Chanyeol caminaba con paso rápido por las calles de Nueva York en dirección a la Agencia. Tan solo había pasado una semana desde que había vuelto de su última misión. Normalmente siempre dejaban pasar un mes como mínimo. Ya podía ser importante. O más de uno se iba a llevar una buena dosis de su mala hostia, que ahora gritaba por salir. Entró al gran edificio y sin detenerse a saludar, subió como siempre a la última planta.
-Espero que todos los demás agentes estén enfermos o muertos, si no, no cuentes conmigo-dijo a modo de saludo, plantándose delante de la mesa de su jefe. Chanyeol casi nunca perdía los estribos, pero una jodida semana era muy poco tiempo para que se hubiera recuperado del viaje a Italia.
-No te hubiera llamado si no considerara que eres completamente imprescindible, Chanyeol-contestó su jefe sin perder la calma. Chanyeol se deshinchó un poco. El chico necesitaba gritarle a alguien, pero su jefe parecía poco dispuesto a concederle ese gusto.
-Entonces dime que tripa se les ha roto ahora a los de arriba. O mejor, dime que tripa tengo que romper esta vez-dijo mordaz mientras se sentaba en una de las sillas frente al escritorio de su jefe.
-Esto-dijo tendiéndole simplemente una foto, ignorando el tono ácido con el que había soltado la última frase. Un chico indudablemente atractivo, con rasgos asiáticos y una enorme y encantadora sonrisa le observó desde la fotografía.
-¿¡Qué!? Ni hablar-contestó, dejando la foto encima de la mesa-Acordamos que chicos tan jóvenes no. No. Me niego-miró desafiante a su jefe, pero éste solo parecía cansado.
-No es cosa mía, ya lo sabes-dijo tras un par de minutos en silencio-Y ellos creen que eres la mejor opción-continuó mirando fijamente a Chanyeol con esos fríos ojos azules.
-¿¡Ellos!? ¿Ellos quienes son ellos? ¡A la mierda con "ellos"!-resopló, irritado. Podía aguantar matar hombres. Pero hombres mayores. Ni mujeres ni chicos tan jóvenes. Ya lo hizo una vez hacía un par de años y las pesadillas le habían atormentado durante meses. Pensaba que lo superaría, pero con el tiempo se limitaron a darle encargos de hombres que sobrepasaban los cuarenta años. Que, en realidad, eran la mayoría.
-¿Cuál es el lema de la Agencia?-preguntó entonces su jefe.
-No cuestionas. No sientes. No existes-recitó el joven con voz monótona.
-Exacto. No cuestionas. Y esta vez tampoco lo harás. Lo siento Yeollie, intenté hablar con ellos y hacerles cambiar de opinión, pero la decisión ya estaba tomada. Eres de su edad y eso facilitará las cosas para que te tome confianza-dijo con cautela, esperando la reacción de Chanyeol.
-¿Tomarme confianza? ¿Y por qué debería preocuparles qué...?-empezó, pero se paró en seco, comprendiendo-Ah no, no, no y un millón de veces no. Una cosa es que tenga que cargarme a hombres, incluso camelarlos un par de noches para que sea más fácil acceder a ellos pero ¿hacerme su amigo? ¿Es una jodida y macabra broma?-espetó, ya completamente fuera de sus casillas.
-Sinceramente yo tampoco entiendo muy bien sus motivos, pero es lo que hay-se limitó a contestar su jefe, entrelazando sus manos y recostándose en el respaldo de su enorme silla.
-¿Y qué se supone qué ha hecho este chico?-preguntó resignado Chanyeol mirando de nuevo la foto. Solo de pensar que debía matarlo le daba nauseas. Pero es él o tú, dijo una voz en su cabeza. Suspiró mientras recordaba cuando, cuatro años atrás, cuando tenía diecisiete años, despertó en el hospital sin recordar absolutamente nada de su vida, ni siquiera cómo se llamaba o cómo había llegado ahí.
Pronto averiguó que sus padres habían muerto en un accidente automovilístico pero que él, milagrosamente, había sobrevivido. Había querido llorar entonces, pero no tenía lágrimas para personas que no conocía, así que simplemente se limitó a aceptar su nueva vida y a seguir adelante. Durante los meses siguientes tuvo trabajos temporales, hasta que un día un hombre le había ofrecido un trabajo con un buen sueldo en un club nocturno para caballeros. No tendría que acostarse con ninguno, solo conseguir que consumieran lo máximo posible. Y, sin pensárselo dos veces, aceptó.
Todo iba relativamente bien, hasta había podido alquilar un minúsculo apartamento, pero un día en el club hubo una fuerte pelea y descubrió que era capaz, no sabía cómo, de pelear perfectamente. Los hombres de la Agencia habían aparecido días después y le habían ofrecido una oportunidad inmejorable de ganar algo de estatus en su vida, y él, sin más, se había dejado llevar.
-El chico en sí no ha hecho nada. Tan solo lo usaremos para llegar a su padre- contestó. Observó fijamente a su jefe durante unos segundos, y en su mirada vio que no le quedaba otra salida.
-¿Cuándo?-preguntó simplemente Chanyeol.
-Pasado mañana te recogerá un coche de la Agencia, como siempre-contestó su jefe levantándose de su silla- Y, si me disculpas, tengo una reunión muy importante y no me gustaría nada llegar tarde. Los franceses son muy quisquillosos con la puntualidad-le guiñó el ojo a Chanyeol mientras éste se levantaba y sin mediar palabra salía del despacho de su jefe.
Decidió dar una vuelta para intentar aliviar el fuerte dolor que había decidido instalársele en la cabeza. La sonrisa de aquel chico le pasó fugazmente por la mente. Emitió un ronco sonido de frustración antes de sacar un paquete de tabaco de su chaqueta de cuero marrón y encenderse el primer cigarrillo del día. Enchufó el iPod, aislándose del mundo. Smells like teen spirit de Nirvana. Cerró los ojos dando una larga calada al cigarro, notando como invadía cada rincón de su cuerpo, proporcionándole una relajación casi inmediata.
La Agencia le prohibía que fumara. Al carajo con la Agencia. Había pensado muchas veces en largarse, ir a cualquier país paradisíaco y vivir trabajando en un chiringuito de playa. Esbozó una sonrisa irónica. Sueños. ¿Acaso seguían existiendo? Decidió cuando llegó a su apartamento llenar con lo básico su mochila e ir a pasar lo que quedaba del día y el siguiente a una casa cerca de un lago que había adquirido hacía seis meses, situada a unos sesenta kilómetros al norte de la ciudad. Tenía coche, pero prefirió ir en tren, viajar de esa forma le relajaba.
La casa estaba situada en pleno bosque, alejada de cualquier rastro de civilización. Chanyeol solía ir allí cada dos o tres meses si no estaba inmerso en ninguna misión para pasar unos días lejos del bullicio y la gran velocidad de Nueva York. A veces su jefe le preguntaba si no sentía solo, y él simplemente se encogía de hombros. Se había acostumbrado a la soledad. Era mejor así. Salía de vez en cuando a cualquier pub gay de moda que hubiera por la ciudad para cubrir sus necesidades básicas, pero nunca iba más allá.
Jamás daba su nombre verdadero, y siempre se inventaba un personaje que interpretar. Algunas veces era John el bombero. Otras Adam el abogado. Y muchas otras era un coreano que no entendía inglés para perder de vista a los babosos de turno.
Bajó a la piscina que tenía en el piso inferior, desde donde se podía ver el cielo ya que el techo era un cristal transparente. Fuera nevaba de una manera considerable. Chanyeol se desnudó y se tiró de cabeza al agua, que le recibió con un cálido abrazo. Buceó cerrando los ojos y disfrutando de la sensación de calma que le proporcionaba estar sumergido, lejos de todo. Salió a la superficie y se quedó flotando boca arriba, vagando sin rumbo por el agua. Contempló absorto como los copos de nieve chocaban contra el cristal, derritiéndose. Por un fugaz momento, él deseó ser uno de esos copos.
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There is a place.
FanfictionPark Chanyeol es un asesino del gobierno americano. Y su nueva misión será un tanto diferente a las otras. ¿Su objetivo? Byun Baekhyun, el hijo de un importante empresario surcoreano. ¿Qué pasará cuándo se conozcan? ¿Qué pasara cuándo...? Recuerda e...