Capítulo 48

1.5K 192 239
                                    


Debía de admitir que casi me comí la basura de los alimentos del avión. A pesar de que Gilbert me había dado de comer en su casa, en esos momentos no era lo suficiente para el desgaste que había sufrido.

El vuelo no había sido tan largo, y cuando Astrid y yo aterrizamos en el aeropuerto de Berlín, comenzamos a ponernos de acuerdo respecto al encuentro que tendría con John.

—¿No quieres descansar un poco antes de buscarlo? —Me preguntó Astrid mientras tomaba asiento en una cafetería del aeropuerto —Los pies me están matando.

—No puedo esperar más —Respondí de inmediato —Astrid... necesito verlo ya, si Gilbert nos encuentra esto no habrá servido de nada.

—Bien —Astrid se levantó malhumorada —¿Dónde se supone que debemos buscarlo, eh?

—Vayamos a preguntar —Tomé de la mano a la chica y prácticamente la arrastré fuera del aeropuerto.

Alemania era muy distinta a mi amada Inglaterra. Toda la gente que pasaba cerca de nosotros lucía estirada y enfadada todo el tiempo, además de que parecían gritar todo cada vez que abrían la boca.

—Tranquilo, es normal —Me explicó Astrid cuando le conté mi inquietud —Ustedes los británicos hablan como si los estuvieran asfixiando. Cortan las palabras de una manera bastante divertida.

—Eso es mentira —Reí —Además, tú no hablas como todos ellos.

—Eso es porque no me has escuchado hablar en mi lengua materna.

—Seguro...

—¿Paul?

—¿Sí?

—John está en Hamburgo, ¿cierto?

—Sí, así es —Respondí, mirando los autos pasar —¿Tomaremos taxi?

—No, será muy lento y costoso, viajaremos mejor por tren. Además, no tenemos euros. Vayamos primero al banco a cambiar algo de dinero.

—¿Y dónde hay un banco?

Astrid entrecerró los ojos en busca de alguna señal y después sonrió.

—Allí hay uno —Señaló hacia un pequeño edificio que tenía escrito cosas extrañas —Como estamos cerca del aeropuerto es imposible que no haya alguno. Vamos.

Después de cambiar gran parte del dinero que llevábamos a euros, nos dirigimos a la estación de tren más cercana que llevaba por nombre Berlin Hauptbahnhof.

Astrid se encargó de hablar por mí en el resto del viaje. Me sentía ligeramente asustado por estar en un lugar que no conocía, y me preguntaba de vez en cuando cómo John podía vivir en otro país.

El viaje duró poco menos de dos horas para mi fortuna y, en cuanto pisamos las calles de Hamburgo, mi corazón se aceleró.

—Está helando —Astrid se abrazó a mi brazo derecho —Debemos de estar a menos de cero grados.

—Tranquila —Me separé de ella y me quité el suéter que llevaba puesto —Ten, cúbrete.

—No puedo aceptarlo... ¡Vas a agarrar una pulmonía!

—No es nada, la he pasado peor —Mentí mientras sentía mi cuerpo estremecerse por el frío —Mi polera me cubre bien.

Astrid aceptó mi prenda algo avergonzada y se tapó. En seguida pude notar que su expresión se suavizó.

—Bien, ¿ahora que hacemos? —Me preguntó, acomodándose la maleta en una mano.

—Permíteme —Tomé su maleta como todo buen caballero y miré a mi alrededor —No lo sé.

Come play with me [McLennon] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora