sólo van viejos sudorosos en busca de consolación. Pero supongo que eso no te importará con tal de estar con tu querida amiga -le dijo con un tono que daba miedo. Tenía el rostro descompuesto del cabreo que llevaba.

-No. Por favor. A ese sitio no... -esta vez lloró de miedo y pena.

-Yo sólo quiero que estéis bien. Si quieres estar con Shelby, estarás con ella. No te preocupes -la llevó arrastrando hacia afuera.

-¡No! Por favor -se resistía.

-Me encargaré de que te golpeen tanto hasta que ni Shelby te reconozca -y las puertas se cerraron tras ellos.

Tras aquel momento de tensión, no me encontraba nada bien. Me tuve que apoyar en la pared para no caerme.

-Vamos Sheila -me ayudó la enfermera- Estás todavía muy débil. Será mejor que pases un poco más de tiempo en la enfermería -le sonreí, agradecida y le seguí los pasos, a duras penas, a la enfermería- Siento el haber pensado que habías sido tu misma.

-No pasa nada -me sujetó mientras que me subía a la camilla.

-Pasarás aquí un tiempo hasta que considere que puedes irte. Ahora mismo necesitas suero y otros líquidos especiales que te aporten los nutrientes necesarios -me puso de nuevo las intravenosas.

-La verdad es que... mejor. Me viene bien pasar algo de tiempo apartada de lo de fuera -eché la cabeza hacia atrás para ir cerrando los ojos.

SIRVIENDO POR AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora