Un minuto más

LX

06 de febrero de 2022

Querida Julia:

No sé cómo decirte esto, mi Julia. Desde anteayer en la noche le doy vueltas y más vueltas al asunto y no tengo las respuestas que necesito. Sabemos que nunca he sido una persona con mucho tacto y no me importaba, hasta hoy; en estos momentos, odio no saber decir (o escribir, en este caso) las cosas de forma delicada.

Según los análisis, ecos y un exhaustivo examen de un colega del doctor Quiroga, uno de tus riñones ha dejado de funcionar definitivamente; el otro, al verse forzado a multiplicar su trabajo, está fallando cada vez más. Ya estás en la tercera etapa de la enfermedad renal crónica, y los doctores esperan que para antes de mayo hayas entrado en la cuarta. Además, ¿recuerdas todos esos análisis que te repetimos hace unas semanas y que el doctor Quiroga no había querido decirnos qué mostraban? Bien, ya lo sé: tu hígado está fallando, y mucho, por eso tu piel está amarilla; te mandó un montón de medicinas para controlar eso y ni siquiera me pueden asegurar que funcione. No hay vuelta atrás, Julia, ni siquiera puedes entrar en la lista para recibir un trasplante. Te escapas de entre mis dedos y no puedo hacer nada para evitarlo.

Te preguntarás por qué fuimos a donde un colega del doctor Quiroga y no a donde el doctor Reyes. La respuesta es muy sencilla: ya no me fiaba de él, te mandó a hacer los exámenes sólo para cumplir y los puso de carácter urgente porque lo obligué (de haber sido lo contrario, nos los entregaban el lunes o el martes), y me aseguró que no había nada de qué preocuparse y que todo saldría perfecto en esos resultados. Cuando los tuve en mis manos y me di cuenta de que ningún valor estaba en el promedio, llamé al doctor Quiroga y él me recomendó fervientemente al doctor Gutiérrez.

Iremos a diálisis tres veces a la semana, cada dos semanas tendremos consultas con los doctores, tienes que cumplir una dieta estricta y esperar. Al final todo se resume a esperar.

Con amor,

Isabel