18- Capítulo

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Desperté a mitad de la nada. El ruido que se escuchaba a lo lejos llegaban a mi como ondas electromagnéticas provocando un fuerte dolor de cabeza. Todo estaba oscuro y nada se veía con claridad. No sabía dónde estaba, ni con quiénes estaba. Imágenes borrosas llegaban mi cabeza atormentándome. Estaba amordazado y con una soga sujetando mis manos. Esto me dejaría unas llamativas secuelas. Detallé el lugar una y otra vez para ver si reconocía donde estaba, pero fue en vano. Nunca en mi vida había visto o pisado un lugar como éste. Escombros por todos lados, la pintura estaba desgastada y los muebles rotos. Solo veía una pequeña luz que entraba por un agujero del techo. Voces se escuchaban fuera de éste cuarto, o si así podía decirle. No lo sé. Todo era tan confuso. Dirigí mi mirada a la puerta que estaba siendo forcejeada del otro lado. Vi a un hombre con una capucha negra, y al instante entraron un hombre y una mujer de la misma forma. Supongo era mujer, por sus facciones finas y la curva línea de su silueta. Los tres dirigieron su mirada hacia mi, sin expresión alguna. Uno de ellos, el más alto, se acercó a mi y se aseguró que siguiera amarrado. Tal y cómo se supone debían haberme dejado.

— ¿Todo bien, Josef?

— Mejor que nunca

Miró hacia la puerta y la volvió a cerrar. Dejándonos encerrados.

— ¿Qué tal dormiste? — Preguntó.— ayer estabas algo, mm. Inquieto. No nos dejaste hacer nuestro trabajo, espero hoy sí nos dejes.

— ¿Quiénes son ustedes?

— ¿Podrías hacer otra pregunta más fácil y menos tonta de responder? No quieres saber quiénes somos...

— ¿Por qué me tienen aquí? ¿Quieren dinero? Si es así, podría darle todo el dinero que me pidan, pero por favor, por favor, dejénme ir.

El hombre más alto rió.

— ¿Crees que estás aquí por cuestiones financieras?

Asentí. Era lo único que se me ocurría en el momento.

— No, amigo. No estás aquí por dinero, estás aquí por problemas personales.

— ¿Problemas personales?

— Sí, como has oído.

— Yo no le he hecho nada a nadie. No tengo enemigos, no debo dinero... ¿Con quién demonios tendría problemas personales?

— Púes, espera a que ella misma te lo diga.

Dicho eso, la puerta se abrió dejando ver la silueta de una mujer algo mayor de edad. A mi percepción tendría como unos cuarenta y cinco. Era alta, con el pelo algo claro y una que otra cana. Sin embargo, jamás en mi vida la había visto, ni por equivocación.

— Hansed

Dijo y se acercó a mi. Su mirada era fría, y su expresión era tranquila. Solo miraba y detallaba cada uno de mis gestos. Quizás hasta le parecí guapo.

Oustin, esto es serio. Cómportate.

— No sé si debería decir que es un gusto por fin verte la cara. — se acercó aún más y tomó mi barbilla haciendo que la mirara. — Eres guapo, como me lo habían dicho.

— ¿Gracias? — pregunté confundido.

Rió.

— No cariño, no des las gracias. Tampoco es un cumplido, no te alardees. Simplemente pensé que eras un poco menos... Menos simpático.

— Igual me está haciendo un cumplido, señora...

— Fleman, querido.

— Señora Fleman. — Sonreí. Quería ver hasta dónde iba a llegar todo esto. — ¿Es su nombre o apellido?

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