Carmen
Me llevé un gran disgusto con la ruptura de mi hijo y mi nuera pero en el fondo los entendí. Era una decisión madura y estudiada que les tenía que llevar a buen puerto en un futuro a ser posible cercano. Esa era el pensamiento que yo tenía hasta el martes por la mañana cuando algo cambió.
Me dirigí a Madrid capital a primera hora. Tenía que ir a recoger unos resultados médicos a mi hermana. Entré en el hospital decidida. En recepción ya me dieron lo que quería pero no fue el sobre lo que me distrajo. Era la persona que se estaba dirigiendo a la cafetería con la mirada gacha. Indudablemente era ella. Con un pantalón negro y una chaqueta tejana que no me dejaba ver de qué color era la camiseta. Llevaba unas deportivas negras y un bolso del mismo color. El pelo recogido en una cola de caballo, gafas y un aire moribundo que no me dejó indiferente. Me acerqué para atraparla.
-Laura – la llamé.
Giró la cabeza al oír su nombre. Se detuvo en seco. Me acerqué a ella y la abracé. A pesar de ser la madre de su ex, yo no cambiaría mi relación ni la dejaría de querer. Es la hija que siempre quise y nunca tuve.
-¿Cómo estás? – le pregunté. Se encogió de hombros - ¿Qué haces por aquí?
Nos sentamos en una mesa cerca de la salida. Pedí un café y ella una tila. Aprecié nerviosismo en sus acciones. No me contestó.
-Laura cielo... ¿Qué está pasando?
Con dificultad e inquietud me explicó que el domingo había acabado en Urgencias y que tenía una erupción en un tobillo. La de la cara no era necesario que me la justificara, se veía a simple vista que era un herpes que se estaba desplazando hacia la boca y el ojo a la vez. No me despertó tranquilidad lo que me contó. También le pedí que se explayara sobre su digestión de la ruptura. Me fue sincera. Lo estaba llevando mal, muy mal y hacía las cosas sin ilusión.
-¿Cómo está Javi? – preguntó con inocencia.
-Te veo peor a ti porque él lo lleva por dentro y no deja al descubierto mucho. Sólo que está más seco y poco hablador así a simple vista.
-¿Puedo pedirte algo? – me dijo.
-Claro.
-¿Puedes acompañarme?
-Ya pensaba hacerlo.
Las casualidades a veces te llevan a puertos en los que no gustaría atracar ni que te ofrecieran todo el oro del mundo. Laurita no supo reaccionar a la noticia. Yo, gracias a Dios, tuve palabras para responder a la fría declaración salida de la boca del doctor.
-Laura, te quedan tres meses de vida.
Ambos nos centramos en la aludida que se quedó inexpresiva. Me llevé las manos a la boca y reprimí un grito.
-¿Cómo...? No puede ser, si es una chica sana ¿Qué tiene? – dije desesperada.
-No lo sabemos, le iremos haciendo más pruebas para saber su diagnóstico con exactitud. Lo que podemos asegurar es que se sentirá bien hasta que no llegue el momento.
Lau seguía sin hablar, sin moverse, sin pestañear. Parecía que la hubiesen convertido en piedra. Estaba paralizada. La agarré del brazo a la hora de irnos. La arrastré hasta el exterior con prisa.
-Laurita, cariño, di algo – la zarandeé.
-No... - musitó.
-Espero que esto haya sido un error. No quiero que te deprimas. Sigue haciendo tu vida y haz algo que te hubiese gustado hacer y que no te atreviste.
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Tu amor a un acorde de guitarra (Segunda parte)
RomanceDespués de una odisea para conseguirla, un año de noviazgo estable y un montón de experiencias y de descubrir el verdadero amor, una nueva etapa se nos presentaba con grandes momentos que vivir. América se avecinaba tranquila, en un principio. La ve...