A la mañana siguiente me desperté tarde, sobre el mediodía, dando vueltas en la cama y sudando como un pollo. Un fuerte aroma a pan tostado me invadió los pulmones avivando también mis ansias de comer. Fui al cuarto de baño, me recogí el pelo en un moño, lavé mi cara y después me metí en la cocina. Tío Gerardo había hecho el desayuno y estaba limpiando el exprimidor.
-Buenos días Estíbaliz. ¿Soñaste con el coco? Jajaja-rió. Llevaba puesto un delantal amarillo en el que se podía leer "Master of the kitchen".
-Pues si te digo la verdad ni recuerdo lo que soñé, estoy tan cansada del viaje que me concentré en dormir y nada más.
-Eso está bien muchacha ¿Para qué tienes días de vacaciones? Pues para sobar y lo que se tercie. Yo llevó un cuarto de hora despierto ¿Eh? Te he ganado por muy poco, jajaja.
Tía Loli, en cambio, sí se había marchado temprano, pues como me contó hoy le tocaba turno en el bar junto a dos de sus camareros.
-Tío, cuéntame ¿Cómo es vuestro Bar? ¿Qué platos ofrecéis? ¿Van personas famosas a comer allí?-le pregunté cuando ya estábamos en la mesa tomando tostadas, zumo, café y cacao.
-¿Famosos? ¡Qué bueno, jajaja! No que yo sepa. Quizá sí haya venido alguno, pero habrá sido de incógnito, porque no lo recuerdo.
-¿Y suele estar lleno?
-Según el día y la época del año hay más o menos gente. Los días que hay partido vienen muchos hinchas de Boca, River, San Lorenzo, Racing...lo mismo pasa con los turistas, ahora es temporada alta y acuden bastantes. Tenemos canal por cable para ver fútbol y la terraza que sólo funciona en verano. El bar se llama Cayo Coco y su decoración es un mezcla de estilo español y caribeño.
-¡Hala, qué guay! ¿Bajamos y me haces un tour?
-No, sobrina, hoy estoy fuera de cobertura.
-¡Ohhh! Bueno otro día será.
En la casa de mis tíos había decoración navideña aunque no era demasiado recargada ni llamativa. Unas guirnaldas plateadas colgadas alrededor de la ventana, calcetines rojos en la pared y un pequeño arbolito con bolitas de colores y una estrella era todo lo que había en el piso. También tenían colocadas sobre un armario de altura media cuatro postales navideñas enviadas por amigos. Yo pensé que eso ya no se llevaba, que todo funcionaba por mail o wasap, pero me equivoqué.
-Oye tío ¿Cuál es el menú de Nochebuena?
-Pollo asado con patatas panaderas, vichyssoise, pan de ajo y tapas de embutidos variados.
-¿Y el menú de Navidad?
-¡Sorpresa! Eso lo sabrás mañana.
-Aaay...-puse morritos.
-¿A que molesta? ¡Pues te aguantas! Tú hiciste lo mismo ayer con el supuesto "regalo"-dijo tío Gerardo con sarcasmo.
Me puse hasta arriba con el desayuno y quise moverme un poco para bajarlo. Mi tío comentó que se habían olvidado de comprar los postres. Entonces me ofrecí a bajar al supermercado.
-No te vayas a perder-dijo mi tío mientras colocaba algo de dinero en la palma de mi mano-La tienda está justo en la acera de enfrente. Atraviesas el asfalto y estás dentro. Tienes libertad para elegir los postres que quieras.
-¿Tú no vienes conmigo?
-¿Yo? Jajaja ¡Qué graciosa! Claro, y después te llevo al Obelisco.
-¿En serio?
-Niña, el televisor me llama. ¡Hasta luego!
De modo que volví a la habitación para cambiarme de ropa. Agarré mi sombrero, mis gafas de sol y mi bolso, me calcé las sandalias de pedrería turquesa y salí de allí.
Según bajaba en el ascensor observé que algunas puertas tenían colgada la típica corona verde de ramas de abeto, o el muérdago, o muñequitos de nieve en versión peluche. Me pregunté si los niños de aquí pedirían el aguinaldo casa por casa, y si, de hacerlo, interpretarían villancicos o las canciones del verano del Caribe Mix. Me parecía demasiado marciano todo esto de la Pascua cuando el termómetro marcaba casi 40 grados.
Al salir del ascensor, en el centro del hall de entrada al edificio había un abeto no demasiado grande que no recordaba haber visto el día anterior. Este tenía un aspecto algo mustio, con hojas resecas y varios adornos colgados.
Me marché hacia la tienda que hay enfrente de nuestro edificio, un supermercado típico de barrio, como el que está cerca de mi casa en Madrid, ese al que solíamos ir juntas mi amiga Paula y yo cuando queríamos conseguir comida para una sesión de cine casera, o sea, palomitas, patatas fritas, refrescos, chocolatinas y alguna pizza congelada. Ay Paula, me encantaría que estuvieses aquí también, así podríamos recorrer juntas esta gran ciudad, sacarnos fotografías absurdas y asistir a alguna representación teatral. Bueno, en otra ocasión será-pensé-Si es que soy capaz de reunir el dinero y el valor suficiente para volver a subir a un avión.
Una vez dentro del supermercado me metí por el primer pasillo hasta llegar a la zona de los congelados y ahí ví unas tartas heladas de chocolate que tenían una pinta buenísima ...se me hizo la boca agua. Así que me llevé una de esas y para el día siguiente pedí una bandeja de profiteroles. En esta tienda también había un par de abetos, aunque estos estaban decorados con luces de neón estridentes que formaban letras en las que se podía leer "Felices Fiestas" "Solo hoy, el kilo de salmón al 50%".
Tuve que esperar un buen rato en las cajas hasta que me tocó el turno de pagar pues ese día había demasiada gente comprando.
-Son 150 pesos-dijo la cajera-¿Querés una bolsa?
-Sí por favor, dame una que sea grande-pedí.
A la salida le dí algunas monedas a un hombre que estaba mendigando junto a la puerta. Esté sonrió en agradecimiento y me deseó felices fiestas.
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En Remolinos
FanfictionDiciembre de 2016. En pleno verano argentino, Estíbaliz Romero, una joven española, viaja hasta Buenos Aires para pasar las vacaciones de Navidad junto a sus tíos, quienes viven allí desde hace un par de años debido a la crisis económica que parece...